La capacidad de carga ambiental del transporte | El Nuevo Siglo
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Sábado, 3 de Junio de 2017
Alvaro Sánchez

Dentro del cúmulo de nuevas preocupaciones que han surgido a partir de la revolución industrial en el planeta con respecto a los impactos ambientales de los diferentes adelantos y desarrollos, es de anotar que hasta hace unas pocas décadas hemos comenzado a preocuparnos por una de las actividades más contaminantes del planeta: el transporte.

Ahora sí hemos empezado a preocuparnos dada la precariedad de nuestro entorno por las consecuencias que esta actividad ha tenido en nuestro planeta.

Independientemente del espacio del que estemos hablando, sean grandes distancias o cortos trayectos, así como de la época que estemos analizando, el medio ambiente y el transporte conforman un dúo indisoluble que tiene que entenderse desde la perspectiva de la mejora de la calidad y condiciones del transporte y la comunicación con el menor impacto posible en los ecosistemas. Esta variable ha venido siendo incluida en los modelos económicos modernos y deberá ser tenida en cuenta cada vez con mayor fuerza.

Es común oír decir que el transporte es, en sí mismo, un problema para el medio ambiente, pero en realidad la génesis del problema es la demanda creciente de la población para este servicio. Sin embargo, no podemos considerar el asunto como dos variables separadas que se repelen y se alejan en el tiempo. Debemos procurar integrarlas y lograr que los efectos, que en todo caso habrá, sean los mínimos posibles para beneficio de esa misma población que demanda el servicio.

En todo caso, a pesar de los efectos del transporte, la población clama diariamente por aumento en capacidad y eficiencia del servicio y el tamaño de los centros poblados hace crecer los desplazamientos de los ciudadanos entre su residencia y sus lugares de estudio y trabajo. El desarrollo del transporte en los países es considerado en sentido amplio como muestra de riqueza y progreso.

Así las cosas, la competencia por el transporte se ha venido convirtiendo en una competencia por escalar posiciones en una especie de ranking en el cual la ciudad más desarrollada tiene un mayor o mejor sistema de transporte. De otra parte, se minimizan los impactos negativos de los sistemas, justificándolos en el hecho de que ya existen desarrollos significativos en estas tecnologías y en que estos han sido probados en otros países “más adelantados”. Diciéndolo de otra forma, la satisfacción obtenida por el ser humano con las nuevas infraestructuras de transporte acaban por ser justificantes de cualquier impacto negativo en el entorno. En todo caso, desde la perspectiva ambiental cualquier aumento en los sistemas de transporte choca con el equilibrio ambiental del entorno.

Efectos tangibles

Mirado desde otro punto de vista, cualquier medio de transporte que se utilice tiene un gran consumo de energía asociado. Como es sabido la producción de todo tipo de energía tiene, en mayor o menor escala, efectos negativos que pasarán su factura a nuestra permanencia como especie en el planeta. También ocurre que los sistemas de transporte quitan espacios vitales a los ecosistemas, generan cambios socioeconómicos en el entorno y aumentan los riesgos para la vida de muchos seres vivos. Además, algunos materiales utilizados en las redes de transporte, o bien son muy escasos, o bien generan procesos mineros con complicaciones ambientales serias. Sin dejar de lado el alarmante volumen de residuos que se generan en la construcción y operación de dichos sistemas.

A partir de todo lo expuesto anteriormente se ha desarrollado el concepto genérico de “Capacidad de carga ambiental del transporte”.

Este concepto se podría definir así: la cantidad total de transportes acumulados que un ecosistema puede llegar a soportar sin superar la capacidad de resiliencia de los ecosistemas afectados.

Si este concepto es respetado y no se supera este umbral, es muy posible que algunas regiones no logren equilibrarse con otras en términos de desarrollo del transporte. Por ejemplo, no es posible que el Amazonas o el Chocó lleguen a tener los mismos desarrollos de transporte terrestre que ciudades ubicadas en las zonas andinas. Sin embargo, las regiones mencionadas conservarán unas características ambientales que servirán a todo el territorio nacional, e incluso a todo el planeta.

El dilema específico es uno: ¿Si el transporte genera estos daños, debemos terminar con el transporte? Y la respuesta tajante debe ser no. El transporte no solo es necesario, sino que ha sido un logro importante del desarrollo humano.

 ¿Qué hacer?

Ante todo debemos tener en cuenta que el límite establecido por la capacidad de resiliencia no es estático. La mejora en la eficiencia energética de los sistemas y los desarrollos tecnológicos logran a diario aumentar las capacidades sin aumentar los impactos. Entonces es muy importante apoyar la investigación aplicada para permitir mejorar las capacidades de carga y desplazamiento de pasajeros sin aumentar por sobre el límite los impactos negativos del transporte.

También existen otras medidas que permiten aumentar estos desarrollos: la mejora en los sistemas de tráfico urbano bajarían los niveles de emisión para la misma cantidad de vehículos; o la construcción de vías perimetrales permitiría rebajar las emisiones que llegan a los centros poblados, afectando en forma grave el ambiente y la salud de los habitantes.

Es claro que no todos los sistemas de energía producen los mismos efectos y que, si bien todos generan impactos, algunos generan menos daños que otros. Deberíamos establecer políticas públicas que privilegien los sistemas de transporte menos contaminantes y mantener así niveles de desarrollo sin aumento de los impactos en la naturaleza.

No es creíble que en la situación actual sea más económico tener vehículos a gasolina que tener su equivalente eléctrico. Va siendo hora de que las políticas públicas ayuden en la protección del ambiente. El tema del transporte, asociado directamente al tema del calentamiento global, debe dejar de ser retórico y pasar a tener relación directa entre el decir y el hacer de los líderes mundiales. No puede seguir pasando que el señor Al Gore, a manera de ejemplo, dicte charlas por el mundo sobre cambio climático viajando en avión privado, cuando podría ser mejor que no dijera nada pero que el ejemplo fuera coherente.

PD: Acabo de oír la noticia del retiro de Estados Unidos del pacto de París. Que Dios proteja el planeta, estamos al borde de un colapso ambiental y pasando el punto de no retorno.

* alsanchez2006@yahoo.es @alvaro080277