La contienda fue todo menos aburrida o intrascendente. EL NUEVO SIGLO presenta un recorrido por los hechos que a lo largo de 10 meses marcaron una puja que terminó polarizada y sólo el dictamen de las urnas dará el veredicto provisional
1. Cuando arrancó el segundo semestre del año pasado la naciente campaña se insinuaba ya como muy competida, pues no sólo se daba por sentado que el presidente Santos buscaría la reelección, sino que no asomaba en el horizonte cercano un nombre que, a diferencia del propio exministro Germán Vargas Lleras, tuviera la popularidad y fuerza electoral suficiente como para atravesársele en el camino a la posibilidad de repetición en la Casa de Nariño. Ya por entonces era sabido de todo el país político que Vargas Lleras solo se lanzaría si Santos no aspiraba. Es más, el exministro junto a otros alfiles santistas fueron enviados semanas atrás a la Fundación Buen Gobierno, que desde ya se sabía sería el cuartel de campaña reeleccionista. Por lo mismo, el uribismo y el Polo movían sus primeras fichas para cerrarle el paso a un segundo mandato santista que se veía tendría al proceso de paz como su principal bandera política y electoral. Paralelamente, varios sectores ambientaban desordenadamente la posibilidad de una tercería.
2. Sin embargo, rápidamente el panorama empezó a moverse, pero no por un hecho propiamente político sino de protesta social. Hacia comienzos de agosto la representatividad de los gremios del agro hizo crisis y surgieron una serie de subgrupos del campesinado que rápidamente, bajo el nombre de “dignidades”, empezó a recoger la insatisfacción de muchos sectores rurales y en pocos días se desembocó en un paro agrario de grandes dimensiones. El Gobierno tuvo que afrontar el peso de la crisis e incluso una desafortunada frase presidencial según la cual “el tal paro agrario ese no existe”, complicó aún más el panorama. Tras intensas reuniones a mediados de septiembre el paro se levantó con la firma del Pacto Nacional Agrario, pero Santos pagó un alto precio, pues su popularidad, que a mediados de año estaba bordeando el 40%, se desplomó a 19%. Consecuencia obvia: poner en duda la posibilidad de aspirar a la reelección.
3. Paralelo a la crisis de popularidad presidencial, el exmandatario Álvaro Uribe había empezado a mover sus hilos para escoger un candidato fuerte para enfrentarlo a Santos. Para ello no sólo había creado un partido, que inicialmente se llamó “Puro Centro Democrático”, sino que se decidió que habría una consulta popular para escoger al presidenciable, siendo ya precandidatos Oscar Iván Zuluaga, Carlos Holmes Trujillo y Francisco Santos. Sin embargo, a mitad de camino, cuando las encuestas favorecerían al exvicepresidente, se cambió de idea y se decidió que el aspirante sería ungido en una convención. Esta no sólo resultó accidentada y polémica, sino que la ganó sorpresivamente Zuluaga, en medio de la inconformidad clara de Santos. Incluso se dijo que Uribe y su sanedrín maniobraron para escoger al exministro.
4. Con Zuluaga, convertido ya en acérrimo crítico de Santos, y Clara López, del Polo, en el partidor presidencial, la duda se centró en si Santos se lanzaría. Ya tenía asegurado el apoyo de La U, Cambio Radical (con Vargas Lleras como Plan B) y los liberales, en tanto que el Partido Conservador (pieza clave de la Unidad Nacional) se debatía entre lanzar un candidato propio o irse con la reelección. La fecha límite era el 25 de noviembre. Si bien en las encuestas había recuperado algo de terreno, aún no llegaba a los niveles de junio. Sin embargo, ya con el efecto del paro agrario atrás y con el viento de cola derivado del acuerdo en torno al segundo punto de negociación en La Habana entre Gobierno y Farc, el Presidente decidió el 20 de noviembre oficializar que iba por un segundo mandato. Para ese entonces Buen Gobierno tenía montada buena parte de la estructura regional que serviría de soporte de campaña y adelantado el borrador del programa político. De paso, Vargas Lleras pasó de ser el “plan B” santista para la Presidencia, a la principal carta para la Vicepresidencia, opción que no le sonaba mucho entonces al exministro.
5. Es decir que a finales de noviembre había sobre el tapete tres candidatos (Santos, Zuluaga y López), en tanto que creada ya la Alianza Verde (producto de la fusión del Partido Verde y Progresistas), no sólo se apuntaba desde allí a ser la tercería sino que maduraba la idea de escoger candidato propio en una consulta interna en marzo (paralela a las elecciones parlamentarias). Enrique Peñalosa y Antonio Navarro asomaban, entonces, como los nombres a competir. En las encuestas tempraneras de entonces el voto en blanco y los indecisos eran la mayoría, en tanto que Santos obtenía el mayor apoyo entre los presidenciables.
6. Llegó diciembre y cuando se creía que habría algún tipo de tregua política navideña, pasó lo contrario. No sólo los distintos partidos pusieron sobre la mesa las planchas de candidatos al Senado y la Cámara (siendo la postulación de Uribe la mayor sorpresa), sino que se veía claramente que mientras la coalición de Unidad Nacional apostaba a mantener el dominio del Legislativo, el uribismo se la jugaba a romper esa hegemonía e incluso hablaban de ganar no menos de 50 curules en el Senado y otras tantas en Cámara. De forma paralela, el conservatismo no lograba consenso en torno a la estrategia presidencial y se aplazó de nuevo la Convención partidista para enero, lo que se creía que abonaba el terreno para terminar respaldado a Santos.
7. Sin embargo, se produjo un hecho que impactó la campaña por la Casa de Nariño: la Procuraduría destituyó e inhabilitó al alcalde de Bogotá Gustavo Petro por los líos en el cambio de esquema de aseo y recolección de basuras en diciembre de 2012. Con el beligerante burgomaestre lanzado a la plaza pública para oponerse a la drástica sanción, apelado el fallo ante el propio Ministerio Público, un alud de tutelas contra el mismo y la decisión de acudir ante la CIDH en busca de medidas cautelares, la campaña presidencial quedó en un segundo plano, más aún porque también tomaba cuerpo la posibilidad de convocar a una revocatoria del mandato. Mientras el uribismo evidenciaba su antipetrismo y Peñalosa quedaba contra la pared porque los Progresistas (petristas) estaban en la Alianza Verde, este caso implicaba de forma más definitiva al propio Santos, pues la Constitución deja en sus manos la responsabilidad de expedir el decreto de destitución del Alcalde Mayor. Santos no tomó partido en la controversia y solo dijo que se limitaría a cumplir la ley. Paradójicamente esa postura institucional del Jefe de Estado no fue leída así por una opinión pública polarizada frente a Petro y las encuestas así lo reflejaron.
8. Vino, entonces, enero y la recta final de la campaña presidencial se centraba, entonces, en tres hechos clave: el proceso de paz, el caso Petro y los escenarios que se iban configurando en la antesala de las elecciones parlamentarias. Frente a lo primero, era claro que sería difícil cerrar la agenda antes de mayo, puesto que apenas si se estaba asumiendo el tercer punto, referido al complicado tema de cómo afrontar el problema del narcotráfico. Se evidenció, entonces, que la campaña estaría cruzada por la negociación de paz y no por una citación a referendo para votar sí o no al acuerdo definitivo. Así las cosas, la puja por la Casa de Nariño se jugaría entre quienes estaban dispuestos a continuar la negociación y los que, con el uribismo a bordo, planteaban subirle las condiciones a las Farc y, por esa vía, apuntar más a romper o congelar el proceso. A su turno, el caso Petro se congeló por efecto de la tutelatón contra el fallo de la Procuraduría, que no pudo notificar a la Casa de Nariño rápidamente de la sanción. Y en cuanto a la puja por el Congreso, las encuestas empezaban ya a evidenciar que el uribismo punteaba pero no tendría las curules que aspiraba, por lo que se preveía que la coalición santista saldría avante en marzo.
9. Pero a finales de enero, se daría un hecho clave dentro de la campaña. Una accidentada Convención conservadora en la que se impidió hablar a los dirigentes y congresistas santistas, no se respetó el orden del día, se retiró la mayoría del Comité de Garantías y se denunciaron anomalías en el sistema de votación, eligió a Marta Lucía Ramírez como candidata presidencial de ese partido. La noticia sorprendió pues para nadie era un secreto que gran parte de la bancada estaba a favor de apoyar la reelección. No había terminado el evento cuando ya se anunciaban las respectivas impugnaciones ante el Consejo Nacional Electoral. Se dijo, entonces, que la alianza entre Uribe y el expresidente Pastrana fue la clave para evitar que la Convención le diera el sí a la alianza con Santos.
10. El comienzo de febrero vino ya con las primeras encuestas presidenciales más sólidas, puesto que estaban ya casi todos los aspirantes definidos: Santos, Zuluaga, López listos. Ramírez –aunque la convención estaba impugnada– fue oficializada ante la Registraduría y Peñalosa se daba como el más seguro candidato de los verdes, frente a Camilo Romero y Jhon Sudarsky. Esos primeros sondeos mostraban, en promedio, a un Santos que bordeaba porcentajes del 30 por ciento, en tanto que el lote perseguidor no pasaba el 13 o 14%, sin sacarse diferencias superiores a los tres o cuatro puntos como máximo entre ellos. Además de la cómoda ventaja del ya Presidente-candidato, el hecho más notorio aquí era que el voto en blanco lideraba varias de las encuestas, incluso con porcentajes superlativos de 40 por ciento o más. Los analistas indicaban que ese alto e inédito porcentaje lo único que reflejaba era que un gran volumen de votantes no veía que la campaña presidencial arrancara en forma, pues mientras los rivales de la reelección buscaban desafiar a Santos y meterlo a la candela proselitista, éste se mantenía quieto y concentrado más en sus labores de Jefe de Estado que de candidato. Además, las bases parlamentarias de todos los aspirantes no estaban pensando ahora en la Casa de Nariño sino en cómo salvar u obtener sus curules. Los sondeos daban cuenta que el uribismo iba creciendo, los liberales estaban cerca, La U también y el panorama para los conservadores se iba complicando peligrosamente.
11. Pero, de nuevo, un hecho ajeno a la campaña la golpeó en forma significativa. La revista Semana reveló que en una casa de fachada en el sector Galerías, en el centro de Bogotá, funcionaban un centro de interceptaciones de Inteligencia Militar, desde donde, presuntamente, habrían espiado a los negociadores de paz del Gobierno en La Habana. Este tema impactó, no sólo porque estaba reciente la revelación de que hasta los correos electrónicos personales del Presidente fueron chuzados, sino porque de inmediato las miradas acusadoras se dirigieron al uribismo, dada su acérrima crítica al proceso de paz. El expresidente negó cualquier nexo con la llamada “plataforma Andrómeda”, en tanto que Santos tomó medidas drásticas contra la cúpula de Inteligencia Militar. En medio de ello, la campaña se empezó a calentar, bajo los cruces de acusaciones en torno a que los enemigos del proceso de paz estaban acudiendo al sabotaje y el espionaje para afectarlo, una hipótesis que polarizó aún más la puja proselitista.
12. Vinieron, entonces, las elecciones parlamentarias en donde las primeras derrotadas fueron las encuestas. La U sacó la mayor votación, aunque pasó de 28 a 21 curules. El uribismo y el conservatismo (al que los sondeos daban por agonizante) sumaron cada uno 19 escaños, en tanto a los liberales apenas les alcanzó para 17. Cambio Radical sumó 9, la Alianza Verde 5, el Polo 5 y Opción Ciudadana 5. MIRA, afectado por un escándalo que involucró a su líder religiosa, salió del Senado pero mantuvo el umbral por la votación en Cámara. Del resultado electoral se concluyó que el uribismo, con el expresidente ahora como senador electo, irrumpió con fuerza pero no alcanzó las 30 o 40 curules que prometía. La coalición de Unidad Nacional, en cambio, ganó al mantener las mayorías. Otra de las sorpresas de la jornada fue la alta votación de la consulta verde, que se acercó a los cuatro millones, con un Peñalosa sumando alrededor de dos millones de sufragios. Nadie esperaba semejante acogida en las urnas
13. El nuevo mapa político se reflejó rápidamente en las encuestas, pues tanto Peñalosa como Zuluaga empezaron a tomar distancia a Ramírez y López, pero aún así a un promedio de 10 o 15 puntos por debajo de Santos, que conservaba la punta cómodamente. Lo más importante de estos nuevos sondeos era no sólo que reflejaban la radiografía de las parlamentarias, sino el impacto en la escogencia de la mayoría de las fórmulas vicepresidenciales: Germán Vargas Lleras como compañero de fórmula de la causa reeleccionista; Carlos Holmes como socio de Zuluaga; y Camilo Gómez, tiquete de Ramírez. Faltaban Peñalosa, recién elegido candidato verde, y López, que apenas días después escogería a Aída Avella (hasta entonces candidata presidencial de la UP y última en las encuestas) como su llave. Aunque en estos sondeos el voto en blanco continuaba muy alto, ya era obvio que a medida que la campaña entraba en calor, tanto éste como el voto indeciso empezaban a retroceder. La pimienta diaria a la contienda la ponía la ofensiva de Uribe contra Santos desde twitter y la forma en que al Presidente empezaba ya a colmársele la paciencia y le respondía cada día con más dureza.
14. Pero, una vez más, el ritmo de la campaña se vio impactado por el caso Petro. El 19 de marzo, una vez la Procuraduría le notificó del fallo de destitución (luego que el Consejo de Estado y el Superior de la Judicatura negaran el tutelatón), Santos procedió a destituir a Petro, negando también la petición de medidas cautelares que había hecho la CIDH. La controversia política se prendió, la opinión se dividió aún más y, como si fuera poco, la demora por no saber quién debía presentar la terna para reemplazarlo, desgastaron gratuitamente al Gobierno y dio pie, incluso, para que sus críticos advirtieran que había una movida política tras la permanencia del ministro Rafael Pardo como alcalde encargado. Al final, el caso Petro le pasó factura a Santos y eso se vio reflejado en las encuestas de final de marzo, cuando la ventaja sobre sus rivales comenzó a estrecharse, sobre todo frente a Zuluaga y Peñalosa, que comenzaron a marcarle alguna distancia a Ramírez y López.
15. Vino abril y la campaña pareció tomar, ahora sí, ritmo definitivo. Santos le dedicó más tiempo a la actividad proselitista, en tanto que empezaron a surgir ciertas críticas por la falta de dinámica de los distintos partidos de la causa reeleccionista (La U, Cambio y liberales). Los conservadores, a su turno, se mantenían en el limbo en espera de que el CNE resolviera la impugnación de la Convención, lo que finalmente ocurrió en la tercera semana de ese mes, pero no dejó nada claro, ya que, por un lado, avaló el cónclave partidista pero, por otro, advirtió que sus efectos jurídicos quedaban condicionados a que el Directorio de la colectividad certificara la transparencia de la votación el 26 de enero. Como ésta no se expidió, entonces todo quedó en vilo de nuevo. El uribismo, a su turno, también vio que su candidato subía pero no tanto, por lo que empezaron a moverse más, siendo más agresivos en la campaña publicitaria y ‘reclutando’ de nuevo a Francisco Santos, cuyo respaldo a Zuluaga se vio más como un acuerdo a cambio de que el Centro Democrático le diera un eventual respaldo si se lanzaba a la Alcaldía de Bogotá, en caso de que Petro saliera definitivamente del cargo y se citara a elecciones atípicas. Peñalosa, por el contrario, empezó a ver como el viento de cola de la consulta interna se apagaba y ni siquiera la escogencia de la fórmula vicepresidencial, la costeña Isabel Segovia, y un recorrido por el país evitó que siguiera debilitándose en las encuestas poco a poco.
16. Era claro que unas elecciones atípicas en la capital del país se convertían en un elemento clave de la campaña presidencial. El pulso entre uribistas y santistas tenía aquí un nuevo y definitivo tinglado, en donde el perdedor cedía mucho terreno. Es más, se dijo que se hicieron maniobras para que la eventual citación a las urnas no se diera antes de la primera vuelta o incluso de la segunda, sino que quedara para después del 15 de junio. Pero lo cierto es que no había terminado de configurarse el partidor de eventuales candidatos a la Alcaldía, cuando, de nuevo, una maniobra jurídica del petrismo logró que el Alcalde volviera al cargo a finales de abril y que días después fuera el propio Consejo de Estado el que le otorgara las medidas cautelares para atornillarlo en el cargo en el puesto por un tiempo más. En medio de este escenario tan voluble se dio lo impensado: el petrismo entró a respaldar al santismo, teniendo como telón de fondo el apoyo al proceso de paz.
17. Cuando los escenarios de las alianzas empezaban a moverse, el panorama de las encuestas comenzó a variar. Santos pareció estancarse en promedios del 25 y 30 por ciento, en tanto que Zuluaga recortó terreno en cuestión de tres semanas, llegando, incluso, a ponerse en empate técnico estadístico con el Presidente-candidato en algunos sondeos. La campaña reeleccionista trató de sacudirse, nombrando al expresidente César Gaviria como jefe de debate, en tanto que Peñalosa comenzó a ver cómo quedaba atrás, seguido ahora más cerca por Ramírez y López, que empezaron a tener un leve repunte, gracias a una mayor publicitaria y mediática, aunque no en porcentaje suficiente para alcanzar a los dos punteros.
18. En momentos en que algunos analistas advertían que la campaña era “aburrida” y que se había polarizado entre santismo y uribismo alrededor de mantener el proceso de paz o romperlo y optar por la salida militar al conflicto, surgieron en la prensa graves denuncias contra ambos candidatos. A la campaña Santos se le acusó de haber recibido narcoaportes en 2010 por más de dos millones de dólares y aunque el uribismo dijo tener las pruebas de esa financiación ilícita, no las presentó a la Fiscalía, al punto que el propio Santos advirtió que denunciará a su antecesor por su denuncia peregrina. Santos ha insistido en que el expresidente Uribe miente. En el escándalo quedaron involucrados el asesor de la campaña J.J. Rendón y el exconsejero presidencial Germán Chica. Ambos fueron llamados por la Fiscalía para esclarecer los hechos. Entretanto, la campaña Zuluaga terminó en el ojo del huracán luego de revelarse que la oficina que contrató para manejar redes sociales estaba hackeando a los negociadores del proceso de paz y manejando información de Inteligencia Militar. Zuluaga negó inicialmente cualquier nexo con esa oficina pero luego dijo que había estado allí de pasada. Sin embargo, se reveló un video en donde se ve al candidato uribista en una larga reunión con el hacker, que habla sobre espionaje al proceso de paz y manejo de información de seguridad nacional. La Fiscalía investiga el caso y la campaña Zuluaga habla de montaje e infiltración.
19. Los debates entre los candidatos presidenciales brillaron por su ausencia en esta campaña, salvo el jueves y viernes pasado, en donde por primera vez estuvieron los cinco aspirantes. Más allá de las diferencias entre las mecánicas que se utilizaron fue claro que tener cinco voces exponiendo, replicando y contra-replicando sometidos a la dictadura de los segundos es imposible para realizar una buen debate. Tampoco hubo mayores debates entre los aspirantes vicepresidenciales. Quizá por lo mismo es que la campaña quedó marcada en sus últimas semanas por el rifirrafe entre los candidatos, el cruce de acusaciones y una publicidad política bastante agresiva, que nunca se había visto en Colombia.
20. Termina así este recorrido por la más de diez meses de campaña presidencial. Quienes la tildan de aburrida se equivocan. Fue movida y candente. Dado que el pico de los escándalos se dio en la última semana no se sabe qué efecto tuvo, como tampoco el de los únicos dos debates televisados de jueves y viernes pasados. Al final, sólo las urnas darán hoy el dictamen definitivo. No se puede perder de vista que hay muchos ciudadanos que no van a las urnas en la primera vuelta y prefieren reservarse para la segunda y definitiva vuelta. Habrá que esperar a los resultados de esta noche para saber qué puede pasar.