El lunes en la noche La Barca puso en circulación una información recibida de parte de varios magistrados en la que expresaban su desconcierto por los acuerdos a los que había llegado el presidente del Consejo de Estado Gustavo Gómez Aranguren en materia de reforma judicial, en la reunión tripartita celebrada en el tercer piso de Palacio.
Un aplazamiento. La noticia entregada por los consejeros inconformes decía que se había aplazado para la mañana del martes la reunión extraordinaria del Consejo de Estado convocada para conocer los alcances del "supuesto" acuerdo que se hizo con el Presidente de la Republica alrededor de la polémica reforma a la Justicia.
Unas preguntas. Se le iba a preguntar de parte de varios consejeros al presidente Gómez Aranguren hasta dónde se comprometió el Consejo de Estado en el trámite de la reforma a la Justicia y con base en qué facultades comprometió a la institución, porque (según algunos consejeros consultados por La Barca) “el doctor Gómez Aranguren dice una cosa al exterior y otra muy distinta al interior de la corporación”.
Una larga sesión plenaria. El martes sesionó de manera permanente durante doce horas el Consejo de Estado y allí se acordó rodear a Gómez Aranguren, “puesto que el dignatario fue asaltado en su buena fe” y decidieron que la Sala de Gobierno no era la competente para autorizarlo, puesto que lo tratado en el tercer piso de la Casa de Nariño produce soroche (mal de altura o mal de páramo) a quien llegaba allí por primera vez. El Consejo de Estado decidió apearse del tren de la prosperidad y echar al piso los acuerdos a los que se había llegado.
Paso a la política. El tema electoral en el Consejo de Estado tiene desolados a los hermanos godos, pues -sin querer queriendo o guadaña en mano- pretenden borrarlos del mapa, buscando dilatar, dilatar y dilatar, costumbre viciosa desde la época del magistrado Suárez Hernández, cuyas rondas pasaron de trescientas, hasta llegar al físico cansancio por votar, votar y votar para terminar escogiendo lo que diga la nueva manguala de ilustres boyacenses, dedicados a “encorar” el santo “Rosario” con sus pares de Nariño, eligiendo al policía Suárez de Alba, Stella Conto, Andrade y el inescrutable e indefinido Yepes, todos estos de la mano del gurú Gómez Aranguren, a quien no se le puede creer ni lo contrario de lo que dice o sea no se le pueden creer ni las mentiras.
Como decíamos ayer. Ante este panorama, preguntamos: ¿qué clase de magistrados son los que están llegando ahora a administrar justicia en Colombia? ¿No era, al menos, digno que se hubieran declarado estos jefes de debate de la Fiscal impedidos para intervenir en el proceso que terminó con su salida?