LA BARCA DE CALDERÓN | El Nuevo Siglo
Jueves, 7 de Noviembre de 2013

¡Qué tiempos aquellos!

El notable exmagistrado cartagenero Carlos Villalba Bustillo, desde su malecón periodístico que aparece semanalmente en el diario El Universal, nos deleita en prosa y en verso, regresándonos a las inolvidables épocas del poeta Luis Carlos López, “El Tuerto”, al ocuparse de algunas cosas que pasan en los más encopetados estrados judiciales del país. 

Comienza por evocar el añejo tango de la dupla conformada por Francisco Canaro y Manuel Romero, titulado Viejos tiempos, magistralmente interpretado por Charlo, para subrayar que “cuando el Congreso de la República, antes del Frente Nacional, elegía a los magistrados de las altas cortes y sin embargo jamás se veía por el Capitolio a ningún ternado lagarteándose los votos de sus electores. Los magistrados ya en funciones decidían jurídicamente, no políticamente, y no utilizaban su cargo como trampolín para intrigarse otro destino ni dentro ni fuera del país".

Otro agarrón entre magistrados. En la última sala plena de la Corte Constitucional se presentó un episodio que ha pasado inadvertido para la acuciosa reportería que cubre diariamente todos los frentes noticiosos que convergen en el céntrico Palacio de Justicia:

La Barca conoció en fuentes de insospechable seriedad  la versión sobre la acalorada disputa de altísimo voltaje, en sala plena de la Corte Constitucional, cuando los magistrados Nilson Pinilla y Jorge Pretelt se trataron como verduleras en el mercado de Bazurto o en las playas de Bocagrande, intercambiando duras y agresivas recriminaciones, tratándose de “delincuentes”. Reiteramos que este vergonzoso espectáculo (que no es el primero entre sus protagonistas) lo vivió la Corte el último miércoles 30 de octubre.

Actitudes francamente insólitas. Como bien lo recuerda el jurista costeño Villalba Bustillo, ese espectáculo que heredamos del último gobierno con la Corte Constitucional y la Sala Disciplinaria del Consejo de la Judicatura, nos ha llevado a las actitudes insólitas como la de sacar a ventilar en debate público, con pataletas insensatas, los fallos mayoritarios de las corporaciones judiciales a través de las cámaras, los reflectores, los micrófonos y los titulares de prensa.

El decoro de otros tiempos. Tras señalar que “en el pasado, uno no concebía al brillante magistrado  Carreño Mallarino filtrando un salvamento de voto, antes de que se conociera una sentencia de la que discrepaba”, nos invitó a leer el siguiente soneto de corte “tuertolopezco”, salido de la sesión de Espiritistas Líricos del lunes 4 de noviembre de 2013, celebrada en su muy amado Corralito de Piedra:

Jorgito. A un alto tribunal llegó Jorgito

el gavetero, el fino intrigante

y finquero, trepador, petulante

y arribista que, a saltos de sapito,

consiguió que el Congreso lo eligiera

para cumplir una misión abyecta,

como todo borrego que proyecta

llevar hartazgos a su madriguera.

Buen apetito tiene el magistrado.

Lo desquician los platos suculentos,

traga sin eructar el estofado,

las mermeladas y los condimentos.

no hay un menú que deje atragantado

a este devorador de emolumentos.