¿Los tuiteros son periodistas? Ofrecemos a la clientela de La Barca esta refrescante pausa sabatina a propósito de un interesante ejercicio del estudiante de periodismo Raimundo Tabares sobre los millones de tuiteros que invaden el globo terráqueo.
La respuesta. Los tuiteros ni los grafiteros, tampoco los blogueros, o aquellos que tienen cuenta en Facebook pueden llamarse periodistas por sus actividades comunicativas.
Es cierto que se comunican con públicos que pueden llegar a ser más extensos que los de cualquier periódico; que pueden comunicarse con mayor frecuencia que un periódico; que pueden tener la misma periodicidad en su comunicación, de un periódico. Empero, no son periodistas.
¿Qué necesitarán? - Dedicación profesional a las tareas de servir a una audiencia, a través de la información de los hechos diarios de la vida de la sociedad, del país o del mundo.
- Procesamiento diario de las informaciones para servir al lector con los antecedentes, los contextos y las proyecciones de los hechos.
- La confirmación y ampliación de los hechos con ayuda de fuentes plurales y diversas que, además, deberán ser idóneas a independientes.
Conciencia. Estos pasos deben estar guiados por una conciencia profesional cuyas normas éticas han llegado a conformar un talante o costumbre de acción.
Tanto los usuarios de las nuevas tecnologías como los periodistas sin una conciencia clara de su identidad profesional suelen limitar a las actividades descritas en el primer apartado, que son una parte mínima del quehacer periodístico.
La aparición de esa apariencia de periodismo, sin embargo, ha tenido el buen efecto de obligar a periodistas y lectores a preguntarse: ¿qué es un periodista? Las respuestas a esa pregunta han contribuido a una formulación completa de los elementos de que está hecha la identidad periodística.
Documentación. Tabares se pregunta: ¿Será periodista quien da a conocer una información de última hora a través de Twitter o Facebook? Cree que no.
Allí hay una comunidad, objeto de estudios antropológicos y comunicacionales, que se informa apurada y limitadamente de lo que acontece. Hasta esos límites no puede reducirse el ejercicio profesional.
Además de expresarnos, a los periodistas nos alienta el deber de garantizar la información veraz, confirmada y contrastada, imparcial, contextualizada, transparente y de interés público.
La emoción y fogosidad de quien pone un mensaje en Twitter difiere del rigor y la responsabilidad de la acción del periodista.
¿Y los periodistas? El periodista mantendrá su vigencia de guardián de la democracia, si está dispuesto a denunciar la corrupción, a descubrir lo oculto, a mantener la independencia de los poderes económicos y políticos, a pedir cuentas. Y a rendirlas, si transparencia y coherencia forman parte de los principios del decálogo ético.
Otra cosa es que los medios se apoyen en las redes sociales. Considero que además de la convergencia, corresponden a una de las estrategias de adaptación, al convertirlas en canal favorito para difundir noticias de última hora y promover contenidos.
(El ensayo fue publicado originalmente por Víctor León Zuluaga, Defensor del Lector de El Colombiano, de Medellín).