Preguntas para la bola de cristal ¿La semana que llega a su fin ha sido la más complicada, negra y difícil en los tres años que lleva en Palacio el presidente Santos?
¿Cuándo comenzará a hacerse notorio el desgaste sufrido por la administración en el prolongado paro agrario? ¿Se le embolató la reelección a Santos?
¿Habrá peligro de que ante la fuerza que tomó el movimiento a escala nacional, se repita en los once meses que le quedan a Santos?
¿Será que los presidentes futuros tendrán que cuidarse para no padecer calvarios como el que ha aguantado el régimen santista?
¿Ha sido inferior a las circunstancias, a lo largo del paro, el equipo de inmediatos asesores del Presidente? ¿Se subestimó al campesinado?
¿De dónde sacaría Otto Gutiérrez, el Secretario de Prensa de Palacio, que el paro duraría un solo día?
¿Por qué no ha tenido éxito en su rol de conciliador, en las “áreas de candela”, el ministro consejero Lucho Garzón?
¿Sí ha dado la medida, en el manejo de la “batalla de Boyacá”, el secretario general de la Presidencia, Aurelio Iragorri hijo? ¿La inteligencia militar y de Policía comprobó la infiltración de gente de las Farc en los bloqueos viales?
¿Cuándo conoceremos el nombre del “eficiente” consejero palaciego autor de la infortunada frase, según la cual, “el paro agrario no existe”?
¿Se equivocó de táctica Santos al amenazar con el envío de la Fuerza Pública a los promotores de los bloqueos a las carreteras?
¿Si en el pasado paro cafetero se demostró que los retenes son difíciles de evitar y desmontar, por qué garantizó Santos que los impediría?
¿Sí ha estado el ministro Fernando Carrillo a la altura de las circunstancias o le tocó un “chicharrón” como para que lo manejara medio gabinete?
¿Y cómo ha estado en su papel el debutante director de la Policía, general Palomino?
¿Cuándo recuperarán su libertad y regresarán a sus casas los protestantes capturados en los bochinches armados en ciudades y pueblos del país?
¿Quién paga los platos rotos de los vandálicos ataques contra establecimientos comerciales de Bogotá, Soacha, Fusagasugá, Facatativá y Zipaquirá?
¿Si el refrán dice que guerra avisada, no mata soldado, por qué se confiaron tanto las autoridades?
¿Creyeron, desde el Presidente hasta el más humilde patrullero, que la cosa no pasaría a mayores?
¿Rodarán algunas cabezas o dejarán las cosas del tamaño en que quedan al languidecer la protesta?
¿Cómo explicar la apatía del Congreso frente al desarrollo de la protesta popular?
¿Acaso no se autodenominan “padres de la Patria” los senadores y los representantes a la Cámara?
¿Habrá una institución seria, responsable, capaz de decirle al país cuál es el monto real de las pérdidas que deja el paro?
¿Cuantos han sido los muertos, cuántos los heridos y cuántos los detenidos en los once días de la protesta?
¿Corrieron serio peligro las instituciones en el marco del paro nacional agrario que ha llegado a su fin?