LA BARCA DE CALDERÓN | El Nuevo Siglo
Lunes, 26 de Noviembre de 2012

Por William Calderón

 

La recaída de Peláez. Lamentamos informar que el director de La Luciérnaga, Hernán Peláez Restrepo, ha sufrido una recaída en el mal que enfrenta con gran entereza, circunstancia que lo ha forzado a marginarse –ojalá sea temporalmente- de la conducción de su programa bandera, en el que no tiene sustituto.

 

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El papelón de Gabriel. Gabriel de las Casas, quien se siente heredero por derecho propio del cargo de Peláez, se sienta en su silla, pero no lo remplaza. No es fácil calzar sus zapatos y el rol le queda grande como ropa ajena que no le pertenece.

 

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Espantando audiencia. En la semana que acaba de pasar, ante la ausencia del ingeniero vallecaucano, mucha gente buscó y encontró en la frecuencia de RCN a Guillermo Díaz Salamanca.

 

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Evocaciones. En la página 41 del exitoso libro “Los cuentos de Hernán Peláez”, de Edgar Artunduaga, encontramos estas reminiscencias de Peláez: “Viajábamos por  tierra a Manizales con Guillermo Díaz Salamanca. Ibamos a la Feria, recuerda Yamid Amat. Fue una risa permanente  durante el largo camino y descubrí al maravilloso personaje. Guillermo trabajaba en otra cadena de radio y no podía entonces hablar en Caracol.  Sin embargo, me acompañaba los viernes en el programa. Me respondía como el Papa, como Belisario, como tantos personajes que él imita magistralmente. Nadie sabía que era Díaz Salamanca. También me acompañaba Juan Harvey Caicedo. Yo nunca he conocido un hombre de la genialidad de la improvisación y la cultura para hacer humor como él, realmente insuperable”.

 

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El estilo. Peláez –escribe Artunduaga– dice lo que dice sin estridencias, sin gritos, sin frases altisonantes ni vulgares, como habla con naturalidad de la vida, la enfermedad que lo aqueja o la muerte (“hoy viajó tal personaje”).

Gustavo Alvarez Gardeazábal, simplemente Gardeazábal en La Luciérnaga, considera que Peláez “sabe redondear su esquema de trabajo y como no le gusta repetir lo que quiere  que se haga, es claro en asignar funciones. Delega al máximo y con confianza. Cree en quienes trabajan con él y, como sucede en todo ser humano que se basa en la confianza, en la capacidad de actuación que tengan aquellos en quienes las deposita; si la pierden, la perdieron.

 

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Frase lapidaria. En la página 127 de la magnífica biografía dice Peláez: “Si Gabriel de las Casas no ha aprendido durante todo este tiempo, perdió el año; más no puedo hacer”.