Verdades amargas. Con tristeza y desesperanza los cafeteros de Colombia viven el presente y futuro de su cultivo; la opinión pública observa indolente la ruina de 600.000 familias; el Congreso se limitó a convocar sendos debates que no dieron ninguna solución, y el Gerente de la Federación, ignorando las peticiones de precio justo por el grano, o precio de sustentación del café, contestó con falacias, distractores, y tomó como aporte el cambio climático de invierno a verano para anunciar buenas floraciones y cosechas. Pero del precio del café no dijo ni mu...
Sin cosecha, precio ni calidad. El calvario del cafetero colombiano no ha terminado: la florescencia la arruinó el invierno; el café de la cosecha que se está recolectando lo secó el verano, y el precio actual no compensa los costos de producción. Nadie hace nada por cambiar y todos se siguen enriqueciendo con la ruina del cafetero.
Comercialización perversa. Un sistema de comercialización del grano como un comoditie, sometido a la especulación de las bolsas de Nueva York y Londres, determina el precio interno del café suave colombiano y, por un estado de necesidad, obliga al cafetero a vender su producto por debajo de los precios de producción.
A partir del segundo eslabón de la cadena de comercialización el café suave colombiano se vende por la calidad.
Una vez el cafetero vende su café al exportador particular o a la misma Federación Nacional de Cafeteros, a través de las cooperativas o de Almacafé, el producto adquiere el valor agregado de la calidad, que paradójicamente fue el cafetero quien, con sus buenas prácticas de cultivo, recolección y beneficio, le imprimió al grano que gustoso paga el consumidor final, ignorando que el valor que él paga por ese exquisito café no le llega al productor.
La fe del carbonero ya no acompaña al cafetero. Cada vez que un carbonero inicia una quema de carbón, lo acompaña la esperanza de que saldrá un producto de buena calidad. Así mismo el cafetero vivía de la esperanza, según la cual la próxima cosecha sería la que le permitiría salir de sus deudas y garantizar su sostenimiento y el de su hogar.
Hoy ha perdido la fe, y los anuncios del Gerente de su gremio de buenas floraciones este año para la traviesa del 2013 no levantan el ánimo de los maltrechos campesinos, quienes desde el Huila, Cundinamarca, Antioquia, Caldas, Risaralda, Quindío y Cauca gritan “para qué más producción si producimos a pérdida. Y ello mientras todos se enriquecen, todos ganan, todos tienen asegurado su sustento menos nosotros”. Y evocando el Lamento Borincano:
“Se oye este lamento por doquier
Y triste… el cafetero va.., pensando así.., diciendo así.., cantando así… por el camino…
¿Qué será de los cafetales, mi Dios querido?,
¿Qué será de mis hijos y de mi hogar?
Todo, todo está desierto, el mundo está hecho de infelicidad, ay de infelicidad.
Colombia la tierra del café, la que la Unesco llamó la tierra del paisaje.
Ahora que tú mueres con tu café, déjame que te cante yo también”.
Si el café no es sostenible. Y el paisaje cafetero tampoco lo es. Cada vez que a los cafeteros se les niega el precio justo por su producto, los cultivos de café desaparecen y el paisaje cafetero no tiene quien lo preserve.