La dignidad. El domingo la Convención conservadora eligió a Marta Lucía Ramírez candidata del Partido. Los amigos del reeleccionismo santista, al verse abocados a una derrota sin remedio, resolvieron abandonar el barco con el propósito de dejarlo sin quórum y deslegitimar el certamen.
El triunfo con más de mil votos de la ex ministra de Defensa fue incuestionable y le permite ser oficialmente ungida para el gran reto electoral presidencial. El conservatismo recobró su dignidad y afianzó sus posibilidades de ser una colectividad autónoma y respetable. Nada pudo la ‘mermelada’ gobiernista y solo 10 senadores de los 22 que componen la bancada parlamentaria en la Cámara Alta abandonaron el recinto. El resto del Partido, constituido por representantes legítimos de la base conservadora, permaneció fiel al compromiso contraído.
Demandas. Ahora proponen demandar ante las autoridades electorales el solemne acto celebrado, en un intento desesperado por desconocer los estatutos y menospreciar los documentos en que se apoya la decisión mayoritaria; de nada valdrán estos propósitos pues la realidad política es inocultable: Marta Lucía Ramírez emerge como candidata única del histórico Partido Conservador.
Los demás. Este hecho frena el crecimiento vertiginoso de Peñalosa que, sin haber oficializado su candidatura, según los últimos sondeos marca más que el candidato Oscar Iván Zuluaga, del Centro Democrático. Si la Convención Conservadora hubiese tomado la decisión de apoyar a Santos, los conservadores que no simpatizan con el Presidente-candidato hubiesen ido a parar al Partido Verde. La presencia de Marta Lucía como candidata impide que los conservadores indignados se muevan de la carpa azul.
La tristeza santista. Concluido el debate, caras largas eran la constante en predios cercanos al Centro de Convenciones “Jiménez de Quesada”, y especialmente en el restaurante El Virrey, del Centro Internacional, donde la cúpula del santismo godo había instalado su cuartel general. Desde allí se dispararon las alarmas con destino a la Casa de Nariño, en el momento en que el veterano líder barranquillero Roberto Gerlein se vio superado por la fuerza de la base azul.
Histórica silbatina. Si bien se puede considerar de mala educación la silbatina con que fue recibido Gerlein cuando intentaba postular la coalición con el santismo, también es dable reconocer que la reacción airada del grueso de los convencionistas no se dirigía precisamente contra el senador costeño sino, claramente, en rechazo al Presidente-candidato. Los silbidos llegaron diáfanos hasta el Salón de los Gobelinos, donde Santos se acicalaba pensando en llegar al “Jiménez de Quesada” en hombros victoriosos. Un par de horas después debió modificar por completo su agenda y cambiar el vestido de triunfo por la sudadera de campaña.
Así mismo sonaron destempladas las reacciones del camaleónico Roy Barreras, quien alegaba -solitario- en su Twitter que las bases azules preferirían a Santos ¿Mal informado, despistado o desconsolado?