El mundo amaneció ayer en estado de máxima alerta y preocupación porque Corea del Norte realizó su quinta prueba nuclear, la segunda en el presente año y con el agravante de que fue la de mayor potencia de cuantas ha llevado a cabo. Las mediciones sobre movimientos telúricos evidenciaron que la explosión provocó un sismo de magnitud 5 en la escala de Richter.
De inmediato la comunidad internacional produjo una andanada de condenas contra este nuevo “ensayo nuclear” y advirtió que el régimen de Pyongyang desoye y desafía a la ONU, el Consejo de Seguridad y a todo el conglomerado de países del orbe. Pero mientras esas reacciones se escalaban en todo el planeta, en Corea del Norte su enigmático gobernante Kim Jong-un aparecía en los medios de comunicación dando muestras de satisfacción y orgullo nacional por sus avances en la fabricación y experimentación de poderosas armas letales.
La misma información norcoreana indica que este país alcanzó su objetivo de miniaturizar una ojiva nuclear para poder armar un misil, lo que aumenta exponencialmente el riesgo de un incidente bélico de máxima peligrosidad y poder de daño en esa atribulada región orbital. Para tener una idea de la amenaza a la que se enfrenta el mundo, baste con saber que los expertos señalan que Corea del Norte ensayó una bomba de unos 10 kilotones, en tanto que la bomba lanzada por Estados Unidos en Hiroshima era de 16 kilotones.
Sin embargo, el régimen no se inmutó y celebró su nuevo desafío al mundo, sin importar que en el entretanto su pueblo padezca la atroz hambruna y la desesperación de vivir prisioneros en ese mundo utópico de corte comunista y gobierno hereditario. Pareciera que Kim Jong-un se quedó en el pasado remoto cuando Maquiavelo predicaba en El Príncipe que este “…no ha de tener otro objetivo ni otra preocupación que no sea la guerra y su organización y disciplina, ni debe asumir alguna otra profesión. Porque eso es lo que se espera del que manda y es de tanta fuerza que no solo sostiene a quienes han nacido príncipes, sino que muchas veces hace que simples ciudadanos lleguen a aquella altura”. Y agrega el mismo autor: “La primera causa de que el príncipe pierda su autoridad está en el abandono de esa profesión y lo que más ayuda a adquirir el poder es profesar tal arte”.
Aunque desde 1532 hasta la fecha el mundo ha transitado por muchos acontecimientos y llegado a niveles de la más alta tecnología bélica, pareciera que las admoniciones de Maquiavelo no tuviesen mayor razón de ser en un mundo civilizado. Pero no es así. El fanático gobernante de Corea del Norte, propenso a fusilar tanto a sus enemigos como a los más obsecuentes de sus servidores, incluyendo a sus ministros y jefes militares, pareciera inspirado en el famoso florentino. Se le ve casi que obsesionado con convertir a Corea del Norte en una temible nueva Esparta. En tal sentido, lo que buscaría es sembrar el terror entre sus vecinos para satisfacer su paranoia, pero sin que avance a una guerra y menos de corte nuclear. Una guerra que no estaría en condiciones de ganar contra los países que le son contrarios no sólo en Asia, sino en Occidente. Incluso, es claro que su economía es tan débil que así diera un primer golpe destruyendo ciudades y matando a decenas de miles allende de sus fronteras, de manera inevitable terminaría por ser derrotado militarmente.
Tras el nuevo ensayo nuclear, Washington, una vez más, hizo un llamado a Corea del Sur y Japón para endurecer las sanciones a Pyongyang, al tiempo que en la ONU el Consejo de Seguridad se reunió ayer de emergencia. Lo ocurrido ayer es también un desafío geopolítico a China, bajo la sospecha permanente de que sigue respaldando el régimen comunista coreano, así lo niegue reiteradamente.
Más grave aún es que el ensayo nuclear de ayer se dio el mismo día que se cumple el 68° aniversario de la proclamación del país bajo el puño de hierro de Kim Il-sung, abuelo del hoy gobernante. De allí, incluso, que los expertos sugieren que podría tratarse de un acto de propaganda del régimen destinado a mantener la zozobra y la amenaza de guerra contra sus vecinos, así como a mostrar la dimensión del poderío nuclear a un pueblo cada vez más desesperado.
Sea lo que sea, Corea del Norte volvió a asustar ayer al mundo y la comunidad internacional parece no poder descifrar cómo neutralizar semejante riesgo global.