Kuczynski y el retorno del imperio Inca | El Nuevo Siglo
Domingo, 12 de Junio de 2016

Por Juan Camilo Velandia*

 “¡VAMOS Keiko, vamos…! ¡Vamos, Keiko, que ganamos…! ¡Hasta presidenta no paramos…!” Aquel es el estribillo del jingle político que ha usado Keiko Fujimori, en su conato de reconquista por la otrora Casa de Pizarro -hoy Palacio del Gobierno de Perú-. Ese sitio está emplazado en pleno centro de Lima. Ese lugar ataviado con una arquitectura “neobarroca”, tal como lo han mencionado en uno que otro discurso los presidenciables.

Aquel fue el búnker donde posiblemente se urdió la campaña de reconquista económica de Alan García –presidente entre 1985 y 1990, y entre 2006 y 2011- para salvar al país de una debacle monetaria. Esa misma casa, que empezó a construirse en el siglo XVI, fue donde se planeó la estrategia de Ollanta Humala (2011 y 2016) para internacionalizar a Perú y borrar la mala imagen foránea.

 Y sí. Esa famosa casa diseñada por el arquitecto francés Claude Antoine Sahut Laurent fue la misma que sirvió de ‘cuartel’ para que Alberto Fujimori urdiera sus planes para combatir el terrorismo de Sendero Luminoso. Claro está, solo el destino y la historia dilucidarán si cada uno de estos mandatarios peruanos acertaron en sus políticas de cambio social.

 El estigma Pizarro

 Si bien el palacio presidencial estaba nominado con el apellido del conquistador español -Fernando Pizarro- y fundador de Lima, el estigma de su nombre pesó durante mucho tiempo. ¿Por qué? Evocaba la época de la conquista española, la era de vejámenes contra los aborígenes peruanos y, en suma, la desidia contra el naciente imperio inca.

 Esa época en que las guerras civiles fueron el resultado de la emancipación del pueblo inca contra el dominio ibérico revivieron con el fujimorismo, medio milenio después. El nubarrón de un presidente de origen nipón, que empezó a condensarse hace veinte años, se desató a finales del siglo XX e hizo de Perú un torbellino de corrupción, de politiquería, de promesas incumplidas y de fallos administrativos que aún hoy causan estragos.                      

Las elecciones en Perú, con el halo del fujimorismo, revivieron ese fantasma de la desidia. Resurgió el estigma de un presidente acusado de “desaparecer gente” o de “atentar contra la libertad de expresión” -como lo tildaron varios de sus opositores-. Y renació la remembranza de un Perú subyugado, con su espíritu libertario oprimido.

 Camino del Inca

 El imperio Inca era la panacea del mundo hace cinco siglos: ordenado, ataviado con una naturaleza indómita -casi impenetrable por los Andes-, desolado y enriquecido con todo tipo de minerales. El camino que recorría este antiguo estado -que bien podría extenderse desde el colofón de Colombia hasta la parte más septentrional de la actual Argentina- era un martirio para quienes querían domesticar sus meandros terrestres.

Si bien en varios pasajes históricos este Camino testificó la campaña libertaria del Perú -no en vano esta ruta conduce a Cuzco, que en lengua aborigen significa “el ombligo del mundo”-, la democracia peruana trasegó políticamente por un "camino” similar, en los últimos años: la lucha contra la inequidad, la corrupción y el andamiaje del poder irrestricto.

 Aunque la reciente victoria de Pedro Pablo Kuczinsky (PPK) fue apenas por unos ‘cuantos’ votos -que no superaron el 1% de diferencia con la lideresa del partido Fuerza Popular-, él será el sucesor de Humala. Será el cuarto presidente beneficiado con el sistema democrático del Perú, tras los años de ‘sombra dictatorial’ del padre de Keiko. Hoy, PPK se erige como la mejor salida a los laberintos de aquel ‘camino’ que tenía a Perú en un vaivén  de incertidumbre. 

Imperio democrático

 PPK fue ‘entronizado’ por sus 8 millones y medio de votantes -que sufragaron a  favor de su partido, “Peruanos por el Kambio”-. Aunque la diferencia contra Keiko no superó los 45 mil votos, la política liberal de PPK debe erigirse como un nuevo imperio que recolecte la buena siembra de Humala  -sin mencionar a otros expresidentes-, en materias económica y social. También, su menester es continuar proponiendo reformas, sobre todo, en la seguridad ciudadana y nacional de los peruanos.

Perú está en un momento de inflexión. El rechazo de su población contra el fujimorismo es una reyerta contra el sufijo “ismo”: continuismo, populismo, etc. El empresario PPK tiene una vasta responsabilidad: recuperar a Perú como un referente latinoamericano. Uno capaz de soportar embates sociales, económicos y políticos. Uno con rótulo de imperio democrático.

*Profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Sabana