JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 29 de Agosto de 2012

Hacia la paz

EL  anuncio del presidente Santos sobre la iniciación de contactos exploratorios con miras a instalar una Mesa de Diálogo con la guerrilla, en busca de la paz, constituye sin duda una buena noticia y es un mensaje alentador para los colombianos.

Si algo nos urge es que se ponga fin a una guerra fratricida que diariamente arroja muchos muertos, heridos, familias destrozadas, vidas frustradas y bienes públicos y privados destruidos. Una guerra entre hermanos; entre integrantes del mismo pueblo, por unas causas que pudieron entenderse hace cuarenta o cincuenta años, pero que hoy no existen. Una guerra sobre la cual deciden en los altos niveles del poder estatal y en la cúpula de la subversión, enviando a la muerte a cientos de personas, con base en unas consignas que carecen de sentido.

Un gobierno democrático está obligado a buscar la paz. A explorar distintas fórmulas. A examinar posibilidades, pues según la Constitución Política, la paz es, para todos, un derecho fundamental y a la vez un deber de obligatorio cumplimiento. Por tanto, en Colombia -azotada por décadas de violencia y terrorismo- toda agenda de gobierno debe estar encabezada por la procura de la paz.

Hoy, fracasada la política de la guerra -que fue ensayada con grave daño para las instituciones y muchas veces con desconocimiento de principios y derechos (recordemos los falsos positivos)-, es hora de intentar una vía de negociación, que si es seria, prudente, sin sacrificio de la soberanía y sin impunidad, puede ser la que por tanto tiempo hemos querido encontrar y que han intentado varios gobiernos.

Hacemos votos por el éxito del Presidente en esta materia. Los colombianos -pensamos- depositarán en Santos toda la confianza y le ofrecerán el apoyo político y de opinión indispensable para alcanzar el propósito esencial.

Antecesores del actual Jefe de Estado, como Belisario Betancur, Virgilio Barco, César Gaviria, Ernesto Samper y Andrés Pastrana lo intentaron de buena fe, y muchas veces hemos estado ad portas de lograr la paz, aunque infortunadamente la mala voluntad de la guerrilla en unos casos (por ejemplo, el del Caguán) y las actuaciones oscuras de grupos extremistas (no olvidemos los crímenes cometidos contra los miembros de la Unión Patriótica) han frustrado el legítimo anhelo de nuestro pueblo.

El llamado a los colombianos, aunque quien esto escribe no es propiamente santista, debe ser: ¡Energía positiva para el Gobierno en busca de una paz negociada!