UNA VIDA en pro de los más necesitados, de la cual casi medio siglo dedicó al rescate de los niños de la calle fue la que vivió el padre Javier de Nicoló, el sacerdote de la comunidad salesiana que falleció en la madrugada de ayer debido a complicaciones de salud.
Desde que llegó a Colombia, en 1948, procedente de Italia, huyendo de la Segunda Guerra Mundial, el padre Nicoló centró su trabajo altruista en los niños y jóvenes, primero trabajando desde las cárceles y luego recorriendo las calles pasa sacar de ellas a quienes estaban consumidos por las drogas. Inicialmente se dedicó a la atención de los enfermos de Hansen, en Agua de Dios.
Las intensas jornadas no fueron obstáculo para que día a día, desde el Instituto Distrital de la Protección de la Niñez y la Juventud, Idipron, entidad que fundó en 1969, implementará y ejecutara un programa integral para rehabilitar y formar a los niños de la calle. Se calcula que desde entonces más de 45 mil personas fueron beneficiarias de esta noble causa.
En ese entonces, con un grupo de amigos y tras hacer un estudio detallado de las causas que llevaban a que los menores de edad dejarán sus viviendas y encontraran en las calles un hogar, decidió llevar a 207 “alumnos” a la Costa Atlántica para darles más que un paseo una nueva perspectiva de vida. Ese fue el arranque de su loable misión, que después se fundamentó con el Programa Bosconia, que fue copiado en varios países de América Latina.
A con los niños y jóvenes a las que dedicó su vida siempre los llamó “mis hijos” y nunca le importó ni el abandono ni el estado que se encontraran porque decía “a los hijos uno no les tiene asco, uno los regaña”. Y son esos miles de “hijos” los que hoy le rinden tributo y sienten como nadie su partida.