Italia registra una de las sequías más graves de su historia reciente: Diez regiones reclaman el estado de calamidad natural, el campo denuncia daños considerables, Roma planea racionar el agua corriente y el Vaticano corta el suministro a sus fuentes.
"Increíble. Como durante la Segunda Guerra Mundial, cuando en el verano de 1944 asignaban un litro de agua por persona", ironiza con la AFP Mario Tozzi, conocido geólogo italiano y autor de numerosos estudios y programas de televisión dedicados a la emergencia hídrica.
La nueva emergencia que azota a la península italiana es el fruto de una temporada particularmente seca.
Según los cálculos oficiales, Italia ha perdido en los últimos seis meses el equivalente de 20.000 millones de metros cúbicos de agua, algo tan grande como el lago de Como, al norte de Italia.
Desde el inicio del año las temperaturas medias han aumentado de 0,9 grados por encima de la norma.
Para la agencia de meteorología, Italia vivió la segunda temporada más seca de los últimos 60 años y dejó de recibir el 33% menos de lluvias con respecto a los años anteriores.
Debido a la sequía, las autoridades del Vaticano han decidido cortar el agua a todas las fuentes, tanto a las dos externas renacentistas en medio de la plaza de San Pedro, como a las internas, que adornan los jardines.
Agua barata y malgastada
"El problema no son las fuentes abiertas, el problema es el uso desconsiderado que se hace del agua (...) el hecho de que se malgasta, como ocurre con la agricultura", asegura Tozzi.
Pese a que el ministro del Medio Ambiente, Gian Luca Galletti, desea evitar todo alarmismo, las pérdidas en el sector agrícola y ganadero son elevadas y superan los 2.000 millones de euros.
La situación del río Po, el más largo de Italia, del que depende el 35% de la producción agrícola nacional, es preocupante. Su nivel bajó 50 centímetros en comparación con el año pasado en el mismo período, según Coldiretti, el mayor sindicato agrícola en el país.
La producción de cereales se redujo 30% en Lombardía, los viñedos han sufrido en el noreste, al igual que los olivos en las sureñas Pullas y Calabria así como los tomates y frutas en Emilia-Romaña.
En Sicilia se triplicó el coste de la irrigación y en Cerdeña miles de pequeñas empresas se quedaron sin agua.
En total, diez de las veinte regiones italianas han pedido que se declare zona de desastre natural, lo que implica la suspensión del pago de impuestos para los agricultores y el acceso a un fondo de compensación.
Para algunos expertos no se trata sólo de los efectos del cambio climático sino también del mal mantenimiento del sistema hídrico y de los abusos, entre ellos crear campos de golf en tierras desérticas o adornar residencias con prados a la inglesa.
"El agua en Italia es muy económica, debería costar más", sostiene Tozzi.
Si Italia está sin agua, Roma está sedienta. Ante el riesgo de un "desastre ecológico", el presidente de la región Lazio, Nicola Zingaretti, cerró la captación de agua del lago de Bracciano, a unos treinta kilómetros al norte de la capital, que contribuye al 8 % del suministro de agua.
El lago, verdadera reserva hídrica, con su apacible ambiente y sus aguas transparentes, se ha vaciado, sus playas resultan más anchas, con charcos, todo menos atractivo.
"O dejan de extraer agua de Bracciano o hay que racionar el agua de Roma", advierte Paolo Saccani, de la empresa de acueducto de la capital.
La controvertida alcaldesa Virginia Raggi, del partido antisistema Movimiento Cinco Estrellas, deberá tomar una decisión para evitar los recortes de agua a cerca la mitad de los 3 millones de habitantes de la Ciudad Eterna. Una decisión difícil, que le puede costar muchos votos.