La internacionalización de la economía colombiana es un proceso irreversible que llama al sector productivo nacional y al gobierno a desarrollar su competitividad para aprovechar los flujos comerciales de una economía globalizada. Esta fue la gran conclusión de una mesa de diálogo sobre acuerdos comerciales convocada por Foros Semana y protagonizada por autoridades oficiales y actores empresariales, en la que se reconoció que la apertura económica de Colombia hacia el mundo es un proceso que no se debe revertir sino apalancar.
El debate entre representantes de entidades del gobierno nacional, líderes de varios sectores económicos y analistas identificó que Colombia presenta un rezago claro en términos de indicadores de desempeño comercial en sus numerosos acuerdos con distintos países del mundo. De acuerdo con Mauricio Reina, investigador asociado de Fedesarrollo, una muestra de ello es la participación reducida de las exportaciones y las importaciones en el PIB nacional.
Este resultado tiene que ver con varias dificultades en la cadena de producción y comercialización de bienes y servicios en Colombia. La discusión evidenció obstáculos prácticos, como los referentes a la eficiencia aduanera y a los costos logísticos del movimiento de mercancías, y otros de fondo, como la formación deficiente de capital humano en el país y una tasa de cambio poco favorable para las operaciones comerciales internacionales.
El mito de los acuerdos comerciales
De acuerdo con Bruce Mac Master, presidente de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI), los acuerdos comerciales son solo una de las patas de la mesa del modelo de desarrollo colombiano: “Colombia desarrolló una de sus cuatro patas, las otras tres están pendientes. Hasta que todas las columnas no estén sólidamente desarrolladas, no seremos capaces de lograr el aprovechamiento de los TLC y acceder satisfactoriamente a un mercado del 70% de la capacidad adquisitiva del mundo”, que es el que representan los acuerdos firmados actualmente por Colombia.
“Nos estamos enfrentando a una posición un poco ingenua en donde creímos que la apertura comercial por sí sola iba a lograr los incentivos correctos para la economía”, afirmó Mac Master. A su vez, Santiago Rojas, Ministro de Comercio, Industria y Turismo, aseveró que Colombia está en el deber de trabajar en mecanismos de estimulación al comercio exterior para avanzar hacia el aprovechamiento eficaz de la apertura comercial.
Y es que no basta la firma de acuerdos. Mauricio Reina indicó que 45 de los 54 países del mundo que en los últimos 20 años han aumentado sustancialmente su índice de desarrollo humano tienen economías más abiertas que la colombiana. Según el analista, Colombia se ubica en un cuestionable puesto diez en la clasificación de naciones más abiertas de Latinoamérica, a pesar de ser la cuarta más grande. Reina recordó que un estudio del Banco de la República asegura que Colombia ha reducido sus aranceles pero, a su vez, ha aumentado sus barreras al comercio exterior, como salvaguardas, medidas antidumping y disposiciones técnicas fitosanitarias “hasta compensar prácticamente la reducción de aranceles”, dijo.
De acuerdo con Camilo Reyes, director de la Cámara de Comercio Colombo Americana, “en Colombia tendemos a ver los TLC como un instrumento principal y casi que exclusivamente diseñado para aumentar las exportaciones, siendo que también buscan incrementar las importaciones, la inversión, la innovación y la diversificación, además de incentivar reformas institucionales al interior de cada país para ir al paso de una economía internacional que muestra claras tendencias globales hacia una apertura progresiva”. Muestra de ello, indicó Reyes, son las actuales negociaciones de dos acuerdos comerciales de gran envergadura, como la Transpacific Partnership entre Estados Unidos y Asia y la Alianza Trasatlántica, que conectará en libre comercio los mercados americano y europeo.
Reyes señaló que el país, además de abordar los cuellos de botella ya identificados, debe repensar las propuestas de echar hacia atrás los TLC y preguntarse en dónde estaría la economía nacional sin las salidas comerciales que representan, de cara a un mercado internacional con una vocación firme hacia la apertura.