SEIS semanas después de haber publicado un largo informe de 488 páginas, Robert Mueller, fiscal encargado de investigar la injerencia de Rusia en las elecciones presidenciales 2016 en Estados Unidos, reapareció, anunciando que deja el cargo.
En un comunicado, este abogado de New Hampshire, con la mirada enclavada en el texto que leyó a lo largo de siete minutos, dejó claro tres puntos centrales de la investigación.
El primero, que ha generado un revuelo mediático y político en Estados Unidos desde que prácticamente comenzó esta administración, es que su equipo de investigadores “no encontró” que Donald Trump hubiese obstruido la justicia, buscando, como algunos sectores han dicho, bloquear sus posibles nexos con Moscú.
Al conocer la noticia, el presidente Trump, haciendo énfasis en las 488 páginas, dijo: “Nada cambia desde el Informe Mueller. No hubo pruebas suficientes y, por lo tanto, en nuestro país, hay una persona inocente ¡El caso está cerrado! Gracias”.
Además de certificar la falta de elementos probatorios que demostraran la “colusión” entre Trump y Moscú, el fiscal encargado determinó, por un lado, que ningún “estadounidense conspiró” con los rusos y, por el otro, que “Rusia interfirió sistemáticamente en las elecciones de 2016”.
Este último punto ratifica lo que el Presidente norteamericano había negado tiempo atrás, cuando se reunió con Vladimir Putin y aseguró que no creía que un país como Rusia fuera injerencista. De hecho, este tema ha sido crucial en la amistosa relación que Trump ha tenido con el Mandatario del país euroasiático, marcada por las desavenencias frente a la ocupación rusa en Crimea y los movimientos de la OTAN cerca de las fronteras de influencia de Rusia.
Según el informe, “se usaron sofisticadas técnicas cibernéticas para piratear computadoras y redes utilizadas por la campaña de Clinton. Robaron información privada y luego la divulgaron a través de identidades falsas en línea y a través de la organización WikiLeaks. Los lanzamientos fueron diseñados y programados para interferir con nuestra elección y dañar al candidato presidencial”.
Para investigar la injerencia rusa, Trump anunció la semana pasada que le delegará poderes extraordinarios al fiscal general William Barr, el reemplazante de Jeff Session, un funcionario que en algún momento puso en duda las calidades personales y laborales del Presidente de turno.
Políticamente correcto
Era esperable, por las serenas formas de Mueller, que el anuncio que ponía fin a dos años y 12 días a cargo de la investigación estuviera alejado de cualquier interpretación política, buscando concluir un informe sobre en derecho y con base exclusivamente en un material probatorio. No deja de ser cierto, sin embargo, que las explicaciones del fiscal, en búsqueda de ser extremadamente correcto, han dejado algunas dudas.
Intentando dejar clara su posición frente al caso Trump, dijo que: “Si hubiéramos tenido la confianza de que el Presidente claramente no cometió un delito, lo hubiéramos dicho”, pero luego, agregó, “no determinamos, sin embargo, si el Presidente cometió un delito”.
Sin la confianza suficiente para negar la colusión, pero con la certeza de que no se cometió un acto ilícito, Mueller ha dejado una sensación de incertidumbre mayor a la que se tenía antes de la entrega del informe, hace seis semanas.
Para algunos analistas, parece que lo que el Fiscal intentó hacer fue certificar que las pruebas recolectadas a lo largo del proceso no fueron conducentes para afirmar que hubo colusión. Pero, ello no permite decir que Trump “no cometió un delito”. Lo que indica que Mueller no quiso quedar como aquél juez que se encargó de absolver de plano al Presidente, sobre de la falta de evidencia sobre una supuesta conducta ilícita.
Dice Michael Tomasky, en The New York Times, que “Mueller es admirablemente apolítico. Ese el problema”. Es, por eso, que el Fiscal quizá intentó dejar la puerta a una serie de interpretaciones de lado y lado. Para los Republicanos, dejó claro que no hubo colusión, pero habló de no tener “la confianza” de certificar que no se cometió un ilícito.
Esta última parte ha hecho que los Demócratas fustiguen su anuncio e insistan en seguir las investigaciones en la Comisión de Justicia de la Cámara de Representantes, que tengan como base probatoria los testimonios de Mueller y el fiscal general William Barr.
En el programa The Rachel Maddow Show, ayer el presidente del comité, el Demócrata Jerrold Nadler, se refirió al tema y declaró: “Queremos que otros vengan y testifiquen. Hay muchas personas que deberían venir y testificar, a quienes el gobierno de [Trump] dice que no permitirá testificar”.
Los opositores del Presidente piensan que la causa por sus nexos con los rusos debe seguir en el Congreso y, en la medida en que avance, debe conllevar a un posible juicio político (impeachment).
En ese sentido, uno de los senadores más importantes de los Demócratas, Chuck Schumer, comentó que “la declaración de Robert Mueller también deja en claro que el Congreso tiene el derecho, creemos nuestra obligación, de continuar nuestra supervisión constitucionalmente ordenada sin interferencia u obstáculo”.
Por los tiempos que puede durar este proceso, hay congresistas que consideran que el juicio político, al final, puede terminar beneficiando a Trump, el único ganador en este momento.
La gran duda por resolver en los próximos días es si Mueller va a testificar ante el Comité de Justicia o se va abstener. Si pasa lo segundo, parece muy difícil que la investigación avance. Y, Trump, ahora sí se puede enfocar en la campaña reeleccionista.
“No determinamos, sin embargo, si el presidente cometió un delito”: Trump