Después de todo no es sólo una permanente obsesión. Se trata de lo que encajaría como una perturbadora vehemencia del mandatario Trump por crear anticuerpos, una obnubilada actividad recurrente por crear problemas globalizados. Lo último: el actual inquilino de la Casa Blanca ha reiterado que Europa “es un enemigo” y que en la misma línea caminan -lo dijo haciendo algunos matices- China y Rusia.
Es cierto que existen nexos económicos, comerciales, de intercambio tecnológico y de cooperación científica -para esto último-, como una ilustración, allí están las actividades conjuntas de la Nasa con la Agencia Especial Europea. Esos nexos hacen que las cosas no se desbaraten, literalmente, y se pueda llegar de manera rápida, a escenarios y dinámicas de mayor confrontación.
Sin embargo, ahora, a mediados de septiembre de 2018, se tienen en el mar oriental septentrional de Rusia, ejercicios militares. Los “más grandes que han llevado a cabo después de la Segunda Guerra Mundial” según lo ha recalcado Vladimir Putin desde Moscú. En esos ejercicios donde están involucrados no menos de 70,000 efectivos, también se cuenta con la participación de China.
Si se consideran los nexos comerciales de manera específica, los países más desarrollados, que en 1970 tenían entre ellos un intercambio que equivalía al 65 por ciento del comercio mundial, tienen ahora no menos de 77 por ciento del mismo. Es decir que se generan circuitos que van concentrando crecientemente los flujos de bienes con mayores valores agregados entre las plazas de mayor poder.
Se trata de que la actual globalización, mientras integra a algunos países, va dejando marginadas a otras -en particular América Latina y el Caribe, África y Asia- aunque desde luego, entre estas últimas naciones deben establecerse matices y las diferencias respectivas.
En todo caso, el punto a destacar aquí, de nuevo, es cómo Trump con sus imprecaciones innecesarias, con sus declaraciones incendiarias genera anticuerpos para la posición diplomática -es un decir- que actualmente tiene Estados Unidos. Además de los riesgos que van conformando posiciones confrontacionales, las que generan un ambiente de animadversión innecesaria.
Esto repercute por supuesto, en la política de los países emergentes. Véase al respecto la conformación del grupo BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- Lo que la administración actual desde Washington parece no medir son las implicaciones y las condiciones más estructurales que van constituyendo el ambiente de desconfianza, de amenazas no requeridas entre quienes establecen las políticas de relaciones internacionales.
Reiteradamente se tiene la evidencia que en general, los países más desarrollados no compiten donde pierden. Eso tiene que ver, por ejemplo, con el sector agrícola y la existencia, a pesar de los avances que se habían generado tanto en el GATT, como actualmente en la OMC, con los sistemas de cuotas, medidas arancelarias, medidas no arancelarias y muy especialmente con las políticas de subsidios agrícolas, tanto en Estados Unidos como en Europa.
Véase un ejemplo en el cual la competitividad de Estados Unidos queda rezagada. El déficit comercial de este país con China representa cerca de 370,000 millones de dólares, del gran total de déficit de Estados Unidos, que estaría llegando a 600,000 millones de dólares. China demuestra ante los consumidores que tiene mayor competitividad. Se trata de un rasgo que desde siempre, Washington ha enarbolado especialmente con América Latina.
La propuesta de apertura china no ha dejado contento Trump y con base en ello, ha aprovechado tal situación para declarar, de manera tajante, que: “Europa es posiblemente tan mala como China, solo es que es más pequeña. Es terrible lo que nos hacen” recalcó. Nótese el carácter lacrimógeno, ese tono de bolero o tango, que utiliza el mandatario estadounidense. Se presenta como víctima ante su electorado cautivo.
Trata de ganar adeptos o concitar empatías, especialmente ahora que en noviembre tendrán lugar elecciones que renovarán, además de la tercera parte del Senado, la totalidad de la Cámara de Representantes, algo que ocurre cada dos años.
Respecto a Europa, Trump ha enfatizado que el déficit con esta región es de 150,000 millones de dólares. Pero, de nuevo, lo que dice escapa a la realidad. Ese déficit estaría llegando a unos 100,000 millones de dólares. Otra vez: la búsqueda de lo dramático. La realidad de la Casa Blanca parece vivirse como un genuino “reality” de TV.
Declaraciones para el 13 de septiembre de 2018 del Presidente Xi Jinping, dan cuenta de sus llamados a crear, junto con Europa, y los BRICS, un frente común contra el aislacionismo y el proteccionismo de Trump. Ello como consecuencia de que el mandatario de Estados Unidos parece empecinarse en ser destructor en jefe.
Allí está su deslumbramiento en eliminar los logros de la Administración Obama, ya sean en materia de seguridad social, en empleo, en medidas de recuperación económica, en el sistema de salud. Allí están sus ataques a los aliados tradicionales de Estados Unidos, especialmente Europa, Canadá y México. Con la dirección política actual, Washington, desde ya, está haciendo pagar al país un costo directo y potencial, un costo de oportunidad. En medio de todo, es obvio que las facturas de mediano plazo tampoco se descartan.
(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario