Fiel a su estilo lacónico y directo, Trump ha anunciado que unos dos mil efectivos de las tropas estadounidenses en Siria abandonarán ese país. De nuevo aquí se tiene una muestra -en este caso en lo militar y en relación con el avispero de Oriente Medio- de la reticencia de Washington en la era Trump, en cuanto a asumir el liderazgo para la actual globalización.
Washington se retrae, abandona papeles que se daban por asumidos y ejercidos hasta hace poco. Nuevos actores mundiales van consolidando ese vacío que se deja. Nótese que, en lo que sería una decisión unilateral, se ha optado por no encarar los desafíos que representa Siria como un teatro de operaciones muy importante para la estabilidad mundial. De nuevo se deja de lado la actual globalización, un fenómeno planetario que había sido impulsado por el mismo Estados Unidos hasta bien entrada la Administración Obama.
Las cosas, como evidentemente se desarrollan, no son ni mucho menos simples en esa región del mundo. Se estima que al menos unos seis grupos diferentes luchan en Siria y las coaliciones y enemistades suelen resultar mortales, no sólo para combatientes sino también para civiles. Como evidencia de esto, véanse los millones de refugiados generados, incluyendo a quienes han visto en Europa una opción de esperanza y frustraciones.
En primer lugar, un rasgo de la decisión de Trump al abandonar al menos por ahora esa región particular del Medio Oriente, es que la decisión parece ser más bien intempestiva. No es de descartar que muchos de los aliados se hayan enterado de la noticia mediante los contenidos de las denominadas “redes sociales”. Con todo el riesgo de falacias que ello implica. Situación ésta que complica aún más todo el contexto, las decisiones de los actores y las tendencias que podrían esperarse.
En Europa, tanto Francia como Reino Unido -y en un sentido más integrador Bruselas- evalúan la dinámica de los procesos. Al parecer no habría existido una coordinación previa y la decisión de Trump habría ocurrido una vez más, sin generar ninguna consulta. Esto, de entrada, hace que reiteradamente el escenario sea el del “dado al aire”.
Sea como se vea, la coordinación de seguridad europea trata indudablemente, de tomar en cuenta las repercusiones de la medida estadounidense en los principales actores involucrados: el régimen sirio, Moscú, Irán, el Ejército Islámico, las fuerzas kurdas y Arabia saudita, para no mencionar, los intereses de Israel, Líbano y Jordania.
En segundo lugar, se desbarata una de las columnas fundamentales sobre las que descansaba hasta ahora, la lucha aliada en Siria: que la presencia de Estados Unidos junto a los europeos al menos contenía, servía de freno, al desfogue que podía llevar a cabo el régimen de Al Assad en Siria. No es de olvidar los reiterados señalamientos de que este gobierno habría utilizado armas químicas contra la población.
Desde esta perspectiva, una vez que se tenga la salida de Washington, toda la dinámica podría desembocar en dos resultados complementarios.
Por una parte, la “victoria” al menos en el corto plazo para Rusia. De hecho, Putin se habría adelantado haciendo un llamado a la realización de un Conferencia Regional en donde se consolidaría una estrategia que -sin contar con presencia ni anuencia de Estados Unidos- asegurara un clima de mínimas estabilidades en la región. Se tiene aquí a Rusia, Irán y Turquía como ganadores.
Por otro lado, un impacto adicional que esperaría más bien el Ejército Islámico o ISIS. Sería el advenimiento de una dinámica caótica. Esto fortalecería de nuevo las aspiraciones en pro de la conformación de un Estado Islámico o Califato. En este sentido podrían estar convergiendo los intereses de Arabia Saudita, que de manera reiterada plantea su animadversión hacia Irán.
En todo caso, más que un problema entre países -como generalmente ocurre, incluso desde septiembre de 1980 con el inicio de la guerra entre Irán e Iraq- los problemas y las luchas que allí ocurren, se llevan a cabo entre chiítas y sunitas. Los primeros dominando en Irán e Iraq, y los segundos siendo mayorías en casi todos los países musulmanes restantes. Estas especificaciones parecen escapar del conocimiento en Washington. De allí lo impredecible que plantean los escenarios actuales en Oriente Medio.
Otro de los impactos tiene relación directa con la sobrevivencia del presidente sirio Bashar Al Assad. Este mandatario con la decisión de Trump, ve consolidada su posición, al fortalecerse el respaldo desde Moscú y Teherán.
Con base en lo anterior, también otros actores que estarían viéndose debilitados serían los kurdos. Al momento de fortalecerse el régimen turco, estas minorías que han luchado contra los islámicos estarían en situación de desventaja. La perspectiva de poder defender los bastiones que han conquistado en Siria puede desvanecerse de manera dramática.
La retirada de Trump afianzaría el régimen de Erdogan en Turquía y con ello se debilita la opción negociada que desean establecer los kurdos que ocupan el oriente de ese país. Los kurdos saben esto y tratarían de salvar algunos muebles ante la inminencia de la inundación. El mecanismo serían las negociaciones de la cumbre convocada por Putin desde Moscú.
Un rasgo inmediato también aflora: Trump aparece ahora con todo lo mediático del asunto, como un protector de las milicias estadounidenses. Como un líder que no pelea “guerras ajenas”. Con ello trata de rescatar su desgastada imagen, tan asediada por los escándalos cotidianos en Washington.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario. El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.