Previsibles, pero también inciertas, fueron las elecciones francesas que se adelantaron el domingo. Son previsibles, en la medida en que todos los elementos apuntaban a que se repetiría el cuadro electoral que vivió el país en el 2017, con una segunda vuelta presidencial entre Emmanuel Macron y la candidata de derecha, Marine Le Pen. Ahora, nuevamente, el 24 de abril se enfrentarán por las riendas del país.
No obstante, el hiperliderazgo de Emmanuel Macron se ha hecho evidente tanto a nivel doméstico como internacional, y ese podría ser el factor decisivo para asegurarse otros cinco años al mando del poder francés.
De hecho, su gestión frente al movimiento de los chalecos amarillos, la pandemia del covid-19, la lenta pero segura recuperación de la economía y bajo la presidencia francesa de la Unión Europea la adopción de sanciones contra Rusia, paralelamente a una intensa mediación para desescalar la guerra, le han valido el apoyo ciudadano, que de seguro, como lo vaticinan las encuestas, le darán otros cinco años al frente del Elíseo.
No obstante, también hay incertidumbre, pues la abstención e indecisión del pueblo francés se han hecho presentes en las encuestas y en los sondeos de opinión durante las últimas semanas, en una ajustada contienda en medio de una atípica campaña.
El ministerio del Interior francés reportó que la participación estaba en el 65%, constituyéndose como la cifra más baja desde las elecciones de 2002, confirmando los temores a un aumento de la abstención.
En 2017 a esa misma hora la tasa de participación era del 69,42% en la Francia metropolitana y en 2002 la tasa era del 58,45%.
Las elecciones presidenciales son generalmente las que mayor participación suscitan entre los votantes franceses, pero la tediosa campaña y el favoritismo del actual presidente, Emmanuel Macron, podrían haber desmovilizado al electorado.
Una atípica campaña
El lanzamiento de la ofensiva rusa en Ucrania el 24 de febrero ocultó la campaña electoral, pero el efecto sobre los precios de la energía la devolvió al primer plano en la recta final, principalmente por la inquietud sobre el poder adquisitivo, una de las principales preocupaciones de los franceses.
De hecho, el inicio de la guerra impulsó al presidente y candidato de La República en Marcha (LREM), que se jugó la carta de la mediación entre Kiev y Moscú, y que por consiguiente rectificó la imagen de un presidente europeísta que encaró protestas sociales, pandemia y ahora los efectos de la ofensiva rusa en Ucrania.
Por su parte, Marine Le Pen, la candidata de Agrupación Nacional (RN), apostó por presentarse como la defensora del poder adquisitivo y de las clases populares, frente a un Macron "presidente de los ricos", pero su programa internacional implicaría cambios en las alianzas de Francia si es elegida.
Le Pen propone, entre otras cosas, abandonar el comando integrado de la OTAN, el órgano de la Alianza Atlántica que fija la estrategia militar. Así mismo, su elección podría asestar un nuevo revés a la Unión Europea (UE), tras la reelección del primer ministro húngaro, Viktor Orban.
De los 10 candidatos restantes, el izquierdista Jean-Luc Mélenchon, que aboga por salir de la OTAN y una Francia "no alineada", es el único con opciones de impedir que alguno de los dos consiga su boleto para la segunda vuelta, reforzado por su imagen de "voto útil" de una izquierda atomizada.
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Dudas sobre la participación
Ahora bien, ¿qué está pasando con la abstención en Francia? Además del resultado de los comicios, que tiene en vilo al electorado francés, otro de los interrogantes es conocer cuántos de los 48,7 millones de electores acudieron a las urnas.
La participación en la primera vuelta a las 5:00 de la tarde era del 65%, 4,4 puntos menos que en 2017 a esa hora y 6,55 puntos más que en 2002, año con el récord de abstención en una presidencial, de acuerdo con cifras del ministerio del Interior.
De hecho, el año 2002 es un excelente ejemplo de las sorpresas que pueden presentarse en una primera vuelta, pues en aquel entonces el candidato de derecha, Jean-Marie Le Pen y padre de Marine, pasó contra todo pronóstico al balotaje junto al conservador Jacques Chirac, que acabó logrando su reelección.
Un país que no es el mismo
Ahora, si bien es cierto que todo apunta a que Francia tendrá una segunda vuelta idéntica a la de hace cinco años, el país no es el mismo. El coronavirus irrumpió en Francia a principios de 2020, confinó a millones de personas y dejó atrás una primera mitad de mandato de Macron marcada por las protestas sociales. Y “superado” el impasse del covid-19, apareció la guerra en Ucrania cuando los franceses empezaban a respirar.
El candidato centrista reconoció "errores" durante su primer mandato, sobre todo por sus polémicas frases que lo hicieron parecer como arrogante, y reafirmó su ímpetu reformista liberal, resucitando su impopular propuesta de retrasar la edad de jubilación de 62 a 65 años.
Con las medidas tradicionales de la extrema derecha en el programa, como reservar las ayudas sociales a los franceses, Marine Le Pen suavizó su discurso para intentar capitalizar el descontento social con Macron. Su rival de extrema derecha Éric Zemmour la ayudó a aparecer como menos radical.
Un Frente republicano
Vale referir que a medida que la heredera del Frente Nacional progresaba en los sondeos, el mandatario, que entró tarde en campaña, alertó en la recta final contra el "peligro extremista", y ahora los expertos dudan si el cordón sanitario en torno a la extrema derecha funcionará como lo hizo en el 2017.
Para el director de la Fundación Jean-Jaurès, Gilles Finchelstein, el tradicional "frente republicano" de partidos no bastará para aislar a Le Pen en la segunda vuelta, ya que, aunque este sistema no ha desaparecido, está desgastado.
Por su parte, la candidata socialista Anne Hidalgo, la ecologista Yannick Jadot y la comunista Fabien Roussel ya dijeron que llamarán a votar contra la extrema derecha si Le Pen pasa a la segunda vuelta. Valérie Pécresse, del partido Los Republicanos (LR), no dio consigna de voto.
Vale referir que la atención también estará puesta en el alcance de la esperada debacle de los partidos tradicionales: la derecha de los expresidentes Chirac (1995-2007) y Nicolas Sarkozy (2007-2012) y los socialistas de François Hollande (2012-2017) y François Mitterrand (1981-1995).
Por último, el presidente francés votó en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en la localidad costera de Le Touquet, en el departamento de Norte-Paso de Calais, al norte de París.
El mandatario galo acudió al colegio electoral sobre las 12:30 horas, acompañado de su esposa Brigitte, quien en esta ocasión votó después de Macron. En 2017 fue ella la primera en votar.