La distancia entre los dos es cada día más grande y la tensión va en aumento. Pero de pasar de una guerra verbal a una militar es muy improbable, máxime ahora cuando el mundo necesita cooperación para enfrentar la pandemia del coronavirus
A un ‘virus político’ de consecuencias impredecibles ha ‘mutado’ la pandemia del Covid-19 en las relaciones chino-estadounidenses, al punto de considerarse que están al borde de una nueva Guerra Fría.
Los 11.640 kilómetros que separan estos países resultan ínfimos frente al marcado distanciamiento que por comercio, respeto a los derechos humanos y sistema de libertades, entre otros, mantienen esta dos potencias desde hace décadas y que, eventualmente, han llevado a que las tensas relaciones entren en ‘cuidados intensivos’.
Sin embargo, ahora, la emergencia sanitaria global generada por el coronavirus originado en una ciudad china y la presunta falta de transparencia de ese país en el manejo del mismo, lo que habría permitido su veloz propagación, llevaron a un fuerte enfrentamiento de parte de la comunidad internacional, liderada por Estados Unidos con el gobierno de Pekín.
El presidente Donald Trump ha sido reiterativo en sus señalamientos al gobierno chino en el tema y logró, en días pasados, que en la Asamblea virtual de la OMS se aprobara una resolución que exige una investigación internacional imparcial para determinar si Pekín gestionó en forma debida y sobre todo, a tiempo, el brote del Covid-19. Algo que sin embargo no considera el mandatario norteamericano, que recientemente lo acusó de provocar una “matanza mundial”.
Esa relación de alta tensión, evidenciada en una constante guerra verbal, llevó a que Pekín declarara que están “al borde de una nueva Guerra Fría” y acusó fuerzas políticas, que no identificó de estar presionando para que ello ocurra.
Y, a través de su canciller de relacione exteriores, Wang Yi, aseguró que “además de la devastación causada por el nuevo coronavirus, un virus político se propaga en Estados Unidos y aprovecha todas las ocasiones para atacar y difamar” a nuestro país".
En el pleno del Partido Comunista, que se realiza desde el viernes, también indicó que “tenemos que estar alerta ante la intención de algunas fuerzas políticas de Estados Unidos están tomando como rehén las relaciones entre China y Estados Unidos y empujando a nuestros dos países al borde de una nueva Guerra Fría".
Y advirtió que ello “es un peligroso intento de cambiar el curso de la historia, que defiende por contra buscar fórmulas para evitar este enfrentamiento con respeto al sistema del otro…Estados Unidos debe renunciar a la idea, a la ilusión de que puede cambiar China".
En la misma línea se había manifestado el vocero de la cancillería, Zhao Lijian, al llamar a Estados Unidos a “a abandonar su mentalidad de Guerra Fría y sesgo ideológico para considerar las relaciones China-Estados Unidos de manera objetiva y racional”, enfatizando que se “debe dejar de interferir de inmediato en los asuntos internos de China, de dañar los intereses con ésta o socavar las relaciones” entre ambos países.
Pekín ha calificado como exagerada la posición norteamericana de la “amenaza china”, tanto en el tema comercial -por el cual tuvieron una guerra que concluyó a comienzos de este año con un acuerdo- como en el sanitario (por el coronavirus), señalando que es una excusa para mantener su política de línea dura contra ellos.
"Continuaremos avanzando inquebrantablemente por el camino del socialismo con peculiaridades chinas y continuaremos logrando mayores victorias. Nadie puede detener el desarrollo y el crecimiento de China", dijo Zhao, en ese plenario político.
Sin embargo, ambos voceros coincidieron en afirmar que “China está abierta" no solo a una cooperación internacional para identificar el origen del letal virus, la que dijo sebe ser “profesional, constructiva y sin injerencia política”, sino a desarrollar una relación chino-estadounidense caracterizada por una operación de no conflicto, no confrontación, de respeto mutuo y de ganar-ganar".
Zhao instó a “Estados Unidos a seguir la tendencia de los tiempos y trabajar con China para que las relaciones bilaterales vuelvan a la vía correcta”, lo que no se vislumbra en un corto plazo ya que persiste la desconfianza global por la forma como manejó inicialmente el coronavirus, ya que se cree que tardó demasiado en comunicar datos cruciales sobre la gravedad del mismo y ello facilitó que la virulenta enfermedad traspasara rápidamente fronteras.
Pero, ¿qué tan viable es que se llegue a una guerra fría chino-estadounidense, que sería la primera del siglo XXI?
Si toma la definición como tal del término, acuñado tras la Segunda Guerra Mundial, que es un enfrentamiento político, económico, social, informático y hasta militar, podría señalarse que Estados Unidos y China lo están en los cuatro primeros aspectos, desde hace décadas, y que se ha intensificado, sobre todo en el aspecto comercial, bajo la presidencia del republicano Trump.
Y ello porque el mandatario cumplió su bandera de campaña, para hacer a “América grande de nuevo”, que contemplaba una nueva forma de entenderse en el libre comercio y el multilateralismo con cero proteccionismo. Bajo esa premisa, se dio la inevitable guerra comercial con China desde mediados del año pasado y que parcialmente se superó con los acuerdos firmados a comienzos de éste.
En el campo político, esa ‘guerra fría’ se ha mantenido por los cuestionamientos constantes que hace a ese gobierno sobre falta de libertades ciudadanas y violaciones a los derechos humanos; en el aspecto informático han sido constantes las denuncias de presunto ‘hackeo’ y espionaje chino así como los cuestionamientos norteamericanos a gigantes como Huawei que llevaron incluso a exigir a sus ciudadanos cambiar de proveedor tecnológico. Y, ahora, se está en el tema del 5G.
En todos estos ítems la ‘guerra fría’ es latente. Es evidente que los dos países se distancian cada vez más entre sí, varios conflictos aumentan y, por tanto, el riego de un choque militar puede ser cada vez mayor pero también poco probable porque no hay voluntad política de ninguno de sus gobiernos para llegar a ese extremo. No se visualiza este radical punto de inflexión y menos ahora cuando lo que el mundo requiere es de colaboración para combatir la pandemia que a hoy afecta a más de 5.3 millones de personas y ha cobrado la vida de 340 mil.