TRES meses haciendo malabarismo político no fueron suficientes para que el líder socialista y jefe del gobierno español, Pedro Sánchez consiguiera formas gobierno y, ahora, tiene dos más en para un último intento que se vislumbra fallido.
De la euforia del triunfo, el pasado 28 de abril, pasó Sánchez y los socialistas a una resaca que no han podido superar. El quebradero de cabeza se originó porque la victoria legislativa apenas le dio 123 diputados de los 350 que conforman el Parlamento y, sin mayorías, estaba forzado a negociar. Y a fe que así lo hizo. Optó por Podemos, pero literalmente no pudo convencerlos de formar una coalición. Los argumentos van desde políticas muy disímiles en varios temas, entre ellos el tema del independentismo catalán, hasta la vicepresidencia para el líder de la izquierda radical, Pablo Iglesias.
Mensajes contradictorios de acercamientos, negociaciones y principios de acuerdo se dieron por parte de socialistas e izquierdistas en los tres meses. Pero, a la hora de la verdad, la votación para su investidura, se evidenciaron las abismales diferencias y así, Sánchez recibió dos contundentes no en el Parlamento. Ahora tiene dos meses más, hasta septiembre, para intentar no sólo convencer del voto de apoyo a ese partido u otra formación minoritaria, sino para que los conservadores del Partido Popular y las otras dos formaciones de derecha, Ciudadanos y el novel Vox, se abstengan de la votación. Un panorama sin tan difícil como preocupante y que analistas creen que desembocará en un nuevo llamado a las urnas, el 10 de noviembre, la cuarta vez en cuatro años.
Se vislumbra que la tercera no será la vencida y por ello Sánchez insiste en la “fórmula portuguesa”, es decir gobernar en solitario y tener el apoyo externo para cada uno de sus proyectos, como lo hace en el país vecino el socialista portugués, Antonio Costa, quien desde 2015 dirige la nación en minoría pero con apoyos puntuales, basados en un programa común.
Es lo que tanto Sánchez como su vicepresidenta Carmen Calvo definen como un “pacto de máximos o mínimos” o de legislatura. Es decir, sobre temas puntuales en programas o proyectos definidos de antemano y en el que converjan con los izquierdistas de Podemos.
La vicepresidenta Calvo dejó en claro al final de la semana que Sánchez no va a buscar una coalición con Podemos. “Han rechazado un gobierno de coalición y rechazado queda…intentamos en serio un gobierno de coalición y Podemos le cerró el paso, ya no hay vía en esa dirección", dijo el viernes tras concluir un Consejo de Ministros y en el que vaticinó que de aquí en adelante si hay negociación entre ambos partidos es para “explorar un programa de elementos” en los que se pueda dar un apoyo en el Parlamento.
Y, precisamente, esa fue la posibilidad que una y otra vez le planteó Sánchez a Iglesias, pero que recibió reiterados portazos de este último, llevando así a que el bloqueo político se mantenga y tome fuerza la posibilidad de nuevas elecciones, que de paso ningún partido quiere.
Y aunque las posiciones del Psoe y Podemos son bastante próximas para acordar un programa común, en un extraño juego de “poder por el poder”, con personalidades radicales como Sánchez e Iglesias, pocos se atreven a vaticinar un acuerdo.
En el entretanto, Sánchez juega otro frente: el llamado a la abstención de los conservadores del Partido Popular (PP) y los liberales para evitar que el gobierno socialista dependa de los separatistas catalanes.
En repetidas ocasiones, tanto Sánchez como Calvo han culpado al PP de “estar de brazos caídos durante este tiempo sin asumir ni una sola responsabilidad", lo que el presidente de los conservadores, Pablo Casado ha rechazado y ha advertido que no serán ellos quienes le darán "un cheque en blanco" para mantenerlo en el poder.
Y en Ciudadanos, su líder Albert Rivera, se mantiene tal distancia que éste se niega a hablar con Sánchez.
Casado fue enfático en señalar, al cierre de esta semana, que el PP no se abstendrá en otro hipotético debate de investidura de Pedro Sánchez, desmintiendo que alguien de su partido lo haya insinuado.
"No apunten a una abstención". "Vamos a seguir tendiendo la mano en pactos de estados", aclaró, pero insistiendo en que no se van a abstener. Asimismo, advirtió que si Pedro Sánchez quiere dar un viraje a su estrategia, lo que tiene que hacer es ir a Navarra y decirle al Psoe de aquella comunidad que no puede pactar, por acción u omisión, con los herederos de Batasuna".
La agencia Eruopapress registra que el líder del PP ha criticado la estrategia de Sánchez en el debate de investidura, subrayando que "tendría que haber ido con la negociación ya hecha".
Varios expertos opinan que el bloqueo político persistirá y que pese al tiempo que el Rey dio a Sánchez para formar gobierno éste no lo conseguirá, lo que desembocará en una nueva cita en las urnas, una situación de alto riesgo para todos los partidos ya que los españoles evidencian cada vez más hastío electoral y se prevé un elevado índice de abstención. Al final podría repetirse el resultado de abril, con los socialistas ganando por escaso margen a los conservadores y un Parlamento tanto o más fragmentado al que existe hoy.
Así las cosas, en medio de la persistente desconfianza entre el Psoe y Podemos, Sánchez moverá sus fichas para intentar un pacto de “máximos o mínimos”. Esa será su “tercera vía” para evitar ir a las urnas pero en su estrategia también debe acercarse a los conservadores, especialmente al PP, para convencerlos de la abstenerse./Redacción internacional.