El viernes de la semana entrante se cumplirán seis meses desde que tropas rusas incursionaron por primera vez en suelo ucraniano, el pasado 24 de febrero. Así es: la que se supone que sería una guerra relámpago de “entrada por salida”; sin embargo, hoy el mundo está ante una guerra de desgaste que, en las últimas semanas, se trasladó a un plano de tensión nuclear.
En el entretanto, Ucrania está ejerciendo control a través de la solicitud de vetar a los turistas rusos de entrar a los países de la Unión Europea bajo el presupuesto de que conocer el Viejo Continente es un derecho que se debe ganar, y Estados Unidos desembolsó hace dos días una nueva ayuda por US$775 millones para la defensa ucraniana (lo que incluye varios tipos de misiles, artillería y sistemas de limpieza de minas).
Esta ayuda económica, así como todos los desembolsos previos que se han hecho, llevaron al Kremlin a decir con total claridad que el único culpable de prolongar las confrontaciones ha sido Washington. Adicionalmente otros países clave y estratégicos, tales como Turquía, ya se declararon abiertamente a favor de Ucrania, a tal punto que su líder, el presidente Recep Tayyip Erdogan, lo dijo con transparencia:
"Mientras proseguimos nuestros esfuerzos para encontrar una solución al conflicto, nos mantendremos del lado de nuestros amigos ucranianos", y otros países como Francia están mediando para terminar la confrontación por lo menos en las inmediaciones de la central nuclear de Zaporiyia, que ha sido blanco de bombardeos que rusos y ucranianos se están acusando mutuamente de perpetrar, en una forma extremadamente peligrosa de ruleta rusa.
Paralelamente, en el último semestre el mundo vio algo así como una guerra alrededor de los cereales que, solo hasta la semana pasada, logró una tregua con la salida del primer cargamento de cereales al África tras la firma en julio de unos acuerdos entre Kiev y Moscú, con la mediación de Turquía y el amparo de la ONU, para exportar los cereales ucranianos bloqueados debido a la guerra.
Y el otro flanco, componente esencial de este conflicto, es el de la guerra que se ha librado en el campo energético alrededor del gas ruso y la dependencia del Viejo Continente. Este hecho ha llevado a varios países europeos a pensar en alternativas para sus abastecimientos, e incluso llevó a que gobiernos como el de España y Portugal acogieran con entusiasmo las declaraciones del canciller alemán, Olaf Scholz, en favor de consolidar un gasoducto que conecte la península ibérica con Europa central, en un contexto de crisis energética por la guerra en Ucrania.
Con estas pinceladas, EL NUEVO SIGLO trata de dibujar un complejo panorama que se ha gestado alrededor de una incursión armada que estaba pensada en días; hoy por hoy el frente bélico se mantiene vigente y, hay que decirlo, la comunidad internacional ya dejó atrás el momento de pensar en mesas de negociación y en estatutos de neutralidad.
El frente bélico
Ahora bien, hay que resaltar que la semana pasada se invirtieron las tensiones, luego de que dos ataques contra bases militares rusas en Crimea pusieran bajo presión a Rusia, ocho años después de la humillante anexión de la península por parte de Moscú.
El Ministerio ruso de Defensa anunció que un "acto de sabotaje" produjo una serie de explosiones en un almacén de munición cerca del pueblo de Dzhankói, así como daños en un vía férrea.
Las autoridades ucranianas no reivindicaron este ataque pero el responsable de la presidencia ucraniana, Andriy Yermak, habló en Twitter de una "acción de desmilitarización" de las fuerzas armadas ucranianas, usando la terminología con la que Rusia justifica la invasión.
Este incidente se produjo justo una semana después de que se realizara otro ataque contra una base aérea rusa en Crimea, descrito como un "trabajo especial partisano bien preparado" por un responsable ucraniano que no quiso dar su nombre.
Para el analista Oliver Alexander, estos ataques, que cree que pueden haberse realizado con misiles balísticos, están minando la moral rusa y levantando el ánimo del lado ucraniano.
"Crimea había sido un lugar relativamente seguro en los últimos seis meses, pero ya no es así. Esto aumentó la presión sobre los rusos", explicó en lo corrido de la semana el analista Alexander.
Por su parte, el centro de estudios The Institute for the Study of War de Washington explicó que el objetivo de los últimos ataques fueron clave en el suministro de las tropas rusas en el sur de Ucrania.
Ucrania afirmó que capturó decenas de pueblos en el frente sur, y que destruyó puntos estratégicos como puentes en la última semana. También hubo explosiones en ciudades ocupadas por tropas rusas, que se considera que son obra de saboteadores.
Los avances bélicos en Crimea
La península de Crimea, un importante centro comercial en el mar Negro, cayó en manos del imperio ruso en el siglo XVIII. Durante la Revolución Rusa, en 1917, fue uno de los últimos reductos de resistencia al poder bolchevique, y tras la Segunda Guerra Mundial, la URSS cedió el territorio a Ucrania soviética.
Sin embargo, uno de sus puertos, Sebastopol, se mantuvo como el cuartel general de la flota rusa en el mar Negro. Aprovechando la revolución prooccidental en 2014, las tropas rusas se hicieron con el control de la península, y tras un controvertido referéndum en marzo de 2014, Rusia se anexionó el territorio.
En las primeras horas de la invasión, el 24 de febrero, Rusia usó la península para penetrar en el sur de Ucrania y capturar Jersón, la mayor ciudad ucraniana en sus manos. Esto permitió también a Rusia crear un corredor terrestre entre el sur y el este de Ucrania, controlado por rebeldes prorrusos desde antes de la guerra.
A medida que avanza la guerra, muchos ucranianos no se consuelan con hacer retroceder a las tropas rusas a sus posiciones anteriores al 24 de febrero, y reclaman recuperar Crimea.
"La mayoría de los ciudadanos del Estado terrorista (Rusia) comienzan a entender que Crimea no es un lugar para ellos", dijo el presidente ucraniano Volodimir Zelenski en su mensaje diario del martes.
Unión Europea, dividida sobre vetar a rusos
Durante la semana pasada Ucrania presionó a la Unión Europea para vetar la entrada de turistas rusos al bloque, pero la respuesta no ha sido unánime, con algunos miembros que lo aceptan y otros que se resisten. Algunas naciones fronterizas con Rusia ya están frenando las solicitudes de visado o limitando el número de visas emitidas, pero no hay ninguna decisión ni posición unánime a nivel comunitario. Esta cuestión se discutirá en un encuentro de ministros de Asuntos Exteriores de la UE en Praga, el próximo 31 de agosto.
"Los rusos apoyan abrumadoramente la guerra, celebran los ataques con misiles contra ciudades ucranianas y el asesinato de ucranianos. Dejen a los turistas rusos que disfruten de Rusia entonces", dijo el ministerio ucraniano de Asuntos Exteriores, Dmytro Kuleba.
No obstante países del este de Europa como Letonia, Lituania y Polonia ya dejaron de emitir visados de turistas a rusos justo después de comenzar la invasión a finales de febrero, e incluso Estonia fue un paso más allá y prohibió la entrada a los rusos que ya disponen de visados emitidos por sus servicios e intenta hacer lo mismo con aquellos que han conseguido estos permisos de otros Estados de la UE.
Y Finlandia, el país europeo con la frontera más extensa con Rusia, reducirá a partir del 1 de septiembre el número de visados de turistas rusos que gestionan, al 10% del millar que reciben a diario. Un veto completo por nacionalidad es imposible de acuerdo con las leyes finlandesas.