La drástica decisión rusa de prohibir la entrada de ciudadanos chinos a su territorio, a causa del coronavirus, va a tener un duro impacto económico en ambos países, advierten responsables.
Anunciada el martes por un decreto lacónico, esta decisión que prohíbe la entrada de chinos, entre ellos turistas, estudiantes o mano de obra, endurece las normas, que ya eran muy estrictas para impedir la propagación del Covid-19.
Oficialmente, Rusia ya no tiene enfermos del coronavirus en su territorio después de la salida del hospital la semana pasada de los dos únicos pacientes, ciudadanos chinos.
Rusia ya había cerrado sus 4.250 km de fronteras con China, cortado las relaciones ferroviarias para trenes de pasajeros y restringido el número de vuelos hacia las ciudades chinas.
Ahora los chinos solo podrán transitar por Rusia haciendo conexión hacia o desde Europa vía la aerolínea Aeroflot.
"Cuando la situación sea mejor, estas medidas serán ajustadas e incluso retiradas", dijo el portavoz del ministerio chino de Relaciones exteriores Geng Shuang, quien precisó que "medidas como la enseñanza en línea" serán implementadas por Rusia para los estudiantes chinos involucrados.
Aunque el costo económico de las medidas se desconoce, su impacto es obvio.
En 2019, 2,3 millones de ciudadanos chinos entraron a Rusia, de los cuales 1,5 millones turistas y más de 320.000 en viajes de negocios.
Los chinos son el primer grupo turístico de Rusia y visitan especialmente San Petersburgo, así como el lago Baikal o la península de Kamtchatka (Extremo Oriente).
El turismo ya había sido fuertemente restringido desde enero por las autoridades chinas y luego rusas, que de facto terminaron con los viajes de grupos chinos a Rusia, al prohibir el suministro de visas.
Ahora son los viajeros individuales a los que se les cierra el destino ruso.
Los grupos constituían "alrededor del 80% del flujo turístico proveniente de China", declaró Irina Tiurina, del servicio de prensa de la Unión rusa de la industria del viaje. "En otras palabras, el flujo había disminuido y ahora queda interrumpido".
Dijo que "por supuesto, las pérdidas son colosales", e involucrarán en especial a los empresarios chinos, ya que los gastos de turistas en la economía local rusa son bajos.
"Comen en restaurantes chinos y son llevados a tiendas reservados a los chinos", indica Irina Tiourina.
Las pérdidas de la industria del viaje en Rusia para febrero y marzo se cifran, según las previsiones de la Asociación de empresarios del ramo en ese país, en unos 40,7 millones de euros.
Las regiones fronterizas conocen problemas de otra índole.
Debido a la carencia de mano de obra rusa, los trabajadores chinos son muchos, y están presentes por lo regular en los grandes proyectos de construcción e importación de productos de consumo.
"Un mes o dos (sin trabajadores chinos), no provocará muchas consecuencias", asegura Alexandre Abramov, director del Centro para el desarrollo económico y la integración de Rusia en Asia Pacífico de la Universidad federal de Extremo Oriente, citado por la agencia de prensa RIA Novosti.
Algunos observadores expresaron su asombro frente al rigor ruso, donde los casos de coronavirus fueron anecdóticos. Las autoridades chinas consideran por su lado que la propagación del virus está vías de control.
Esta medida "draconiana" se debe tal vez a "una sinofobia latente entre los rusos", considera en Twitter Alexandre Gabouïev, analista del centro Carnegie en Moscú.