Perspectivas: sin futuro en Europa, regresaron miles de ucranianos | El Nuevo Siglo
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Domingo, 3 de Abril de 2022
Redacción internacional con AFP

“FUE un viaje de cinco días desde nuestra residencia en Járkov hasta Polonia.  Fuimos bien recibidos, los voluntarios nos dieron techo, comida y nos invitaron a seguir hacia otras ciudades. Pero pasaron los días y nos dimos cuenta que sin hablar su idioma iba a ser muy difícil tener un futuro allá o en algún otro país europeo…Así que dimos media vuelta y volvimos a nuestro país, a casa”.

Este es el relato que hace Svitlana Natalukha, quién a sus 60 años, decidió con su hija Galyna Kanuka y dos nietos salir de su ciudad, a comienzos de este mes, huyendo de la guerra que en su momento se concentraba sobre Járkov, la segunda mayor de Ucrania y de las primeras en ser blanco de los bombardeos rusos.

El tan repetido como angustiante sonido de las sirenas que alertan con minutos de anticipación sobre un ataque, apenas dando tiempo para buscar un refugio, llevó a esta mujer y su familia a dejar atrás todo, inclusive a los hombres de sus vidas, quienes como la mayoría de ucranianos optaron por quedarse para, arma en mano, defender su país.

Así, tras huir de las bombas, cruzar la frontera y estar a salvo en países como Polonia, familias como la de Svitlana Natalukha enfrentaron una cruda realidad. El idioma, no tener a nadie conocido como tampoco un destino, al igual que acceder a servicios médicos, se convirtieron en una barrera infranqueable para, como lo dice esta mujer, “comenzar de nuevo, desde cero, en tierra ajena”.

Como ellos, desde hace semanas y a diario son cientos los ucranianos que prefirieron dar media vuelta y retornaron a su país.

Y ello se ha podido comprobar en varias estaciones de tren como en Leópolis, donde la multitud de pasajeros que buscaban partir hacia ciudades europeas no dejaron ver, al otro lado de la plataforma y lejos de la sala principal, los grupos de personas que tenían el tiquete de viaje, pero en sentido inverso.

La agencia francesa de prensa, AFP, fue testigo hace ocho días de tres trenes transportando a entre 100 y 250 pasajeros de la ciudad polaca de Przemysl con destino a Leópolis. Entre ellos, algunos voluntarios extranjeros respondiendo al llamado de Ucrania para un apoyo militar, o encargados de llevar ayuda humanitaria, pero los demás eran mujeres y niños con pasaportes ucranianos.

Precisamente en dicha estación hay una pancarta manuscrita que invita a quienes se van, a regresar: "Regresen a sus hogares, la patria los espera".

Olexandre, agente a bordo de uno de los trenes, que no quiso dar su apellido, contó que a veces hay hasta 300 pasajeros en esos trenes de retorno.

"Al principio, no era el caso, pero últimamente varias mujeres con niños han empezado a regresar", asegura

Así, de los cuatro millones de ucranianos que optaron por huir de la guerra, al menos 450 mil ya hicieron el viaje de retorno a sus sitios de origen, aunque sobre ello no hay cifras oficiales.

“Mejor en casa”

 Aunque varios países -especialmente de la UE- han tomado disposiciones para acoger a los refugiados ucranianos, es difícil borrar los temores de los desplazados ante el inmenso desafío de reconstruir sus vidas en otra parte.

En Przemysl, en Polonia, los candidatos al retorno dejan tras de sí una estación repleta de voluntarios que ofrecen comida, un techo y la posibilidad de proseguir viaje.

Los trenes de regreso a Leópolis no son anunciados en el tablero de salidas, y los viajeros negocian su viaje a contracorriente del flujo de refugiados, en una puerta con la inscripción "prohibida la entrada" en el control de pasaportes.

Los trenes comienzan un viaje de 90 kilómetros, para acercarse a una frontera donde priman los atascos, y sobrevolada por helicópteros en su lado polaco.

En fin, en Leópolis, pese a estar lejos de las líneas del frente, las ventanas están cubiertas de sacos de arena, y resuenan toda la noche las sirenas anunciando bombardeos aéreos.

Hace dos semanas una base militar cercana a la ciudad y a la frontera polaca fue alcanzada por bombardeos rusos, matando a 35 personas.

Sin embargo, para Svitlana Natalukha, como para los cientos que como ella retornaron con sus familias a la mayor ciudad de Ucrania occidental, ésta pese a todo, se convierte en un refugio, les da la ‘seguridad’ de estar en casa y, que cuando acabe la guerra podrán retomar sus actividades y proyectos de vida.


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"Queríamos que los niños estuvieran en seguridad en Polonia, pero no lo conseguimos", dice Galyna, la hija de Svitlana, llevando de la mano a uno de sus pequeños hijos. "Esperamos que puedan estar seguros aquí, en Leópolis", agrega tras apearse del tren y volver a respirar, aunque con temor, el aire de su patria.

Se manifiesta agradecida por la ayuda recibida en Polonia pero, al igual que su madre, señala que “la perspectiva de rehacer nuestras vidas desde cero era mínima”. Y así justifica su retorno, no sin antes recordar que “los voluntarios nos ayudaron mucho, pero solamente en el lugar donde estaban…Nos decían que continuáramos hacia otras ciudades para encontrar otros voluntarios allá, pero… ¿y después qué?".

Y es que esa misma incertidumbre ronda a los millones de compatriotas que hoy están refugiados en varios países europeos como a Tanja Bila (40 años) a quien junto a su hija Anastasia y su madre Svetlana, acogió una familia alemana residente en el acomodado municipio de Kronberg, en las afueras de Fráncfort.

Oriundas de Kiev, tras viajar por días para dejar Ucrania y muchos más para llegar hasta este destino alemán donde Katrin Bilger con sus dos pequeños hijos les abrieron las puertas del hogar, estas tres mujeres encontraron el sosiego de estar lejos de la guerra. Sin embargo, les intranquiliza su futuro.

"Cuando empezaron los bombardeos, daba terror, no dormimos en toda la noche. Nos dimos cuenta de que teníamos que irnos. Dejarlo todo e irnos", narra Svetlana, de 69 años, que estaba visitando a su hija y a su nieta cuando empezó la guerra. Fue ahí cuando decidieron partir y hoy su vida se desarrolla en esta ciudad alemana, como miles de sus compatriotas ya que la solidaridad germana se ha sentido con fuerza.

Unos 240.000 refugiados han llegado hasta ahora, según las autoridades. Pero el número podría ser mucho mayor debido a que no todos se registran al cruzar la frontera. Dos tercios están actualmente alojados en casas particulares, según datos oficiales.

Desde hace dos semanas, la pequeña Anastasia, de siete años, ha podido encontrar cierta estabilidad junto a su madre y su abuela. Inclusive empezó a ir a la escuela y aprender alemán.

Sin embargo, a Tanja, la mamá, se preocupa por el futuro. "No sabemos cuándo y dónde regresar. ¿Nuestra casa estará en seguridad? ¿Quedará destruida y ya no podremos vivir en ella?", se pregunta. 

"¿Tal vez tendremos que quedarnos aquí, aprender alemán y empezar una nueva vida en un nuevo lugar? No lo sé, no tengo idea", reflexiona. Aunque también expresa que extraña su país, su familia, sus amigos y la vida que tenía.

La otra cara

Entre tanto, los ucranianos que no partieron al exilio enfrentan otro drama: desplazarse a otras ciudades o a refugios locales tras verse forzados a entregar sus casas a los soldados rusos.

Valerii Koriachenko vive en un pueblo al este de Kiev y recuerda que cuando hace dos semanas los soldados rusos irrumpieron en su casa le dijeron que esa y todas sus pertenencias eran “ahora de ellos”.

"Le quitaron la seguridad al rifle y 'amablemente' nos dijeron que fuéramos a donde quisiéramos porque ahora ellos vivían aquí", recuerda este panadero de 50 años, con voz temblorosa. Incluso se quedaron sus "calcetines y ropa interior", agregó.

El martes de esta semana, Koriachenko era uno más en la larga fila de personas que esperaban recibir ayuda afuera de un edificio municipal en la localidad de Brovary, a 20 km del centro de Kiev, que se ha convertido en un centro de acogida para desplazados.

Koriachenko dice que huyó de su poblado en el distrito de Brovary con su esposa, hijos y familia política luego de que los militares rusos llegaran con un mortero a su jardín y comenzaran a disparar a las fuerzas ucranianas. Después les comunicaron que se quedarían en su casa.