Perspectivas. ¿Acabarán los carruajes en Nueva York? | El Nuevo Siglo
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Domingo, 4 de Septiembre de 2022
Redacción internacional con AFP

SON uno de los íconos de la ciudad, como la Estatua de la Libertad, Times Square y Empire State Building, los espectáculos de Broadway y los taxis amarillos, entre otros. Sin embargo, están en alto riesgo de desaparecer.

Estamos hablando de los emblemáticos y elegantes carruajes que tirados por caballos se ven en la calle 59, una de las entradas al famoso Central Park, para que propios y foráneos puedan disfrutar un agradable paseo por esa vasta zona, donde la imponente naturaleza magnifica a esta multicultural ciudad, la que desde comienzos del siglo XX comenzó a llamarse la Gran Manzana y no por ser el segundo productor de esta fruta en Estados Unidos, sino por una historia paradójicamente ligada a los caballos.

Corría el año 1920, cuando el periodista deportivo John Fitz Gerald, quien cubría para el New York Morning Telegraph las carreras de caballos en Nueva York y sus alrededores, escuchó de un grupo de jinetes y ‘mozos de cuadra’ (los que transportaban y cuidaban a los animales) el mencionado término haciendo referencia a que en dicha ciudad no sólo se realizaban los más grandes eventos hípicos, sino que entregaba los premios más grandes. Se refirieron a éstos como la “gran manzana” y Gerald comenzó a utilizar el término en sus columnas y aunque se popularizó con el pasar del tiempo se fue desvaneciendo.

Medio siglo después, al comienzo de la década de los 70’s, el publicista Charles Gillet ‘rescató’ el apodo en una campaña para mejorar la imagen de la ciudad, por el respeto que el mismo había inspirado años atrás. Desde entonces es un signo.

Pero volviendo a los carruajes de Nueva York y al Central Park que han sido desde hace décadas una estampa a nivel global por ser escenarios de cientos de películas, estos vehículos tirados por caballos están en peligro de no volver nunca más a las calles, ya que funcionarios municipales pretenden reemplazarlos por vehículos eléctricos.

¿Un paseo que todo turista debe hacer o una actividad comercial cruel y obsoleta? Esa es la pregunta que hoy centra el debate no sólo en la Gran Manzana sino en todo Estados Unidos.

Para algunos, los recorridos en estas elegantes estructuras de tracción animal son un símbolo de la ciudad -como los arriba mencionados- pero para otros, no reflejan el espíritu de esta ciudad progresista líder en el Estados Unidos del siglo XXI.

"Manhattan es probablemente el peor lugar del mundo para tener un caballo de trabajo, por el tráfico, el ruido, la contaminación, el calor y las condiciones terribles", dice el concejal Robert Holden, quien presentó un proyecto de ley para reemplazar a los animales con carruajes eléctricos para junio de 2024.

Los defensores de los derechos de los animales han intentado por años desarticular esta industria, que engloba a 130 conductores que comparten 68 licencias para casi 200 caballos que viven en establos de la ciudad.

Este mes, su causa cobró nuevo impulso luego del colapso de un caballo en la concurrida Novena Avenida, que indignó a muchos después de que un video que mostraba al conductor gritando al animal para que se levantara se volvió viral en las redes sociales.

En Instagram, la supermodelo Bella Hadid llamó a aprobar la legislación promovida por Holden y calificó de "bárbara" esta atracción turística.

Quienes se oponen a estos paseos alegan que los caballos viven en condiciones de hacinamiento, por lo general están desnutridos y deshidratados, se asustan con el tráfico camino al parque y trabajan en contra de su voluntad.

"Literalmente son tratados como máquinas, y no son máquinas", dice Edita Birnkrant, directora ejecutiva del grupo anticarruajes tirados por caballos NYCLASS. "Esto no debería estar pasando en la Nueva York moderna".

Otros señalan que los animales viven establos en Midtown, que no son caballerizas como tal sino edificios adecuados para que pasen la noche. Además, que tanto para ir como para volver de Central Park deben transitar por carreteras y las caóticas vías de la ciudad, repletas de automóviles y taxis, al que se debe adicionar el atronador e imparable ruido.

Los operadores dicen que los caballos están bien cuidados y señalan que la industria está regulada por la ciudad, con los equinos y los establos sujetos a inspecciones por parte de los departamentos de salud y sanidad.

"Están felices y sanos. No puedes obligar a un animal de 700 kilos a hacer algo que no quiere", insiste Christina Hansen, que conduce carruajes en Nueva York desde hace 10 años.

Por ley, los caballos no pueden trabajar más de nueve horas diarias, ni tampoco cuando la temperatura alcanza los 32ºC o cae por debajo de los -7ºC.



Conductores migrantes

Hansen, de 42 años, dice que cada caballo tiene al menos cinco semanas de "vacaciones" en una granja cada año. Para ella, Nueva York no sería lo mismo si se prohibiesen los carruajes como el que arrastra su caballo Oreo.

"Hemos salido en películas y en televisión. Somos tan icónicos como el Empire State Building o la Estatua de la Libertad", explica.

En Central Park, donde el turista puede encontrar paseos de 20 minutos dese US$50 (cuatro personas) y de 45 minutos desde de 160 dólares, las opiniones están divididas entre los turistas.

"Es absolutamente inmoral", dice la británica Cailey Tyler, que está de acuerdo con la prohibición.

Marina Perry, de Argentina, no tiene problema con los paseos siempre y cuando los caballos sean bien tratados. "Es un aspecto cultural de la ciudad de Nueva York que ha existido durante generaciones", sostiene.

Hansen dice que la industria es "predominantemente un negocio de inmigrantes", con conductores de una veintena de países, entre ellos Brasil, Italia, Irlanda, México y Turquía. Pueden ganar cerca de 100.000 dólares al año.

El proyecto de ley de Holden tiene 14 patrocinadores y necesita 26 votos para ser aprobado. Los activistas esperan que la votación sea en octubre.

No obstante, será difícil que la iniciativa se apruebe dado que los conductores tienen el respaldo del poderoso sindicato de trabajadores del transporte de la ciudad.

"Nadie quiere conducir un carrito de golf eléctrico", asegura Hansen.

Pero Holden insiste en que los conductores ganarán más con los carruajes eléctricos porque podrán trabajar en cualquier clima.

"Es tecnología limpia. Es un ganar-ganar", dice.