La profesora de piano Oksana Shevchenko miraba en julio, cuando faltaba aún tiempo para el comienzo de clases, un montón de metal retorcido y cemento. Eso, advirtió con pesar, era todo lo que quedaba de la escuela donde trabajó durante 30 años, pulverizada durante la ocupación rusa de Borodianka, suburbio al noroeste de Kiev.
"Un terreno baldío quemado en lugar del sitio donde los niños estudiaban. Es el exterminio de la cultura y de los ucranianos por los invasores rusos", dijo Shevchenko, de 53 años.
A ella la motivan testimonios como el de Diana Kovtun, una estudiante de 15 años, quien tras interpretar como solista una canción popular ucraniana, comentó que se fue cuando se desencadenó la guerra pero regresó apenas pudo. "Antes me preguntaba si debía ir a trabajar o estudiar al extranjero. Ahora estoy segura de que quiero estudiar aquí en Ucrania. Quiero vivir aquí", dice.
Con la mayoría de los edificios reducidos a escombros o dañados, la calle principal es un testimonio conmovedor de la devastación, y a días de que arranque el nuevo año escolar, los padres de niños y jóvenes como Diana no pueden sino preguntarse: ¿qué vendrá para su futuro en este cierre de año?
Volver a clases, un temor real
Aunque la Organización de las Naciones Unidas advirtió que este retorno a clases representará "un duro recordatorio de lo mucho que han perdido los niños en Ucrania”, padres dudan sobre qué harán con relación a este tema, pues el sistema educativo ucraniano ha quedado devastado por la escalada de las hostilidades en todo el país y las escuelas han sido objeto de ataques o han sido utilizadas por las partes.
El temor no es para menos y las familias no se sienten seguras para enviar a sus hijos a la escuela. “Calculamos que una de cada diez escuelas ha sido dañada o destruida”, indicó a este respecto la Unicef.
No obstante, este panorama de destrucción es equivalente a la necesidad de que todos los niños vayan a la escuela y aprendan, incluidos los que están atrapados en situaciones de emergencia o de desplazamiento.
Por esta razón, en lo corrido de la semana la Unicef solicitó de forma vehemente no solo el fin de la guerra, que es algo que buena parte del mundo está pidiendo, sino que se le ponga un punto final al brutal uso de armas explosivas en zonas pobladas y a los ataques contra instalaciones e infraestructuras civiles, tales como las escuelas.
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Mil niños que perecieron
Ahora, y con los ojos puestos en la infancia, esta semana, en la que se cumplieron seis meses desde que el pasado 24 de febrero Rusia comenzó su invasión a Ucrania, las cifras registradas por la Organización de Naciones Unidas mostraron que alrededor de cinco menores han fallecido o han quedado lesionados diariamente en los últimos 182 días.
Aunque eso daría, entre cuentas alegres, la suma de 278 niños inocentes ajenos a las pretensiones políticas de los gobernantes, que han perdido la vida, de acuerdo con el estimativo inmediatamente mencionado, las cifras son sustancialmente más altas.
Y es que, de acuerdo con la organización, desde que comenzó el conflicto armado en suelo ucraniano, para disuadir a Kiev de que hiciera parte de la OTAN, así como para hacerse a las regiones separatistas de Donbás y Lugansk, la cifra ya supera los mil menores fallecidos o seriamente lesionados.
Ciertamente, a pocos días de que arranque el curso escolar, las familias no están seguras de si enviar o no a sus hijos al colegio. Y la intención remota de que sus hijos sientan un ápice de normalidad se impone al temor de la separación y el peligro.
Porque lo cierto es que, más allá del horror de los niños que mueren o resultan heridos durante los ataques, casi todos los pequeños ucranianos han estado expuestos a acontecimientos profundamente angustiosos, y los que huyen de la violencia corren un riesgo considerable de separación familiar, violencia, abusos, explotación sexual y tráfico de personas.
Sí, han pasado seis meses y todos los análisis se han volcado a analizar las consecuencias económicas de las sanciones, las posiciones bélicas de lado y lado, el riesgo nuclear, la cada vez más apremiante crisis alimentaria a nivel mundial, pero las víctimas menos silenciosas de la guerra, los niños, hoy no saben si volverán al colegio pues el temor de mandarlos es más real que nunca.
La irracionalidad de los adultos
Y una vez más, como en todas las guerras, recordó Unicef, las decisiones imprudentes de los adultos pusieron a los niños en un riesgo extremo. "No hay ninguna operación armada de este tipo que no provoque daños a los menores", indicó en lo corrido de la semana la directora ejecutiva global de la Unicef, Catherine Russell, quien señaló que la cifra ya está alrededor de los mil.
"Desde que la guerra se intensificó hace casi seis meses, al menos 972 niños han muerto o han resultado heridos por la violencia en Ucrania, una media de más de cinco niños muertos o heridos cada día”, alertó la directora quien, no obstante y lejos de traer algo de tranquilidad a la situación, aclaró que estas cifras son las que la ONU pudo verificar, pero es altamente probable que el número verdadero de niños muertos o heridos sea mucho mayor.
"La mayoría de las víctimas infantiles se deben al uso de armamento explosivo. Estas armas no discriminan entre civiles y combatientes, especialmente cuando se utilizan en zonas pobladas, como ha ocurrido en Ucrania: en Mariúpol, Luhansk, Kremenchuk y Vinnytsia. La lista es interminable”, detalló la directora, cuya entidad ha observado también que más de un cuarto de la población ucraniana, 17,7 millones de hombres, mujeres y niños, necesitarán una ayuda humanitaria urgente, es decir, unos dos millones más que las estimaciones de abril./ONU Noticias-AFP