ES evidente que la situación en Argentina es de expectante anormalidad. Aunque el término, a la luz de la historia inmediata del país, se exponga como algo polémico y necesitado de especificación. Es anormal, en cuanto a lo deseable, respecto a la vida cotidiana de los sectores más vulnerables, quienes deben sobrevivir a cómo Dios ayude, en los sinuosos senderos de la economía informal. En el rebusque.
Ello es cierto, aunque desde otra óptica, lo “normal” para Argentina es ir capoteando crisis permanentes con períodos de tranquilidad que en el fondo, iban gestando los vientos de nuevas turbulencias. Eso pasó en los ochentas, luego de que recuperada la condición civil del Estado, las condiciones desembocaron en una hiperinflación que obligó al Presidente Raúl Alfonsín (1927-2009) a entregar la presidencia del país, con unos seis meses de adelanto, a Carlos Menem (1930 -).
Eso también ha ocurrido, durante el período de 2003 a 2014, los precios altos de las materias primas elevaron los ingresos y favorecieron a los gobiernos latinoamericanos de la época: Chávez en Venezuela, Uribe en Colombia, Lula en Brasil, Ricardo Lagos y Bachelet en Chile, Correa en Ecuador.
Ahora el flamante mandatario Alberto Fernández (1959 -) debe enfrentar retos muy importantes. Para citar sólo algunos temas ilustrativos referentes a los desafíos a encarar: controlar las condiciones de estanflación -esa mezcla letal de no crecimiento económico y alto desempleo- dotación de servicios básicos en lo social -educación, salud, vivienda- recuperar los ingresos de divisas.
Otro reto, desde luego no menos importante: caminando como está el país en la cornisa, evitar la moratoria de pagos de una deuda que se ha hecho trepidante, en donde se incluyen ahora los 57,000 millones de dólares que dio el Fondo Monetario Internacional (FMI) a la economía argentina este año de 2019. Eso propició cierta oxigenación -que era indispensable- pero los problemas estructurales requieren ser abordados para conferir estabilidad permanente al escenario social y económico de la Argentina actual.
Para ello Fernández requiere de apoyos, de respaldos políticos y populares. Sabe muy bien que los votos con los que contó en la pasada elección no son totalmente propios. Algunos si los ganó reflejándose en ellos, las tendencias de su predilección. Pero otros votos fueron “sufragios castigo” contra Mauricio Macri. Era la escogencia que se ubicaba entre la esperanza y la utilidad de la victoria. Otros votos vienen del kirchnerismo más duro. Son los votos de su Vice-Presidenta Cristina Fernández.
En medio de estas condiciones está lo que se identifica como el carácter hiper-presidencialista en Argentina. El poder del presidente es muy importante tanto en contenido -efectividad al menos potencial- como en términos de la percepción de los votantes. Este rasgo a todas luces, aumenta la responsabilidad de un gobernante. Y desde luego, las situaciones se complican cuando los grupos parlamentarios pueden estar más que reacios a aprobar las agendas del poder Ejecutivo.
Otra de las condiciones y desafíos que debe enfrentar Fernández es la unidad, o al menos el lograr una efectiva cooperación entre miembros de su partido, el peronista. Hay sectores más duros, más proclives a políticas expansivas en lo fiscal, en los gastos de gobierno. En otro sentido, existen posiciones que se muestran más cautas en cuanto a contener lo que serían planteamientos populistas de muy corto alcance. Esto debe irse coordinando para no provocar un choque de poderosas embarcaciones en el frente interno.
Es sabido que en general, cuando existe un partido que tiene la hegemonía casi total en un sistema político, la lucha entre los partidos no es tan importante. En lugar de ello surgen las diferencias, tensiones y conflictos que ocurren al interior de la agrupación de mayor poder y presencia en la vida política.
En todo esto surge, como era de esperarse, un problema que se plantea como estructural, para las condiciones de la política en Latinoamérica: los partidos políticos están desprestigiados, y lo están porque en general no constituyen instancias de representatividad social. Es decir los ciudadanos de a pie no se sienten representados por esas agrupaciones.
A esto contribuye el espíritu pragmático de los partidos, en donde a falta de ideologías -como grandes discursos interpretativos- se acostumbra a ceder ante grupos de presión y los políticos terminan representándose a sí mismos. Véase que este rasgo corre paralelo también al desprestigio, a la falta de credibilidad de los parlamentos en los diferentes países.
Muchos de los requerimientos de la sociedad argentina son urgentes. Las expectativas que logró establecer el gobierno de Fernández mientras se desarrollaban las campañas políticas son de notable calado. Esperanzas urgentes. Satisfacerlas será todo un gran desafío para el nuevo gobierno, mientras existen restricciones económicas muy fuertes tanto en lo regional del país, como en lo internacional. El margen de maniobra bajo la tormenta es evidentemente limitado.
Ahora más que nunca, se requiere que el nuevo gobierno de Argentina se encauce por las rutas que le puedan dar la legitimidad concreta. Aquella que se obtiene en los resultados de la gestión y dirección del país. De una legitimidad que sobrepasa los linderos de los comicios electorales. Una legitimidad que se traduzca en ampliar capacidades para las personas y también en la creación de mayores oportunidades para amplios sectores sociales, por la vía del emprendimiento y la generación de empleos productivos.
Hoy más que nunca se verá la capacidad de dirigente que tiene Alberto Fernández, de poder concretar de manera útil y tangible, los postulados que redactó en el libro de su autoría, publicado en 2010: “Pensado y Escrito: Reflexiones del Presente Argentino y Dilemas de una Sociedad Fragmentada”. Es ahora el tiempo de las definiciones, de establecer bases para un desarrollo sostenible, de poder establecer agendas de legitimidad concreta que muchas veces se han visto postergadas.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario
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