“Estas serán las festividades de los pedacitos de pernil, sin hallacas ni pan de jamón para la gran mayoría de las familias”
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“Navidad que vuelve, tradición del año, unos van alegres y otros van llorando”. Así es la primera estrofa de una de las gaitas (música típica navideña venezolana) más representativas de la tradición decembrina del vecino país, que incluso hoy, luego de décadas de haberse escrito, no podría estar más vigente.
Con esa canción en la radio se levanta la familia venezolana este último mes del año, y en su gran mayoría pensando e ideando qué hacer para poder tener en su mesa el 24 de diciembre (y claro, también el 31) la cena navideña, un hábito irrestricto que hasta las familias más pobres solían tener antes de que la debacle económica y social arruinara a un país que se destacaba, entre otras cosas, por su jolgorio de pascuas.
El Sr. Collins Sánchez, tapicero de oficio y dueño de su propio negocio, le dijo a EL NUEVO SIGLO que ha querido comenzar a comprar los ingredientes para el plato navideño desde noviembre y hasta hoy no ha podido. Padre de dos muchachas jóvenes y esposo de una trabajadora del Estado, tuvo que ver a una de sus hijas marcharse a Bogotá y esperar a que su señora, como servidora pública, llevara a la casa el pernil prometido por el Gobierno para todos aquellos que tuvieran el Carnet de la Patria, esta suerte de credencial que el partido gobernante (Psuv) obligó a sacar a todo aquel que quisiera ser acreedor de servicios públicos, comida y subsidios.
El plato navideño
El plato navideño venezolano está compuesto por pernil de cerdo, una hallaca (especie de empanada sancochada envuelta en hojas de plátano con ingredientes varios como carne mechada, pollo, cerdo, aceitunas, pasas, alcaparras y demás), rodajas de pan de jamón (un pan con jamón, aceitunas y pasas) y ensalada de gallina (esta lleva papa y zanahoria sancochada con gallina mechada). Asimismo, se acompaña con ponche crema (licor a base de leche, azúcar, huevos y ron) y con dulces varios como el de lechosa o la torta negra.
“Aquí la vaina está arrecha (dura), no hay efectivo en los bancos y bueno, ese es un problema de nunca acabar. Mi mamá con 75 años es la que hace las hallacas pero este año no ha podido ya que tiene varios días en cola esperando su pensión frente al banco (…) Las hallacas las iremos a hacer entre toda la familia, cada quien pondrá un poquito y después se repartirán entre todos las que salgan, ya no serán 200 ni 300 como antes, poniendo mucho saldrán 50 o 60”, explicó Sánchez.
Pasando por el centro de Los Teques, capital del estado Miranda, el Sr. Collins se pregunta por qué hay tanta gente en la calle si muchos locales están cerrados, y es que “el Gobierno sacó unos juguetes y unos perniles en varios camiones y los están vendiendo casi que regalados, pero solo para los que tengan Carnet de la Patria. Yo gracias a Dios nunca me saqué esa mier… pero mi esposa como trabaja para el Estado sí tuvo que sacarlo, así que esperemos a ver si a ella le dan algo”.
Pasan las horas y pudo encontrar las hojas de plátano para las hallacas: “Chamo fueron Bs.S. 3.500 por dos kilos de hojas, esto deberá alcanzar”, dijo con más voz de derrotado que de victorioso, ya que un sueldo mínimo no pasa de Bs.S. 4.500 y en su tapicería hace mucho menos gracias a los altos costos de cualquier refacción. “La vaina está muy arrecha, ya nadie va a que le arregle un mueble o algún asiento de moto, es muy poco lo que puedo hacer, espero que a mi hija le esté yendo mejor en Bogotá”.
Ya entrada la tarde otro venezolano cabeza de familia camina por las mismas calles del Sr. Sánchez, pero esta vez no comprará nada navideño. “Estas serán las navidades de los pedacitos de pernil, las navidades sin hallacas ni pan de jamón para la gran mayoría de las familias”, dijo Ángel Navas, quien con su madre de 98 años de edad y su hijo de 18 intentará pasar de largo estas fechas.
“Estas son las navidades más tristes que se recuerden -dijo deteniéndose a observar un par de zapatos que no puede costear para su hijo- con cadenas diarias del tirano para hacerse propaganda vociferando consignas sobre la agresión internacional y el esfuerzo que hace para que el año que viene sea mejor”.
Al caminar con aire cansado y un peso de casi 60 años, Navas explica que “las navidades en las que para comprar un par de zapatos hay que vender el carro o la casa llegaron, nadie creía que fuera posible, pero mírennos ahora, el hazme reír del mundo”.
“Hoy los jerarcas de la dictadura hacen grandes saraos en ministerios y organismos públicos donde regalan a sus sirvientes teléfonos de alta gama y computadoras portátiles de última generación, como es el caso de la fiesta de navidad del Tribunal Supremo de Justicia”, reclamó, “donde 1 Kg de aceitunas cuesta dos veces el salario mínimo, un ponche crema Bs.S. 8 mil y una caja de cervezas Bs.S. 7.500”.
Y así como estos dos venezolanos y sus familias, el país, casi que por completo, pasará las navidades, muchos o casi todos, con hijos, padres, tíos o primos en otras naciones, y llamando antes de la media noche del 24 de diciembre para cantar que en estas navidades sí, como dice la gaita, unos van alegres pero muchos van llorando.