“Nadie puede salvarse solo”: mensaje del Papa Francisco | El Nuevo Siglo
Archivo AFP
Viernes, 23 de Diciembre de 2022
Redacción internacional

A una Navidad en paz con el Señor, los ucranianos en el corazón y un firme compromiso como cristianos para recomenzar, tras sortear lo más grave de la pandemia del covid-19, a trazar juntos los caminos de paz en el mundo, llama el papa Francisco para la fiesta hoy de la Natividad como para el inicio del 2023.

"Renovemos nuestra cercanía al martirizado pueblo ucraniano, perseverando en la oración ferviente por estos hermanos y hermanas nuestros que tanto sufren”, sostuvo el Pontífice en su anticipado mensaje para la Navidad, tema que también centra la 56ava. Jornada Mundial de la Paz que celebra el primer día del nuevo año y donde sostiene que “el virus de la guerra es más difícil de vencer que los que afectan al organismo”

El Papa tiene previsto presidir todas las celebraciones litúrgicas, a pasar de sus problemas de rodilla. Celebrará hoy la Misa de Gallo en la Basílica de San Pedro Junto a los cardenales de la Curia, algunos obispos y sacerdotes, mientras mañana se asomará al balcón de la basílica vaticana para impartir al mundo su bendición ‘urbi et orbi’, en la que reiterará su petición de acabar con las situaciones bélicas e injusticias globales.

Entre tanto, monseñor Héctor Fabio Henao, delegado de la Conferencia Episcopal de Colombia para las relaciones Iglesia-Estado, recuerda que la Navidad es una época de las más especiales del año litúrgico, pues en ella se recuerda que “el Señor plantó su tienda entre nosotros, que asumió nuestra condición humana en un pesebre humilde”, desde allí, dice el directivo, se lanza un mensaje para la humanidad “paz en la tierra a todos los seres humanos de buena voluntad”. 
Tras invitar a que esta fecha sea un momento especial de encuentro familiar “donde se superen las adversidades y divisiones”,
enfatizó que este tiempo debe ser visto como un momento de esperanza, porque ella “para mirar el futuro con ojos renovados”.

De allí que, en esta época de bonhomía, más allá de una celebración tradicional con cena, bebida e intercambio de regalos, es también un momento de reflexión y renovación de la fe, a partir de los lineamientos papales. Precisamente en el mensaje que, con ocasión de una nueva jornada mundial de paz, titulado “Nadie puede salvarse solo. Recomenzar desde el covid-19 para trazar juntos caminos de paz” entrega cinco reflexiones sobre la actualidad mundial y lo que se debería hacer.

Aquí los principales apartes de éste:

1. “Hermanos, en cuanto al tiempo y al momento, no es necesario que les escriba. Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche” (Primera carta de san Pablo a los Tesalonicenses 5,1-2). 

Con estas palabras, el apóstol Pablo invitaba a la comunidad de Tesalónica, que esperaba el encuentro con el Señor, a permanecer firme, con los pies y el corazón bien plantados en la tierra, capaz de una mirada atenta a la realidad y a las vicisitudes de la historia. Por eso, aunque los acontecimientos de nuestra existencia parezcan tan trágicos y nos sintamos empujados al túnel oscuro y difícil de la injusticia y el sufrimiento, estamos llamados a mantener el corazón abierto a la esperanza, confiando en Dios que se hace presente, nos acompaña con ternura, nos sostiene en la fatiga y, sobre todo, guía nuestro camino…

2. El covid-19 nos sumió en medio de la noche, desestabilizando nuestra vida ordinaria, trastornando nuestros planes y costumbres, perturbando la aparente tranquilidad incluso de las sociedades más privilegiadas, generando desorientación y sufrimiento, y causando la muerte de tantos hermanos y hermanas nuestros. Empujado dentro de una vorágine de desafíos inesperados y en una situación que no estaba del todo clara ni siquiera desde el punto de vista científico, el mundo sanitario se movilizó para aliviar el dolor de tantos y tratar de ponerle remedio; del mismo modo, las autoridades políticas tuvieron que tomar medidas drásticas en materia de organización y gestión de la emergencia. Junto con las manifestaciones físicas, el covid-19 provocó -también con efectos a largo plazo- un malestar generalizado que caló en los corazones de muchas personas y familias, con secuelas a tener en cuenta…



Además, no podemos olvidar cómo la pandemia tocó la fibra sensible del tejido social y económico, sacando a relucir contradicciones y desigualdades. Amenazó la seguridad laboral de muchos y agravó la soledad cada vez más extendida en nuestras sociedades, sobre todo la de los más débiles y la de los pobres…La pandemia parece haber sacudido incluso las zonas más pacíficas de nuestro mundo, haciendo aflorar innumerables carencias.

3. Transcurridos tres años, ha llegado el momento de tomarnos un tiempo para cuestionarnos, aprender, crecer y dejarnos transformar -de forma personal y comunitaria-; un tiempo privilegiado para prepararnos al “día del Señor”. De los momentos de crisis nunca se sale igual: de ellos salimos mejores o peores. ¿Qué hemos aprendido de esta situación pandémica? ¿Qué nuevos caminos debemos emprender para liberarnos de las cadenas de nuestros viejos hábitos, para estar mejor preparados, para atrevernos con lo nuevo? ¿Qué señales de vida y esperanza podemos aprovechar para intentar hacer de nuestro mundo un lugar mejor?

Seguramente, después de haber palpado la fragilidad que caracteriza la realidad humana podemos decir que la mayor lección que nos deja en herencia el covid-19 es la conciencia de que todos nos necesitamos; de que nuestro mayor tesoro, aunque también el más frágil, es la fraternidad humana, fundada en nuestra filiación divina común, y de que nadie puede salvarse solo. Por tanto, es urgente que busquemos y promovamos juntos los valores universales que trazan el camino de esta fraternidad humana. También hemos aprendido que la fe depositada en el progreso, la tecnología y los efectos de la globalización no sólo ha sido excesiva, sino que se ha convertido en una intoxicación individualista e idolátrica…

Si, por un lado, la pandemia sacó a relucir todo esto, por otro, hemos logrado hacer descubrimientos positivos: un beneficioso retorno a la humildad; una reducción de ciertas pretensiones consumistas; un renovado sentido de la solidaridad que nos anima a salir de nuestro egoísmo para abrirnos al sufrimiento de los demás y a sus necesidades; así como un compromiso, en algunos casos verdaderamente heroico, de tantas personas que no escatimaron esfuerzos para que todos pudieran superar mejor el drama de la emergencia. De esta experiencia ha surgido una conciencia más fuerte que invita a todos, pueblos y naciones, a volver a poner la palabra “juntos” en el centro.

4. Al mismo tiempo, en el momento en que nos atrevimos a esperar que lo peor de la noche de la pandemia del covid-19 había pasado, un nuevo y terrible desastre se abatió sobre la humanidad. Fuimos testigos del inicio de otro azote: una nueva guerra, en parte comparable a la del covid-19, pero impulsada por decisiones humanas reprobables. La guerra en Ucrania se cobra víctimas inocentes, propaga la inseguridad en todo el mundo y tiene graves efecto colaterales -basta pensar en la escasez de trigo y los precios del combustible-. Ciertamente, esta no es la era poscovid que esperábamos. De hecho, esta guerra, junto con los demás conflictos en todo el planeta, representa una derrota para la humanidad en su conjunto y no sólo para las partes directamente implicadas…El virus de la guerra es más difícil de vencer que los que afectan al organismo, porque no procede del exterior, sino del interior del corazón humano, corrompido por el pecado.

5. ¿Qué se nos pide entonces En primer lugar, dejarnos cambiar el corazón por la emergencia que hemos vivido, es decir, permitir que Dios transforme nuestros criterios habituales de interpretación del mundo y de la realidad a través de este momento histórico. Ya no podemos pensar sólo en preservar el espacio de nuestros intereses personales o nacionales, sino que debemos concebirnos a la luz del bien común, con un sentido comunitario, es decir, como un “nosotros” abierto a la fraternidad universal. Es hora de que todos nos comprometamos con la sanación de nuestra sociedad y nuestro planeta, creando las bases para un mundo más justo y pacífico…

Para lograr esto y vivir mejor no podemos ignorar un hecho fundamental: las diversas crisis morales, sociales, políticas y económicas que padecemos están todas interconectadas, y lo que consideramos como problemas autónomos son en realidad uno la causa o consecuencia de los otros. Así, estamos llamados a afrontar los retos de nuestro mundo con responsabilidad y compasión. Debemos retomar la cuestión de garantizar la sanidad pública para todos; promover acciones de paz para poner fin a los conflictos y guerras que siguen generando víctimas y pobreza; cuidar de forma conjunta nuestra casa común y aplicar medidas claras y eficaces para hacer frente al cambio climático; luchar contra el virus de la desigualdad y garantizar la alimentación y un trabajo digno para todos, apoyando a quienes ni siquiera tienen un salario mínimo y atraviesan grandes dificultades... Hemos de desarrollar, con políticas adecuadas, la acogida y la integración, especialmente de los migrantes y de los que viven como descartados en nuestras sociedades”/Redacción internacional