HACE 16 años nada ni nadie presagiaba que una introvertida investigadora científica se convirtiera en la canciller de Alemania y que se convirtiera en una líder mundial que con sopesadas decisiones gestara tanto cambios como desarrollos en Europa. Ángela Merkel se apresta a dejar la política y son múltiples los homenajes, desde actos públicos como libros, que se le ofrecen.
El más reciente de ellos es Ángela Merkel, Crónica de una era (Editorial Ariel), una biografía no oficial, tal cual lo describe su autora, la española Ana Carbajosa, donde refleja tanto el rostro político como humano de una mujer que supo consolidar su liderazgo en un mundo de hombres y que con su racionalidad, convicciones morales e incansable búsqueda del consenso mostró una forma distinta de hacer política.
Este es un libro donde predominan entrevistas, testimonios y conceptos de personas del común, dentro y fuera de Alemania, pero también de funcionarios y personajes que han rodeado a la canciller en su devenir político. Aquí algunos apartes de la introducción que la autora cierra con un atractivo abrebocas: “Con ustedes, Angela Merkel y su mundo”:
“Angela Dorothea Merkel es una política distinta, un personaje singular. Es la líder europea más relevante del siglo XXI, que se marcha tras dieciséis años en el poder sin perder una elección. Es mujer, del este, física y sin hijos. Toda una rareza en la política alemana y del continente, en el que nada se ha movido en los últimos tres lustros sin el visto bueno de Berlín. Conocerla es a la vez conocer la historia de la Alemania moderna y de Europa”.
“Fuera Merkel ha adquirido la categoría de símbolo global. Representa una era, la del multilateralismo frente a la marea neonacionalista que avanza sin aparente freno. La de la defensa de la ciencia y los hechos frente al populismo y los hechos alternativos. Encarna, además, la otra cara de la moneda frente a los líderes mercuriales y testosterónicos que aspiran a dominar el mundo... En la recta final de su carrera, con la explosión de la pandemia, esta política-científica ha despertado la envidia internacional”.
“Más allá de sus errores y de sus aciertos, Merkel personifica otra forma de hacer política. Pausada, reflexionada, desde la razón. El mundo tiene sed de sentido común y Merkel lo ha proporcionado con cierta naturalidad desde que asumió el poder en 2005. Esa racionalidad, junto a la fidelidad a los principios democráticos y a las instituciones, así como su obsesiva búsqueda del consenso, han contribuido a aupar a la canciller alemana en la escena global”.
“Esta admiración internacional contrasta con el rechazo que Merkel suscita entre ciertos sectores de la izquierda del sur de Europa y de la derecha alemana. Los primeros no le han perdonado las políticas de austeridad tras la crisis financiera de 2008, la que llevó al euro al borde del abismo. Los segundos la culpan de la entrada de más de un millón de demandantes de asilo en 2015…Aquella decisión, la de no cerrar las fronteras, marcó como ninguna otra sus mandatos”.
“Los comienzos de Merkel fueron tímidos y su carrera política ha sido una constante lucha en un partido en el que ha sido la eterna subestimada y una especie de cuerpo extraño. Aterrizó en la conservadora Unión Demócrata Cristiana (CDU) como una marciana. Tenía treinta y seis años y no formaba parte de las redes de apoyo mutuo tejidas a lo largo de los años en las juventudes del partido o en las agrupaciones regionales. Pero, sobre todo, venía del otro lado del telón de acero. Merkel creció y pasó parte de su vida adulta en la República Democrática Alemana (RDA), donde se convirtió en una física respetada. Allí se forjó su personalidad. En aquel régimen totalitario aprendió a escuchar, a ser ambigua, a leer entre líneas y, sobre todo, a esperar. Aquellos aprendizajes resultarían claves después para su supervivencia política”.
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“La política alemana es una mujer, como todas las de su generación en la RDA, con dos vidas. La de antes de la caída del Muro de Berlín y la de después. La aplicada científica y el gigante político. El día que la revuelta pacífica tumbó el Muro, el 9 de noviembre de 1989, Merkel estaba en Berlín y fiel a su estilo, digirió los acontecimientos de una manera lenta, pero profunda. Semanas después, llamaba a la puerta de un nuevo partido político, que acabaría fundiéndose con la CDU. Un año más tarde, cuando se produjo la reunificación alemana y hacían falta políticos del este y mujeres, Merkel estaba allí. La historia le brindó oportunidades que supo aprovechar. También las propició…Fuera de las fronteras es una líder veterana en los foros internacionales, donde ha sobrevivido a cinco primeros ministros británicos, cuatro presidentes estadounidenses, tres españoles y ocho italianos”.
“La de Merkel es una particular manera de entender la política y de actuar… Sus posiciones han sufrido incontables vaivenes, aunque siempre sin ceder en lo fundamental. Es decir, hay un puñado de principios y valores esenciales innegociables, como la libertad, la democracia o el Estado de derecho”.
“Ha logrado atesorar ingente poder y marcar el paso de la historia, mientras seguía siendo la eterna subestimada. Hasta el mismísimo final, sus adversarios dentro y fuera del partido siguieron pronosticando el Merkeldämmerung, el ocaso anticipado de Merkel, que a estas alturas es ya todo un género del periodismo en su país. En contra de incontables pronósticos, se va por voluntad propia, sin ser derrotada, lo que supone un hito en la historia de la República Federal”.
“Pero su rasgo más distintivo y el que probablemente mayores beneficios le ha reportado es su forma de actuar en el día a día político, la manera que tiene de entender y ejercer la política… Además, tiene un rasgo de personalidad que escasea en las altas esferas de la política: su “yo”, su ego, es a menudo invisible. No necesita tener razón y, sobre todo, no se toma nada, nada, de manera personal. Ese célebre teflón le ha proporcionado a lo largo de los años una inestimable ventaja respecto a sus rivales políticos. Mandatarios borrachos de ego han tratado de reducir sin éxito a la alemana impasible en la mesa de negociación. Putin le sacó un perro, sabiendo que le aterrorizan, Erdoğan la llamó nazi y Trump la insultó sin compasión…Mientras ellos pierden el control de sus palabras, ella espera a que se les pase y, después, negocia. Su estoicismo es un arma muy afilada”.
“No es una gran oradora... Pero en las últimas cuatro legislaturas, los votantes alemanes han demostrado ser pragmáticos. Han preferido la eficiencia y la credibilidad a las grandes visiones o al líder carismático de turno. A través de infinidad de conversaciones que he mantenido con votantes alemanes, he comprendido que muchos sentían que con ella estarían a salvo… Con subidas y bajadas a lo largo de este tiempo, la popularidad de Merkel ha sido un fenómeno político en tiempos de populismos y de rechazo al establishment”.
“El legado feminista de Merkel es muy mejorable, pero, irremediablemente, ser mujer la ha convertido en un referente para una generación de niños y niñas que en Alemania han crecido creyendo que tener una jefa de Gobierno es lo natural. Cualquier alemán de menos de treinta y tres años solo ha conocido a Merkel al frente de su Gobierno desde que tuvo edad para votar”.
“Heredó una Alemania enferma, con más de cinco millones de parados, pero con una serie de reformas impopulares puestas en marcha por su antecesor, el socialdemócrata Gerhard Schröder… Lo cierto es que, desde su llegada al poder, Merkel ha liderado casi una década de crecimiento económico ininterrumpido y de caída del desempleo hasta el nivel más bajo desde la reunificación”.
“La Merkel persona es todavía un enigma. Los alemanes conocen un puñado de anécdotas de su vida privada suministradas con cuentagotas por ella o por sus colaboradores para aplacar la ansiedad colectiva, pero poco más. Es célebre su modo de vida austero, sin que se le conozcan lujos, ni aficiones, ni amistades extravagantes. Vive con su marido en un apartamento en el centro de Berlín y es posible toparse con ella en el supermercado… Le gusta la naturaleza y se escapa siempre que puede a su dacha, en el Uckermark, una zona muy tranquila cerca de Berlín, donde planta patatas”.