Se reunió con los Unión Social Cristiana, partido de origen bávaro tradicionalmente opuesto a sus políticas, para sellar una alianza
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DOS SEMANA después de su estrecha victoria en las elecciones legislativas, Angela Merkel inició difíciles negociaciones para formar gobierno, atacada por el ala derecha de su propia familia política.
La canciller se reunió en Berlín con los principales dirigentes de su partido, la conservadora Unión Demócrata Cristiana (CDU). Hacia el mediodía amplió el encuentro para incorporar a sus aliados bávaros de la Unión Social Cristiana (CSU), liderados por Horst Seehofer.
El encuentro tiene por objetivo poner fin a las disensiones entre las dos formaciones, en particular sobre la generosa política migratoria de Angela Merkel, y hallar un acuerdo en un programa común para los próximos 4 años. La tarea se anuncia complicada y es poco probable que alcancen un pacto.
La CSU, que representa al ala más conservadora de esta familia política, respaldada por el ala derecha de la CDU, responsabilizan a la Canciller y a su política centrista por el resultado decepcionante en las legislativas: una victoria pero con el peor resultado desde 1949 (32,9%) en unos comicios marcados por la entrada espectacular al Bundestag de la formación de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD).
Merkel, debilitada en los albores de su cuarto mandato, se ve obligada a intentar formar una coalición mayoritaria contra natura en el papel, con los liberales y los ecologistas, dos formaciones que todo o casi todo separadas.
Según la prensa alemana, el líder de la CSU llevó al encuentro un plan de diez puntos, que se parece a una crítica directa a Merkel.
En el poder desde 2005, la canciller sorprendió a sus partidarios la noche de las elecciones estimando que no veía qué habría de cambiar en su política. El plan de la CSU le responde: “los que proclamaban que se seguirá como antes no entendieron y ponen en peligro la capacidad del partido a dirigir el país”.
La CSU exige que el movimiento ocupe también “su lugar en la derecha del centro”. Propone concretamente la instauración de una cuota anual de migrantes y que los recién llegados adopten una “cultura de referencia” alemana.
Sin consenso entre los conservadores, las negociaciones previstas a partir de mediados de octubre con los liberales y los ecologistas, que Merkel oficializó el sábado, están destinadas al fracaso.
Frente a estas disensiones, los socialdemócratas del SPD, que ahora ocupan la bancada de la oposición, echan leña al fuego.
“Es una historia de locos, la CDU y la CSU forman parte del mismo grupo parlamentario en el Bundestag pero en realidad son formaciones enemigas”, dijo el presidente del SPD, Martin Schulz, en declaraciones al periódico Bild.
Hasta ahora la CDU, apoyada en esto por los liberales y los Verdes, se opone a que se limite la cantidad de refugiados. Pero el sábado, Merkel dijo ser optimista sobre la posibilidad de que “con buena voluntad” se concluya un acuerdo con la CSU “sin que nadie tenga que renegar nada”.
Las críticas en su contra ya no provienen sólo de su aliado bávaro, con quien tiene pésimas relaciones desde hace dos años y la llegada masiva de migrantes. Ahora se pueden escuchar incluso dentro de la misma CDU.
Merkel lo pudo constatar en persona el sábado en Dresde, en el congreso de los jóvenes de su partido, de los cuales varios criticaron el enfoque centrista de su política.
El jefe del ala derecha de la CDU, Jens Spahn, fue muy aplaudido cuando denunció la política migratoria actual, responsable según él de los malos resultados en las legislativas, y el rechazo de los dirigentes del movimiento a abrir el debate.
Estas negociaciones se llevan a cabo con un ojo puesto en la elección regional del 15 de octubre en Baja Sajonia. La CDU fue durante mucho tiempo el favorito según los sondeos, pero ahora está a la par con el SPD.