Manifestantes prodemocracia volvieron a marchar y fueron repelidos por la Policía. Exigen la renuncia de la Jefa de Gobierno, apoyada por China
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HABITACIONES de hotel vacías, comercios con dificultades, número de visitantes a la baja en Disneyland... La economía en Hong Kong empieza a resentirse seriamente a causa de la ola de protestas que empezó hace dos meses en la megalópolis del sur de China.
Carrie Lam, la jefa del Ejecutivo de Hong Kong, acusó el viernes a los manifestantes de poner en peligro el crecimiento económico. Según ella, las consecuencias podrían ser peores que las de la epidemia del Síndrome Respiratorio Agudo y Grave (SARS, por sus siglas en inglés) en 2003 y la crisis financiera de 2008, lo que conllevaría que “la recuperación económica tarde mucho más tiempo”.
La excolonia británica vive su mayor crisis política desde que fuera retrocedida por Londres a Pekín en 1997. Varias manifestaciones estaban previstas para este domingo.
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Las empresas, sobre todo las del sector turístico, empiezan a alertar sobre las consecuencias negativas de dos meses de manifestaciones, a veces violentas.
Las cifras económicas no son buenas. En julio, bajaron el número de visitantes y la tasa de ocupación hotelera, y cayeron hasta un 50% las reservas de visitas en grupo.
“Lo que sucede en Hong Kong durante los últimos meses está comportando una situación preocupante, incluso peligrosa, para la economía y la población local”, advirtió esta semana Edward Yau, secretario de Estado de Comercio y Desarrollo Económico hongkonés.
La industria turística asegura sufrir un “asedio”.
“Creo que la situación es cada vez más grave”, indicó Jason Wong, presidente del Consejo de la industria turística de Hong Kong.
Según él, el impacto se ve reflejado en que las agencias de viajes contemplan despedir a algunos de sus empleados para resistir las dificultades.
Las imágenes de confrontaciones entre la Policía y los manifestantes en las calles de Hong Kong han dado la vuelta al mundo y estas podrían repetirse, puesto que estos pretenden continuar con las protestas durante agosto.
Las reservas hoteleras para agosto y septiembre “cayeron de forma significativa”, declaró a la AFP un portavoz de la Oficina de Turismo de Hong Kong.
Estos datos hacen pensar que la llegada de turistas disminuirá a lo largo del verano, dado que países como Estados Unidos, Australia o Japón ya han advertido a sus viajeros.
La caída del turismo perjudica especialmente a la compañía aérea Cathay Pacific, que esta semana tuvo que anular numerosos vuelos a causa de una huelga general.
Incluso se resiente Disneyland-Hong Kong. Bod Iger, presidente y director general del parque de atracciones, reconoció el martes que las manifestaciones afectan al número de visitantes. “Podrán comprobar los efectos en los resultados del próximo trimestre”, aseguró. Las manifestaciones “provocaron altercados que redujeron el número de visitantes”.
Doble obstáculo
Los expertos alertan en cuanto a que la inestabilidad social acentúa la ralentización económica que ya sufría Hong Kong a causa de la guerra comercial entre Estados Unidos y China.
La situación económica de la megalópolis tampoco era esplendorosa antes de las protestas, como lo refleja que su crecimiento cayó de un 4,6% al 0,6% en el primer trimestre de 2019, los peores datos trimestrales en los últimos diez años.
Según datos preliminares, las perspectivas en el segundo trimestre no resultan mucho mejores. Aunque el gobierno prevé un crecimiento de entre el 2% y el 3% para este año, las previsiones de las entidades financieras son bastante más pesimistas.
No obstante, según Martin Rasmussen, de Capital Economics, el impacto de las manifestaciones no se conocerá hasta más adelante, durante este año.
Protestas se mantienen
La situación tiende a empeorar ya que los miles de manifestantes prodemocracia anunciaron que no se detendrán. Ayer en Kong, por décimo fin de semana consecutivo, marcharon desafiando una vez más a la policía, que respondió con gases lacrimógenos.
Los activistas protestaron toda la tarde y el comienzo de la noche en diferentes partes de la ciudad. En el distrito obrero de Sham Shui Po, donde se prohibieron todas las manifestaciones, miles de personas, muchas vestidas de negro, levantaron barricadas y bloquearon las carreteras cerca de una estación de policía.
La mayoría de ellos iban vestidos de negro y equipados con cascos de construcción amarillos, la emblemática vestimenta de los manifestantes hongkoneses.
Al anochecer, apuntaron con láseres azules hacia la fachada del puesto mientras la policía agitaba un cartel que los instaba a dispersarse.
Poco después, comenzaron las refriegas entre los manifestantes, que arrojaban ladrillos y piedras, y la policía que respondió con gases lacrimógenos.
En Wan Chai, donde se encuentran las jefaturas de la policía, y en Causeway Bay, en la isla de Hong Kong, los manifestantes bloquearon las calles, mientras coreaban el estribillo “retomar el control de Hong Kong es la revolución de nuestro tiempo”.
No muy lejos, en North Point, estallaron disturbios que involucraron a residentes favorables al régimen comunista de China continental, que la emprendieron con transeúntes y periodistas, forzando otra intervención policial.
Nacida del rechazo a un controvertido proyecto de ley por parte del ejecutivo que buscaba autorizar las extradiciones hacia China, la movilización ha ampliado considerablemente sus demandas.
Los manifestantes exigen la renuncia de Carrie Lam, la jefa del gobierno local, y reclaman una investigación sobre la violencia policial, después de que se produjeran confrontaciones violentas en las manifestaciones y hubiera centenares de detenidos.
“No hay posibilidad de que nos retiremos. Ésta es nuestra última esperanza para poder establecer la democracia”, dijo un activista de 20 años, presentándose bajo su apellido, Lam.
La policía había autorizado una concentración en el sector de Victoria Park pero no la marcha prevista en dirección al este de la isla de Hong Kong.
Los manifestantes adoptaron la estrategia del “gato y el ratón” para esquivar el dispositivo policial y disminuir las confrontaciones con las fuerzas de seguridad.
“Nuestro objetivo es evitar los heridos, la sangre y las detenciones”, explicó un estudiante de 17 años que se encontraba en Victoria Park y se presentó como Chan.
El sábado por la noche, los cuerpos antidisturbios lanzaron gases lacrimógenos y detuvieron a 16 personas, pero los manifestantes evitaron violentas confrontaciones con la policía como las que se produjeron durante las últimas semanas.
“Nuestra estrategia anterior, que consistía en mantenerse en un mismo lugar, provocó que hubiera numerosos detenidos y heridos”, reconoce Chan, quien sostiene que “debemos ser como el agua para evitar los golpes”.
La megalópolis del sur de China vive su mayor crisis política desde que fuera retrocedida por Londres a Pekín en 1997. Las manifestaciones casi diarias degeneran cada vez más en enfrentamientos entre grupos radicales y la policía.