Como es costumbre de los expresidentes, sobre todo en Estados Unidos, se mantienen al margen del nuevo gobierno, pero también es usual que cuando las situaciones lo ameritan -por su gravedad e implicaciones- rompan su silencio más como una señal de alerta que de crítica, como generalmente lo tildan.
Y eso es lo que ha ocurrido en Estados Unidos con el líder republicano Donald Trump frente a trascendentales hechos que bajo la administración del demócrata, Joe Biden, han afectado el devenir político, la imagen y la credibilidad de esta potencia del norte.
El más reciente capítulo, y la primera grave crisis desde su llegada a la Casa Blanca, es el prematuro retiro de las tropas norteamericanas de Afganistán lo que despejó el camino para que los talibanes, esos que la coalición internacional forzó a replegarse en los lugares más recónditos del país asiático desde el 2001, lograran en tiempo récord reconquistar el poder, lo que de paso revive la amenaza terrorista global.
"No es que nos vayamos de Afganistán. ¡Es la forma tremendamente incompetente en que nos vamos!", fue una de las primeras frases de Trump respondiendo al argumento Biden de que “no me arrepiento de mi decisión de poner fin a la guerra de Estados Unidos en Afganistán”.
El líder conservador también manifestó que “lo que ha hecho Joe Biden con Afganistán es mítico. Permanecerá como una de las más grandes derrotas en la historia estadounidense", al tiempo que insistió en el retiro estadounidense, sin la planeación debida y las condiciones impuestas a los talibanes, fueron las causantes tanto de la debacle del ejército afgano como de la meteórica operación de ascenso de los fundamentalistas islámicos al poder.
Trump, quien negoció un acuerdo con los talibanes en Doha en 2020, según el cual Estados Unidos retiraría todas sus tropas en mayo de este año a cambio de diversas garantías de seguridad entre las que se encontraban la promesa de los militantes de mantener conversaciones de paz con el gobierno de Kabul, de no atacar a Estados Unidos ni sus intereses, y de no apoyar a grupos como Al Qaida para que ataquen a Estados Unidos, consideró que “Si yo fuera ahora presidente, el mundo vería que nuestra retirada de Afganistán sería una retirada basada en condiciones y exitosa".
Cuando asumió el poder principios de este año, Biden retrasó el plazo de la retirada (al 31 de agosto) e inexplicablemente decidió hace menos de un mes retirar el grueso de las tropas sin el cumplimiento de condición alguna, lo que permitió no sólo la ofensiva militar relámpago de los talibanes en el terreno, sino que fortaleció a sus voceros en la mesa de negociación que paralelamente sostenían con el gobierno, debilitado por el abandono norteamericano.
Y aunque el mandatario demócrata ha intentado desestimar las críticas no sólo de su rival político sino varios líderes mundiales, así como de la prensa norteamericana señalando que su prioridad era poner fin a esa guerra interminable porque “se dio a los afganos todas las oportunidades para determinar su propio futuro, pero no se les pudo dar la voluntad de pelear por eso”, además porque “nunca se suponía que la misión en Afganistán fuera construir una nación”, lo ocurrido asesta un golpe a la imagen y credibilidad de Estados Unidos.
Ejemplo de ello: la declaración de la legisladora Liz Cheney quien sostuvo que “Es imperdonable, catastrófico… Los rivales de Estados Unidos saben que pueden amenazarnos, y nuestros aliados se preguntan esta mañana si pueden contar con nosotros para algo” o los temores expresados por el exembajador paquistaní en Washington, Husain Haqqani, “la credibilidad de Estados Unidos como aliado se ve erosionada por la forma en que el gobierno afgano fue abandonado durante las conversaciones de Doha".
Así desde el colapso del gobierno afgano y de su ejército financiado por Washington, la huida al extranjero del presidente Ashraf Ghani, el ballet de helicópteros para evacuar al personal de la embajada estadounidense (lo que revivió las imágenes de la derrota en Saigón) la persecución los que colaboraron con Estados Unidos, el futuro de las afganas y hasta el previsible nuevo baño de sangre por la resistencia que se está gestando en algunas zonas de ese país probablemente pesarán mucho más que el argumento del gobierno Biden de que la misión de su país en Afganistán alcanzó sus objetivos.
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Migración y covid
Lo de Afganistán no es el primero como de seguro no será el último de los frentes en que Biden ha recibido críticas del expresidente Trump por considerar que adoptó políticas erróneas.
En medio del fragor político por su llegada a la Casa Blanca y en su frenesí por deshacer mucho de lo implantado por su antecesor, el mandatario demócrata emitió decenas de órdenes ejecutivas e hizo varios anuncios en temas que concitan el interés nacional, como son la situación de los migrantes y la lucha contra el covid-19.
Biden ordenó detener la construcción del muro en la frontera con México y anunció que no sólo propiciaría el encuentro de los niños que sin acompañante llegaron a la frontera con sus familias, sino que aumentaría el cupo tanto para los migrantes como para los asilados. Ello bajo el lema de una política migratoria "más humana" creó un sostenido efecto llamada, que desbordó los centros de acogida y le obligó a acelerar tanto las detenciones en la zona limítrofe como las deportaciones.
Trump que desde febrero alertó sobre el efecto que iban a tener las declaraciones del presidente, visitó a finales de junio la zona donde se alcanzó a construir el muro dijo que “ahora tenemos una frontera abierta, muy peligrosa, más peligrosa que nunca antes en la historia de nuestro país".
Y, desde el valle del Río Grande, de cara a parte de la valla de piedra que ordenó construir, sostuvo que “hicimos un trabajo excelente y en unos meses todo quedó destruido…Enfrentamos una crisis con el aumento de migrantes y los centros de acogida no dan abasto".
Un mes antes y el mismo día en que la Casa Blanca anunció el fin de la política “Quédate en México” que implantó el mandatario republicano para que decenas de miles de solicitantes de asilo, en su mayoría de Centroamérica, esperaban en sus lugares de origen o en el mencionado país la resolución de sus casos, Trump en su intervención ante la convención partidaria en Carolina del Norte denunció que la inmigración ilegal “está en niveles récord”.
En ese mismo escenario evocó que ante el impacto del covid-19 decidió comprar "miles de millones de dólares de la vacuna antes de saber si funcionaba" y que con ello “salvamos millones y millones de vidas". Y fue así como empezó la campaña masiva de vacunación a finales del año pasado, la que Biden aceleró gracias a que tenía asegurados los biológicos. Sin embargo, Trump lo ha cuestionado por el “vertiginoso ascenso del coronavirus” el que su sucesor endilga a una nueva pandemia “la de los no vacunados”.
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Otros frentes
A los anteriormente señalados hay otros frentes en lo que Trump ha alertado a la actual administración, especialmente en política exterior.
Uno de ellos es Cuba, donde el pasado 11 de julio se registraron las inéditas protestas contra el régimen, a las que respondió la Casa Blanca con nuevas sanciones y algunos anuncios difíciles de cumplir como que ‘buscaremos como restablecer el internet para los cubanos”. Trump ha cuestionado reiteradamente a Biden quien, como se sabe, cuando fue el vicepresidente Obama intentó un acercamiento con La Habana que precisamente su administración revirtió.
Recientemente indicó que "La falta de liderazgo de Biden es una vergüenza y socava la causa de la libertad en Cuba y en todo el mundo".
Frente a la inacción con un viejo y poderoso rival como es China, Trump señaló que "Estados Unidos es despreciado y humillado en la escena mundial, inclinándose ante ese país”, mientras que el pasado mayo, ante la escalada de violencia en Medio Oriente, recordó la “debilidad” del mandatario demócrata y su “falta de apoyo" al estado hebreo.
"Con Biden, el mundo se está volviendo más violento e inestable porque la debilidad de Biden y la falta de apoyo a Israel está provocando nuevos ataques contra nuestros aliados… Estados Unidos siempre debe respaldar a Israel y dejar en claro que los palestinos deben poner fin a la violencia, el terrorismo y los ataques con cohetes".
Aunque todos esos puntuales cuestionamientos son vistos por sus detractores como oportunistas, lo que está haciendo Trump es, como líder de su partido, consolidarlo con miras al 2022, donde su meta es recuperar la mayoría en Senado y Cámara.