UN PASO en firme en el tan largo como tortuoso camino que ha registrado hasta ahora, dieron el Mercosur y la Unión Europea al anunciar al cierre de semana un acuerdo para el libre comercio entre esos bloques, luego de 25 años de negociaciones, suspensiones y oposiciones.
"Este es el comienzo de una nueva historia. Ahora espero discutirlo con los países europeos", dijo la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, flanqueada por los presidentes de Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina, que asumió la presidencia protémpore de Mercosur.
Con reiterada oposición de Francia, que el mismo viernes recordó a la comisaria europea que el anunciado acuerdo no tiene "ningún efecto jurídico" y que seguirá batallando en la UE para que no se haga realidad, por el impacto negativo que tendía en varios sectores, especialmente el agrícola, al texto consensuado le espera un trámite difícil y de incierto futuro.
Y si bien a la Comisión Europea le compete la negociación de alianzas comerciales como ésta, para que éste entre en vigor debe ser refrendado por al menos 15 países miembros de la Unión Europea, lo que no se vislumbra fácil ni rápido. El proceso de ratificación, por los cuestionamientos de Francia, Italia, Polonia, Austria y Países Bajos, entre otros, enfrentará un muro de resistencia.
La ministra francesa de Comercio Exterior, Sophie Primas, fue clara sobre el paso dado por el Mercosur y la UE el viernes: "Hoy no es claramente el final de la historia. Lo que pasa en Montevideo no es una firma del acuerdo sino simplemente una conclusión política de la negociación Esta solo compromete a la Comisión, no a los Estados miembros", expresó en una declaración enviada a la AFP.
Entre tanto, el mandatario izquierdista brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, celebró el anuncio: "Después de dos años de intensas negociaciones, hoy tenemos un texto moderno y equilibrado, que reconoce las credenciales ambientales del Mercosur", mientras que su homólogo uruguayo, el centroderechista Luis Lacalle Pou indicó que “es importantísimo que el mundo se nos abra y esta es una oportunidad, no solo comercial", manifestó por su parte el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou.
El autodenominado libertario, el argentino Javier Milei, que desde el viernes tiene la presidencia protémpore del Mercosur, anticipó que buscará "flexibilizar" a este bloque comercial de manera que cada socio tenga autonomía para buscar acuerdos "convenientes" para sus intereses.
"Que cada país pueda determinar hasta dónde sí y hasta dónde no, haciéndose eco de las necesidades de su propia población, entendiendo que el bloque se beneficia del beneficio de sus integrantes", enfatizó el mandatario argentino, quien enfatizó que el Mercosur "terminó convirtiéndose en una prisión" para sus socios, por lo que quiere "revisar el arancel externo común, que es excesivamente alto".
"Somos el único bloque comercial que en la última década no bajó aranceles. No crean que no hay una relación entre este dato y nuestros escasos resultados comerciales", afirmó, y dijo que Argentina propondrá "ajustarlo" para asegurar "una inserción más competitiva en los mercados globales".
Para Milei, el grupo tiene dos opciones. "La realidad es que tenemos dos caminos. O aceptamos que el Mercosur no funciona y lo disolvemos, lo cual no es la voluntad del gobierno argentino. O lo adaptamos para que sea funcional a las necesidades actuales de sus integrantes", expresó.
El Mercosur no habilita a sus socios a buscar acuerdos comerciales con terceros países sin la anuencia de los demás socios.
Finalmente, Milei advirtió sus socios latinos que "nos encerramos en nuestra propia pecera tratando de cerrar un acuerdo con la UE que aún dista de ser una realidad".
Pese a esas inquietudes, Von der Leyen fue reiterativa en que “económicamente, este es un acuerdo en el que todos ganan”.
¿Ganadores y perdedores?
Lo anunciado el viernes en Montevideo es un ambicioso acuerdo que consta de capítulos sobre asociación política, cooperación y un controvertido segmento sobre comercio, que busca eliminar la mayoría de los aranceles entre ambas zonas.
Creado en 1991, el Mercosur (Mercado común del sur) agrupa a cinco países: Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia, que se unió en 2023.
Venezuela adhirió al bloque en 2012 pero su membresía fue suspendida desde 2016. El tratado negociado no incluye a Venezuela ni a Bolivia, sino a los cuatro países fundadores del bloque.
Los contactos entre la UE y el Mercosur comenzaron en 1999. Si resulta implementado, este acuerdo permitiría a los cuatro países sudamericanos exportar a Europa carne (vacuna y de aves de corral), azúcar, arroz o miel.
La UE, por su parte, exportaría vehículos, maquinaria y productos farmacéuticos.
En 2019, los dos bloques anunciaron un acuerdo político, pero países de la UE exigieron que se añadieran garantías medioambientales, y la negociación se extendió por otros cinco años, ya que varios capítulos fueron reabiertos.
De acuerdo con la Comisión Europea, las empresas de los dos bloques pasarían a actuar en un mercado con 279 millones de personas del lado del Mercosur y 450 millones del lado de la UE.
En ese escenario, los países de la UE tienen intereses diversos. España tiene particular interés en las exportaciones de aceite de oliva y vinos, el tiempo que Alemania, por ejemplo, busca un espacio que pueda auxiliar a su alicaída industria automovilística.
Para los sudamericanos, el acuerdo representaría acceso a un mercado que requiere alimentos. En 2023, los cuatro países del Mercosur exportaron a la UE alimentos (carne, soja y maíz) por unos 24.000 millones de dólares.
Además, el desafío planteado por la transición climática empuja a Europa a acercarse a la región sudamericana, rica en litio, cobre, hierro y cobalto.
Las crecientes tensiones comerciales con China y la perspectiva de dificultades con Estados Unidos en un futuro próximo también tuvieron un papel en la aproximación de la UE con el bloque del Mercosur.
El canciller alemán, Olaf Scholz, afirmó que "el acuerdo político entre los países del Mercosur y la UE está ahí. Se superó un obstáculo importante", y el jefe de gobierno español, Pedro Sánchez, dijo que es “histórico”.
Entre los que se dicen perdedores están los granjeros franceses ya que el acuerdo prevé cuotas de exportación de 99.000 toneladas de carne vacuna y la supresión de todos los derechos de aduana sobre 60.000 toneladas de carne importada a Europa desde el Mercosur.
La Comisión Europea afirma que esas cuotas representan sólo un 1,6% de la producción anual de carne bovina en la UE.
La posición francesa es que el acuerdo expondrá a los productores agropecuarios de ese país a una demoledora competencia con rivales que no están sometidos a las mismas exigencias, sobre todo en materia ambiental.
Von der Leyen trató de calmar las preocupaciones de París y Roma. "Escuchamos las preocupaciones de nuestros agricultores y actuamos en consecuencia. Este acuerdo incluye robustas salvaguardas para proteger nuestro sustento", explicó desde Montevideo.
En contrapartida, los cuatro países sudamericanos quieren evitar que sus propias industrias resulten aplastadas por sus equivalentes europeos.
Por esa razón, por ejemplo, Brasil busca proteger su industria automotriz de los efectos del acuerdo.
Así las cosas, lo anunciado en Montevideo es más un acuerdo de buenas intenciones con textos base que antes de ser enviados a los países de la UE deben ser traducidos a los 24 idiomas oficiales del bloque para que se inicie su revisión legal. De allí a que cada miembro del mismo lo analice, debata y ratifique pueden pasar mucho tiempo, inclusive el mismo cuarto de siglo que demoró su negociación. Como se ve, un acuerdo flojo y con pronóstico reservado.