DURANTE la campaña, muchos suponían que como presidente sería una marioneta y que Correa seguiría gobernando en la sombra.
Pero tras llegar al poder el pasado 24 de mayo con una ajustada victoria, consecuencia del desgaste del correísmo por la delicada situación económica y las crecientes denuncias de corrupción, Moreno mostró rápidamente sus cartas, su rebeldía.
Se enzarzó en una ácida disputa con el todopoderoso Correa después de que éste criticara sus reuniones con la archienemiga oposición, y se dedicó a cuestionar al anterior gobierno: el manejo económico, la política petrolera o el disparado gasto público durante la bonanza petrolera.
Su ruptura con el vicepresidente Jorge Glas, sospechoso de corrupción y aliado de Correa, fue para el exmandatario como una declaración de guerra.
"Moreno se dio cuenta de que la economía y la corrupción son los temas que más preocupan a los ecuatorianos y optó por desmarcarse de Correa para poder ganar legitimidad", explica a la AFP el politólogo Paolo Moncagatta, de la privada Universidad San Francisco de Quito.
El expresidente opositor
Desde Bruselas, donde vive con su familia, Correa ha pasado de ser el presidente que modernizó un país con fama de inestable e ingobernable a ejercer de principal líder de la oposición.
Por Twitter o con su nuevo programa digital, el mediático exmandatario parece en campaña permanente contra Moreno, al que acusa de aliarse con la oposición y de traicionar los principios socialistas del gobierno de la "revolución ciudadana".
"Un líder caudillista como Correa no va a permitir que haya una sombra sobre la imagen de su gobierno, según él, el mejor de la historia. Hay una guerra a muerte, uno de los dos, Moreno o Correa, tiene que o retirarse o ser vencido", opina a la AFP Simón Pachano, politólogo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
La disputa entre ambos ha dejado una grave división en el movimiento oficialista Alianza País -mayoría en la Asamblea Nacional- que podría dificultar la gobernabilidad del país.
El lunes, Moreno aseguró que convocará una consulta popular si pone en riesgo la institucionalidad del país, en un enigmático mensaje interpretado como una advertencia ante una eventual vuelta de Correa en las próximas elecciones.
El vicepresidente acusado
El vicepresidente Jorge Glas encarna al personaje caído en desgracia. Fiel vicepresidente de Correa y una de las figuras más poderosas del correísmo, Glas fue escogido compañero de fórmula de Moreno para las presidenciales.
Durante la campaña, pudo esquivar las frecuentas denuncias de corrupción formuladas por la oposición en su contra, por casos como el de Odebrecht y Petroecuador, sin que se le llegaran a imputar cargos.
Pero la llegada de Moreno y la lucha de poder con Correa ha supuesto para él un calvario: el mandatario le despojó de sus funciones de vicepresidente, en represalia por sus críticas, y le advirtió que "el dedo apunta" cada vez más hacia él.
Esta semana, Glas quedó vinculado a una investigación penal por el caso Odebrecht, con prohibición de salida del país.
"Moreno aprovecha las acusaciones de corrupción contra Glas para irse a la batalla contra Correa, pues sabe que si Glas fuera declarado culpable eso le afectaría al expresidente en su beneficio", señala Pachano.
Glas es investigado por “asociación ilícita” en un entramado que involucra a su tío, jede a una agencia de comunicaciones, con la multinacional brasileña, Odebrecht.
El enemigo cordial
En protesta permanente antes de las elecciones, la tradicional oposición al correísmo, formada sobre todo por partidos de derecha y sectores de clase media y alta, indígenas y ambientalistas, ha quedado fuera de foco con el gobierno de Moreno.
Liderados por el exbanquero conservador Guillermo Lasso -rival de Moreno en la segunda vuelta- y la exdiputada socialcristiana Cynthia Viteri, los opositores se negaron en un principio a reconocer la apretada victoria del candidato correísta, con plantones y cortes de vías en varias ciudades del país.
Pero la pelea cada vez más subida de tono entre Moreno y Correa, la ruptura de Moreno con Glas o el discurso del mandatario en materia económica y anticorrupción -justamente las dos banderas de la oposición- terminaron por convertir a sus adversarios en enemigos cordiales.
"El oficialismo ha acaparado todo el escenario político. Domina el Ejecutivo con Moreno, la Asamblea a pesar de la división entre 'morenistas' y 'correístas' y la oposición con Rafael Correa", declara Moncagatta.