Latinoamérica: tiempo de vacas flacas | El Nuevo Siglo
Foto Anadolu
Sábado, 23 de Noviembre de 2019
Giovanni Reyes

LAS condicionantes sociales y políticas en Latinoamérica parecen desbordadas.  Los países son varios y pueden incluirse en ellos a Nicaragua, Bolivia, Venezuela, Brasil, Argentina, Chile, Colombia y, hasta hace unos años, Guatemala.  Las escenas pueden ser dramáticas y ya hay varios muertos en las refriegas. 

Toda una tragedia que también se ha cobrado el dejar ciegos a manifestantes, como ha sido el caso chile, donde las fuerzas del orden no han tenido empacho en disparar a la cara.  De nuevo el fantasma infame de Pinochet, en un país que hasta ahora trata de dejar atrás la constitución que ha sido herencia de esos aciagos tiempos de dictadura (1973-1990).

Sí, la evidencia lo demuestra, en varios países las revueltas se han tornado cruentas, y ante la inoperancia policial para proteger activos, son varios los gobiernos que han ordenado acción a los ejércitos. Éstos están entrenados para reprimir civiles, más que combatir en una guerra regular. Se les llama a controlar trifulcas, pero los oficiales demandan condiciones de seguridad jurídica.  Ante ello, pocos gobiernos se han atrevido a hacer lo que han hecho las autoridades actuales de Bolivia: “exonerarlos de responsabilidad”. Ahora, ante violaciones de derechos humanos en Bolivia, se respira la certeza de la impunidad.

Todo el escenario cunde en una crisis derivada de los tiempos de vacas flacas que debe enfrentar ahora la región.  Como todo en la vida, los eventos y los hechos obedecen a procesos en los que se van gestando los resultados que desembocan en nuestra cotidianidad.

Es de reconocer que en especial durante la primera década del Siglo XXI hubo avances institucionales en cobertura y presencia.  Los precios de las materias primas estaban por lo alto y con ello la “fortaleza” de las monedas de la región.  Dicha fortaleza, por cierto hacía menos competitivos a los productos, pero aminoraba el precio de las importaciones.  Eran los tiempos de festín de los dólares baratos. Como siempre sucede en buenos tiempos: tenemos una visión agradable, aunque falaz de la vida.

Véase como mejoraron, de aproximadamente 2003 a 2014, los denominados términos de intercambio, es decir, el indicador que muestra los precios de la exportación por sobre los precios de las importaciones.  Este incremento de la valoración de las exportaciones fue notorio.  Algunos ejemplos: Argentina 120%; Chile 156%; Brasil 131%; y nada menos que 274% para Venezuela, para este caso más que se duplicaron.

 

La bonanza de esta marea alta de precios de productos de exportación latinoamericanos fue lo que hizo subir las popularidades de Chávez en Venezuela, Uribe en Colombia, Correa en Ecuador, Lula en Brasil, Bachelet en Chile.  Grandes ingresos, dólares baratos, importaciones al alza.  Pero las cuentas deficitarias que se generaban había que pagarlas y hoy, con la baja en los precios de las materias primas, la historia nos ha alcanzado.

Los términos de intercambio que se mencionaban arriba -la comparación entre precios de exportaciones entre importaciones- han caído desde 2014 a la fecha.  Véanse los números: para Argentina un 16%, en Chile 19%, y un 31% para Venezuela.  Aquí se aplica que “cuando la marea baja, sabemos quiénes se estaban bañando sin calzoneta”.

Es hora de hacer ajustes y los grupos más hegemónicos en todas las sociedades son renuentes a pagar facturas.  Sin embargo estos grupos forman parte del poder real de los países y no están dispuestos a dejarse arrebatar la papa. Así que los costos se descargan, en los grupos más vulnerables, en asalariados, en quienes subsisten en los truculentos laberintos de la economía informal, en los que ya de por sí viven en condiciones de pobreza.

La gente afectada, entonces, no se resigna fácilmente y protesta.  Y protesta en serio como los casos de Bolivia, Ecuador, Argentina y Chile.  Es allí donde con mayor o menor grado entran las fuerzas represivas, que se constituyen en los ejes del poder político real, de manera tradicional.

A raíz de todo esto, las conclusiones en Latinoamérica son bastante conocidas: ¿Por qué no cae Maduro?  ¿Por qué cae Evo Morales y no Bolsonaro?  Pues porque los militares deciden; sí, con toda la tragedia que eso implica, así es.  En especial en Estados pre-modernos, como lo son la mayoría de latinoamericanos. 

Esto es, en  sociedades en donde más que privilegiar las instituciones, el imperio de la ley, la equidad y la generación de oportunidades, se busca al caudillo, al hombre “fuerte”, se tienden a desvalorar las instituciones en pro de un presidente con gran poder.

Esas protestas conllevan no sólo la esperanza del cambio, sino un desafío a la supuesta legitimidad de los gobiernos. Se puede aceptar que los mandatarios surgieron de votaciones libres y justas, con lo que se reconoce la legitimidad formal-jurídica. Pero lo que se cuestiona es la legitimidad concreta; es decir, aquella que se fundamenta en la apertura de oportunidades y el ensanchamiento de oportunidades para la población.

Esos cuestionamientos de legitimidad concreta, como era de esperarse, pasan por pedir, elementalmente, un manejo apropiado de los recursos públicos, y de que las cargas de los ajustes -dada la baja de los ingresos por exportaciones- deben ser compartidas con grupos que tradicionalmente se han beneficiado del estado normal de cosas.

La gente defenderá los sistemas democráticos en la medida que los mismos, más que un fin, sean un medio, constituyan una esperanza de mejora para las condiciones de vida.  Y no se quiere que todo ello sea de gratis, sino a través de emprendimientos y empleos productivos; que existan oportunidades que permitan crecientemente un mejor futuro para mayorías sociales que han sido, desde siempre, grupos con aspiraciones postergadas.-

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario

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