Lo que le ha quitado el aire a la humanidad (que lleva meses respirando entre el miedo y la zozobra) ha sido una “bocanada” de frescura para la naturaleza, así como un impensable espacio de libertad para cientos de especies desplazadas a pequeños hábitats por la acción del hombre.
Eso es lo que el Covid-19, en sus seis meses de violenta irrupción, ha dejado en el mundo. Diminuto pero con un poder letal, se originó en la provincia china de Wuhan y fue detectado a los pocos días por un médico que paradójicamente no era infectólogo, epidemiólogo o intensivista. Li Wenliang no solo descubrió el primer grupo de contagiados (7), sino que escribió a sus colegas señalando que era un virus que se asemejaba al SARS, que provocó la pandemia en 2003, recomendando usar ropa protectora por ser este altamente contagioso.
Ello ocurrió el pasado 30 de diciembre, el mismo día que su gobierno comunicó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la extraña enfermedad, la que solo un mes después, cuando el coronavirus había traspasado las fronteras, declaró la emergencia de salud pública sin emitir alguna otra alerta temprana como lo había pedido Dr. Wenliang, quien finalmente, tras haber sido acusado de difundir falsos rumores, el 7 de febrero perdió la batalla contra el poderoso virus que descubrió.
De entonces a hoy la realidad ha superado la ficción, esa que el cine plasmó en cientos de películas retratando una humanidad doblegada ante un agente infeccioso y luchando por salvar la especie.
Declarada pandemia el 11 de marzo, ha contagiado a casi 17 millones de personas y, aunque ello representa solo el 0,2 % de la población global, su persistencia tiene al mundo a media marcha, tras vivir un inédito y prolongado confinamiento, la medida que hace miles de años un profeta recomendó ante la peste.
Más allá del alto impacto sanitario y económico, así como de los radicales cambios en la cotidianidad, la pandemia ha llevado a una introspección para la humanidad que, sin distingo de credos o religión, invoca ayuda divina para que científicos puedan blindar, de nuevo, la vida.
El 30 de enero, el oftalmólogo chino Li Wenliang advirtió a sus colegas de Wuhan sobre un virus muy contagioso y letal. Su gobierno, tras comunicarlo a la OMS, acusó al médico de divulgar falsos rumores. El 7 de febrero, cuando el mundo ya tenía miles de afectados, el coronavirus que descubrió segó la vida de Wenliang. /Foto Weibo
Como en una película de ficción, en las calles de Wuhan muchas personas murieron. Desde ese epicentro de la pandemia el mundo comenzó a ver las imágenes de los trajes y las caretas de protección, los que hoy se usan en casi todo el planeta. China enfrenta secuelas del brote, tras registrar 86 mil afectados y 4.654 decesos. /Foto archivo AFP
Ante la magnitud de la pandemia, el papa Francisco ha impartido este año dos bendiciones Urbi et Orbi. Sobrecogedora esta imagen con el Santísimo en alto orando ante una plaza de San Pedro vacía, el pasado 27 de marzo. “Descargamos en Ti nuestro agobio porque Tú nos cuidas” fue el centro de su oración. /Foto archivo AFP
“Creo en la fuerza de rezar juntos”. Esa fue la frase que pronunció el tenor italiano Andrea Boccelli antes de interpretar el concierto de Pascua, la noche del pasado 12 de abril desde la bella, imponente y vacía catedral de Milán. Solo el músico del Duomo Emanuelle Vianetti lo acompañó en el evento, que fue seguido por 30 millones de personas. /Foto archivo AFP
El primer ministro británico, Boris Johnson, y los presidentes de Brasil, Honduras y Bolivia, Jair Bolsonaro, Juan Hernández y Jeanine Áñez, han sido algunos de los personajes mundiales que se contagiaron del coronavirus y lo superaron. /Foto archivo AFP
Para ir al hospital Walter Read en Bethesda, donde visitó a algunos militares el pasado 12 de julio, el mandatario de Estados Unidos, Donald Trump, usó por primera vez una mascarilla, la que tenía el logo presidencial. /Foto archivo AFP
Animales salvajes se tomaron el paisaje urbano en los meses en que el mundo se confinó. Por hambre o simple curiosidad, se pudo ver en calles de diferentes países ciervos, monos, pumas, patos, ovejas, ardillas, entre otros. En las zonas costeras las gaviotas disfrutaron a plenitud. /Foto archivo AFP