CON el férreo compromiso de sacar al Reino Unido de la Unión Europea el próximo 31 de octubre, para lo cual tendrá que hacer un trabajo de filigrana política y diplomática ante la negativa de ese colectivo comunitario de cambiar el acuerdo hasta ahora logrado, Boris Johnson ganó la primaria interna tory y se convertirá, desde hoy en el nuevo primer ministro británico.
Johnson fue precisamente quién lideró la campaña del Brexit en el referéndum de 2016, y ahora retoma dicho compromiso. En la competencia conservadora para elegir su líder se impuso con 92 mil de los 150 mil votos de los militantes conservadores al actual ministro de Exteriores, Jeremy Hunt.
Hoy en la tarde, BoJo, como se le dice en su país, recibirá el encargo de la reina Isabel II de formar un gobierno cuya tarea más acuciante será culminar la salida de la Unión Europea.
"Vamos a terminar el Brexit el 31 de octubre", dijo Johnson momentos después de ser declarado el ganador de la carrera por el liderazgo del partido Conservador.
El negociador de la Unión Europea (UE) para el Brexit, Michel Barnier, expresó que espera "trabajar constructivamente con el primer ministro Boris Johnson cuando asuma el cargo, para facilitar la ratificación del Acuerdo de Retirada y lograr un Brexit ordenado".
Los próximos pasos de Johnson influirán en el destino de las generaciones británicas venideras y en el rumbo inmediato de la economía europea en conjunto. Ha señalado que ve posible modificaciones al acuerdo.
Estos serían los escenarios en que Johnson se podría mover frente al Brexit:
Plan A. Lo ideal sería que Boris Johnson pudiera obtener un nuevo acuerdo de retirada en lugar del negociado por la primera ministra saliente, Theresa May, que fue rechazado en tres ocasiones por el Parlamento británico.
Pero el propio Johnson admite que está casi fuera de su alcance, dado el receso parlamentario de este verano y el establecimiento de nuevos equipos de gestión tanto en Londres como en Bruselas.
Sólo le quedaría unas pocas semanas en septiembre y octubre, como mucho, para negociar, lo que parece muy escaso, dado que el acuerdo actual es el resultado de 17 meses de difíciles discusiones que dieron lugar a un texto extenso de 585 páginas.
La Unión Europea, por su parte, sigue repitiendo que sólo está dispuesta a cambiar la declaración política sobre los vínculos futuros, que acompaña al tratado de retirada, pero no el tratado.
Plan B: La otra posibilidad prevista por Boris Johnson es que el Parlamento ratifique sólo las "mejores partes" del acuerdo de May. Esto incluiría cuestiones menos polémicas, como los derechos de los ciudadanos europeos, las cuestiones de seguridad y la cooperación diplomática, y excluiría el controvertido "backstop", red de seguridad destinada a impedir el retorno de una frontera dura entre la República de Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte.
Los detractores británicos de este mecanismo argumentan que Irlanda del Norte podría quedar así virtualmente unida a la República de Irlanda -y a la UE- y separada de Gran Bretaña al establecer las aduanas en el mar de Irlanda.
Johnson confía en una estrategia de "ambigüedad constructiva", en particular con las 39.000 millones de libras esterlinas que se supone que Londres debe pagar a la UE bajo Brexit. Esta cantidad podría utilizarse como medio de presión hasta que se firme un nuevo acuerdo de relaciones comerciales con la UE.
Para evitar el retorno de una frontera a Irlanda durante este período transitorio, Johnson se ha referido al uso de determinadas soluciones tecnológicas o exenciones.
Plan C; Queda la solución muy incierta de obtener clemencia de los líderes europeos. Pero Bruselas debería evitar hacer demasiadas concesiones que sentarían un precedente para otros euroescépticos del continente. Por ello, la amenaza de un "no deal", o Brexit sin acuerdo, tiene sentido.
Sin embargo, este escenario temido por la comunidad empresarial tendría consecuencias mucho más graves para el Reino Unido que para el continente, que tiene una economía mucho más grande y diversificada.
Esta solución también podría poner en peligro el acuerdo de paz de Irlanda del Norte, que ha puesto fin a décadas de violencia, y sería un rotundo fracaso diplomático para el Reino Unido.