EL VOTO táctico en las generales que Reino Unido celebra este jueves podría jugar un papel clave para truncar la mayoría absoluta que la práctica totalidad de las encuestas otorga al primer ministro, Boris Johnson, cuyas aspiraciones de reelección se ven también atenazadas por la participación y el riesgo de complacencia en los denominados escaños marginales, es decir, aquellos donde la victoria se había saldado en los últimos comicios por una ventaja inferior al 10 por ciento.
De ahí la apuesta de Johnson por centrar la recta final de campaña en los bastiones que sentenciarán la jornada electoral en la que lo arriesga todo, no solo su supervivencia política, sino el divorcio que decidió patrocinar en febrero de 2016 como senda para allanar el terreno a sus aspiraciones de liderazgo. Refrendarlas ahora en las urnas depende del puñado de escaños que pretende arrebatar al Laborismo, junto a esquivar la trampa del voto táctico.
Este 12 de diciembre podría marcar la diferencia entre una hegemonía conservadora y un Parlamento sin mayorías. Esta es la tesis tras la intensificación de la compleja ofensiva promovida fundamentalmente por plataformas a favor de la permanencia en la Unión Europea, que aspiran a detener la salida garantizada por Johnson el 31 de enero.
La estimación general estipula que uno de cada diez británicos tendrá en cuenta esta baza a la hora de elegir papeleta, pero lo verdaderamente relevante es dónde se localicen. 'Best For Britain', organización a favor de un segundo referéndum, ha identificado 36 escaños de los 650 en juego que podrían desbaratar la mayoría absoluta 'tory'.
Según sus cálculos, con que 40.700 personas voten tácticamente sería suficiente para impedirla, es decir, una media de 1.131 por plaza, un número basado en un estudio de casi 30.000 electores que revela que, en ausencia de esta coordinación, el 'premier' obtendría 345 diputados.
Más que provocar un cambio de gobierno, el propósito de estas iniciativas pasa por abortar la hegemonía de Johnson, un empeño para el que han tirado de un intrincado entramado digital y una sofisticada ofensiva en las redes sociales para informar a los votantes acerca de qué opción elegir en sus respectivas circunscripciones para impedir al primer ministro obtener el único resultado que le valdría para ejecutar sus planes de divorcio.
El consenso demoscópico sostiene que las posibilidades de una victoria laborista son remotas, por lo que la única disyuntiva real que la ciudadanía tiene ante sí es una administración conservadora, que materializaría el Brexit cuando está previsto; o una Cámara de los Comunes sin mayorías que, previsiblemente, pujaría por un segundo referéndum, dada la corriente eurófila que dominaría Westminster.
El inconveniente es que el voto táctico tampoco es una ciencia exacta. Muchas de las iniciativas promovidas en la red ignoran las circunstancias específicas de cada circunscripción. Este factor es especialmente relevante en el modelo electoral británico, en el que cada diputado es elegido individualmente por el distrito al que representa y le basta con obtener una papeleta más que el segundo, dificultando extremadamente que la proyección demoscópica determine cuánto hay de voto táctico.
El otro gran caballo de batalla del que depende la mayoría de Johnson este jueves son los denominados escaños marginales. Su equipo ha identificado medio centenar de plazas que decidirán las elecciones.
Otro de los elementos determinantes que ninguna fuerza política puede controlar es la participación, una incógnita este 12 de diciembre, dada la aparentemente irreconciliable coexistencia entre la profunda desafección del electorado y la trascendencia de una cita que determinará no solo los próximos cinco años, sino el destino del Brexit.
En este sentido, las primeras generales que se celebran en diciembre desde 1923 podrían hallar en la meteorología un correoso rival. Los 'tories' temen que un tiempo especialmente complicado deje en casa al segmento de mayor edad, un contingente notablemente lucrativo para la derecha, así como a aquellos simpatizantes laboristas del norte inglés que habían decidido, por primera vez, votar conservador para garantizar el divorcio. Si la climatología es especialmente adversa podría favorecer la abstención