Imperiosa solidaridad con Haití | El Nuevo Siglo
Foto AFP
Domingo, 22 de Agosto de 2021
Giovanni Reyes

ES muy probable que el requerimiento apremiante de solidaridad con el castigado pueblo de Haití pueda tildarse de lugar común. En especial este sería el calificativo en las actuales condiciones, con los dramas haitianos acaparando de manera recurrente las portadas de la prensa internacional. 

Sin embargo, uno tiene siempre la esperanza, no deja de lado la convicción, de que algo puede hacerse, que con algo podamos contribuir a fin de aliviar las terribles condiciones de vida que ahora, nuevamente, debe enfrentar la mayor parte de la población haitiana. Ciertamente este llamado a la solidaridad con nuestros hermanos haitianos, pareciera por momentos no ser muy popular o atractivo, pero es indiscutiblemente importante. Es imprescindible este tipo de menciones, así no pertenezca a la trama de contenidos populares de la prensa rosa.

Es de subrayar y reiterarlo: Haití es el único país que pertenece al Cuarto Mundo en el hemisferio occidental, es decir que integra el grupo de naciones que -junto a otros como Burundi, Ruanda, Lesoto, Dijibouti, Sudán del Norte, Bangladesh- viven con mucho, de la caridad internacional.  Países que subsisten en medio de las aciagas condiciones cotidianas, en medio de las tempestades que acarrean, sin lugar a duda, las crisis permanentes que les mantienen secuestradas las existencias a las sociedades más pobres.

Algunos datos: durante 2020 y el impacto del Gran Confinamiento, Haití tuvo una caída generalizada de su producción en al menos -3%.  Puede no ser mucho, pero es una economía que en general bordea límites mínimos. La contracción económica ya venía afectando desde 2019 con -2%.  Durante los primeros seis meses de 2021 se tendría una inflación de 25%, algo que desborda las posibilidades de emprendimientos rentables en el país y se “come” el poder adquisitivo de grandes grupos poblacionales.

Se estima por parte de la Comisión Económica de América Latina, que la pobreza, como mínimo afecta al 60% de la población y que un 24% de los haitianos se ubica en condiciones de indigencia o pobreza extrema.  La inseguridad alimentaria crónica hace presa de al menos un 54% de la población del país. 

La incertidumbre económica, la zozobra política, las inseguridades diarias en lo social se desenvuelven en un ambiente de caos nacional donde imponen presencia bandas delincuenciales con potente armamento, viviendo de extorsiones. De hecho, son estas bandas las que establecen su ley y normativas armadas, las que constituyen un formidable obstáculo para poder distribuir las ayudas que están llegando luego del terremoto que asoló al país hacia las 8 de la mañana del sábado 14 de agosto de 2021. 

Como se sabe, las regiones más afectadas se ubican al sur del país, en L´Usine, Monnery y Petit Trou des Nippes, son zonas ubicadas al occidente de Puerto Príncipe.  Llegar con esas ayudas implica tener la aquiescencia o visto bueno de las bandas paramilitares.



No sólo fue el reciente asesinato del presidente de Haití, Jovenel Möise (1968-2021) el 7 de julio pasado en horas de la madrugada, con participación de exmilitares colombianos, lo que lanzó al país -si es que cabía lugar a una mayor profundización- al caos interno de la sociedad y a un clima como mínimo, confuso, respecto a las relaciones internacionales.

Luego lo del terremoto del 14 de agosto, y al momento de escribir esta nota, ocurre el paso de la tormenta tropical Grace. Estos vientos ciclónicos atraviesan, de oriente a occidente, la totalidad de la isla La Española, territorio donde los casi 28,000 kilómetros cuadrados de Haití -unos 7,000 más que la extensión de El Salvador- se ubican junto a República Dominicana.

No es de olvidar que los haitianos todavía no se recuperaban totalmente del terremoto que casi a las 5 pm hora local, del 12 de enero de 2010 destruyó el país.  Los efectos de ese sismo fueron por demás devastadores.  Se estima que ese desastre dejó casi 316,000 muertos, unos 350,000 heridos, además de 1.5 millones de damnificados. La infraestructura productiva del país se vio substancialmente comprometida. 

La recurrencia de movimientos sísmicos en general y de terremotos en particular se relacionan con la ubicación de Haití, casi en el vértice de la Placa del Caribe.  Una placa tectónica que conecta con la Falla del Motagua en Guatemala, la que a su vez se desprende de la Falla de San Andrés en el Pacífico, y luego vuelve a integrarse, en Panamá, con la Placa del Coco en el sur de Centroamérica.

Varias iniciativas se adelantan en relación con el drama haitiano. Una de ellas se ha reiterado por el gobierno de México, en el sentido de no permitir ventas de armas a Haití.  Se tiene evidencia que ese armamento es el que termina en poder de bandas paramilitares, con toda la carga de empobrecimiento y saqueo a la población que ello implica.

En 1995 se desplegó una fuerza militar de intervención en el país.  En algo que nos recuerda también el caso reciente de Afganistán, no hubo voluntad política sostenida mediante la cual se constituyera la presencia de instituciones democráticas en el país. El entramado institucional es muy débil, casi ausente en el desenvolvimiento económico y social de la sociedad haitiana.

Ahora es la oportunidad de que el conjunto de las instituciones internacionales, extranjeras, multilaterales puedan demostrar la eficacia a la cual están llamadas.  Es seguro que amplios sectores sociales de Latinoamérica y el Caribe, y de otros países, desean apoyar tanto los auxilios inmediatos como la reconstrucción de Haití. 

Es cierto, se podrá etiquetar que estos esfuerzos son asistencialistas.  Criticar y colocar epítetos siempre es más fácil que concretar efectivas contribuciones. Sí, es una ayuda asistencialista. Lo importante sería también la eficacia de las instituciones renovadas. El problema es que, para esto último, fácil, se nos van unos cien años.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor Titular, Escuela de Administración de la Universidad del Rosario

(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna)