Hechos, dudas e impactos de un mes en guerra | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Domingo, 27 de Marzo de 2022
Redacción internacional

POR DIVERSOS factores que van desde la férrea resistencia ucraniana hasta la indescifrable estrategia rusa, la ‘ofensiva especial’ como la llamó el presidente Vladimir Putin no ha sido total ni envolvente, aunque sí devastadora y con un alto costo en vidas humanas.

La fuerza y presión, claves de Rusia llevan más de un mes chocando, tanto en el terreno como en la mesa de negociación con la resistencia y valentía de los ucranianos. Este es un imprevisto para el Kremlin que, bajo el mando de Putin estaba acostumbrado a victorias de alto impacto con ‘guerras relámpago’.

La sorpresiva decisión de invadir Ucrania, el pasado 24 de febrero, fue respondida, casi de inmediato, con sanciones económicas, financieras y políticas por Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, con el fin de aislar Rusia, minimizar sus ingresos y, con ello, la financiación de la guerra. Hoy ese país comienza a sentir el rigor de esas duras medidas, pero políticamente el gobierno Putin no está tan solo como se preveía o quería.

Iniciado el segundo mes de guerra, con un incierto pero elevado número de víctimas, mediación diplomática inédita como la de Turquía, China e Israel, y con un diálogo continuo entre las partes, pero estancado por ‘contradicciones fundamentales’ en temas que permitirían alcanzar el real objetivo de la invasión, estos son los hechos cumplidos, las inquietudes y los caminos que se abren para ponerle fin.

1. ¿Se cumple el plan original?

Impredecible y hermético ha sido Vladimir Putin desde que irrumpió en la escena política. De allí que es aventurado descifrar la táctica y la estrategia de su ‘ofensiva especial’ en Ucrania. Pero si se observa los movimientos militares que ha realizado desde el día uno de la ofensiva hasta ahora se puede llegar a algunas conclusiones.

En primer lugar, se creía que la misma iniciaría por el suroeste ucraniano, en la frontera con la región de Donbás, cuyas autoproclamadas repúblicas Donest y Lugansk reconoció como tal en la antesala de los ataques. Fue al extremo opuesto de la nación, irrumpió desde la zona de frontera con Bielorrusia con disparos de largo alcance sobre Járkov (Járkiv), la segunda ciudad más importante del país, ubicada en el noroeste. Horas después amenazó con artillería pesada y avanzada terrestre a la capital Kiev y se encaminó a tomar -como lo logró- el control de la planta nuclear de Chernobil.

Esa ofensiva inicial hizo pensar, de inmediato, en que el plan de Vladimir Putin era tomarse la capital, derrocar el gobierno y nombrar uno de transición, afin al Kremlin. Encontrándose con una férrea resistencia ucraniana y a su par, Volodomir Zelenski con una gigantesca ventana informativa pidiendo al mundo presionar al ‘agresor’ para detener la guerra, el Kremlin comenzó ataques esporádicos en el este, el sur e hizo otra movida terrestre hacia Kiev. Con esa alta presión militar ganó una primera batalla: iniciar las negociaciones, que a hoy se mantienen.

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Con el paso de los días, sin dar tregua y enfrentado a unas preparadas fuerzas armadas así como a aguerridos civiles ucranianos que tomaron las armas para defender su país, el plan militar ruso cambió drásticamente, dando luces de su objetivo real. Desde hace dos semanas la mira de sus armas se enfocó a lugares de ‘alta precisión’ geoestratégica: de Zaporiyia donde se encuentra la mayor central nuclear de Europa bajó a Jersón y Mariúpol, la ciudad puerto sobre el mar Azov, al igual que Mikolavi, donde ha focalizado sus ataques. Esta última, a su vez, colida con Odesa, la mundialmente famosa por su arquitectura decimonónica y la monumental escalera Potemkin, que ubicada a orillas del Mar Negro es de vital interés para el que sería el plan original de Putin: asegurarse una franja de unos 600 kms entre esta última ciudad y la separatista región de Donestk que le blindaría sus fronteras al otro lado de ambos mares -ya que en medio está su anexada Crimea-, pero dejaría a Ucrania sin salida a los mismos.

2. “Misión histórica”

Conquistar esa zona en su frontera este, ante la reiterada amenaza de la expansión de la Otan, sería así no sólo el objetivo real de la invasión militar sino un paso más y decisivo en lo que Putin considera es su “misión histórica”, a saber, restaurar las zonas de influencia rusa en Eurasia, desaparecidas en 1991 con la disolución de la Unión Soviética (URSS).

Devenida a Federación de Rusia, precisamente esa república la más grande de las que en su momento componían la Unión Soviética, por su peso poblacional, económico y político se ha mantenido como un factor determinante en la geopolítica global, al igual que en un actor estratégico de Euroasia.

En ese escenario, el Kremlin implementó décadas atrás un proyecto político-militar que comenzó con la anexión de Crimea, otrora territorio ucraniano, en 2014, generando hasta ese momento la mayor crisis entre Rusia y Occidente desde el final de la Guerra Fría.

A principios de ese año y aprovechando que el pueblo ucraniano estaba dividido entre quienes preferían una mayor integración con Rusia y los que apoyaban mejorar la alianza con la Unión Europea (UE), Moscú decidió intervenir con una estrategia tan silenciosa como efectiva.

El entonces presidente ucraniano, Viktor Yanukóvich, declarado prorruso solicitó la ayuda del Kremlin, entonces presidido por Putin, para contrarrestar las protestas proeuropeístas que se habían tomado las calles. Sigilosamente el mandatario ruso reforzó los contingentes militares que tenía en bases de Crimea, las que operaban bajo los acuerdos del tratado de partición de 1997 y, semanas después, a finales de febrero, instaló puestos de control en los dos cruces viales entre Ucrania continental y la península.

En el entretanto y sin conocerse una posible intervención rusa, fue derrocado Yakúnovich y simultáneamente el Parlamento de Crimea eligió a un primer ministro prorruso y votó a favor de separarse de Ucrania, con el argumento de que los ‘extremistas’ que se habían tomado el poder en Kiev amenazaban tanto su seguridad, como el derecho a hablar ruso.

Bajo la égida protectora del Kremlin, se realizó un referendo el 16 de marzo, cuestionado por la comunidad internacional ya que no hubo observadores ni garantías, que dio como resultado un 95.5% a favor de convertirse en territorio ruso, lo que se hizo efectivo dos días después con una ley firmada por Putin, oficializando la incorporación de Crimea a la Federación Rusa.

Ucrania tuvo luego cinco presidentes prorrusos y en un inesperado giro político, eligió en 2019 a Volodomir Zelensky, un actor cómico que arrasó en las urnas. En ejercicio del poder, este hombre hoy de 44 años, se declaró abiertamente proeuropeísta y el ingreso de Ucrania a la Otan se convirtió en el norte de su mandato. Y si bien en ese momento no fue Troya, si comenzó el Kremlin a “construir su caballo”.

La Organización del Atlántico Norte (Otan) es una alianza militar disuasiva y tiene, bajo esa óptica, la preservación del orden y la paz de sus países miembro. Creada en 1949, con el paso del tiempo ha ido creciendo y, por tanto expandiéndose, al punto que de los diez socios fundadores, con Estados Unidos a la cabeza, hoy se ha triplicado.

La insistencia de Ucrania de ingresar a esta Alianza trasatlántica disparó las alarmas del Kremlin, llevándolo a continuas advertencias sobre el riesgo que para su seguridad implicaba tener tropas en su frontera este. De allí que a finales del año pasado presentara lo que llamó dos Tratados, uno para Estados Unidos y otro para la Otan (con sus aliados europeos) para abrir unas negociaciones que reformaran el esquema de seguridad europeo.

Dichos memorandos recibieron un no rotundo por considerar que las exigencias de Putin eran tan desproporcionadas como inviables, entre ellas que no se permitiera el ingreso de Ucrania a la Otan. El portazo de occidente fue el pistoletazo de salida para la invasión rusa al país vecino, una guerra de implicaciones globales que comienzan a sentirse.

El Kremlin ha sostenido que modificar el esquema de seguridad europea es una necesidad que se ha venido aplazando inexplicablemente y asegura que la desestabilización en la región comenzó a darse desde 1999, cuando Estados Unidos presionó a la Otan para bombardear Yugoslavia.

Esta semana el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, recordó que "el bombardeo estadounidense de Yugoslavia hace 23 años torpedeó los cimientos del orden mundial, provocando su erosión". Y fue más allá al señalar que “en aquel entonces, estas bombas, además de matar a civiles, destruyeron el sistema de relaciones internacionales. Fue exactamente entonces cuando la Otan -y cuando decimos Otan nos referimos a estadounidenses- comenzó a bombardear los cimientos del mundo", lo que a su juicio “condujo a la actual crisis de seguridad europea”.



3. Salida negociada.

Evitar una guerra prolongada, de desgaste y de mayor destrucción parece ser el objetivo de ambas partes. Y así se puede deducir ya que las conversaciones abiertas el 28 de febrero se mantienen, aunque la negociación está trabada por dos temas complejos y que permitirían el cumplimiento del original plan de Putin: el reconocimiento de Crimea como territorio ruso y un estatuto especial para la región de Donbás.

La "neutralidad" y la "desmilitarización" de Ucrania, es decir, impedir su adhesión a la Otan es un tema acordado y hecho público por el presidente Zelenski, quien sin embargo mantiene su línea roja de que se le brindes garantías de seguridad y mantener la integridad territorial.

El principal negociador ruso en la mesa de negociación, Vladimir Medinski, confirmó el estancamiento de la misma por los temas anteriormente referidos y asegura que Ucrania "está principalmente preocupada por obtener garantías de seguridad de terceros poderes en caso de que Ucrania no se una a la Otan", lo que describió como "una posición completamente comprensible".

Las partes admiten que hay avances en "temas secundarios" pero en las cuestiones políticas principales (Crimea y Donbás) no están llegando a ninguna parte. Como en toda negociación tendrán que ceder y ante el elevado número de víctimas que sin tener certeza real el ministerio de Defensa ruso cifró en 1.351 militares rusos muertos y 3.825 heridos desde el comienzo de la incursión y los ucranianos en más de 7 mil (entre fallecidos y heridos, la mayoría civiles), cuando antes mejor.

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Además, la previsible reunión entre Zelenski y Putin, que el primero tantas veces ha planteado y para lo cual varios países se han ofrecido como sede, no se dará sin un acuerdo total sobre los ítems de la negociación.

Retomando el triste balance de la guerra, Naciones Unidas informó el viernes que Naciones Unidas tiene registradas 2.788 víctimas civiles en Ucrania desde que Rusia lanzó el 24 de febrero su ofensiva militar, entre ellas 1.081 fallecidos, incluidos 93 niños, aunque advirtiendo que el dato real será "considerablemente mayor".

Reconoce la Organización que su balance va por detrás tanto por cuestiones de verificación de las informaciones como por la falta de datos en ciertas zonas, entre ellas Mariúpol. El Ayuntamiento de esta ciudad aseguró el viernes que sólo en el bombardeo sobre un teatro perdieron la vida unas 300 personas.

 

4. Actores claves

Sin intervenir directamente porque sería la mecha de una tercera guerra mundial, occidente con Estados Unidos a la cabeza respondió a la invasión con duras y variadas sanciones a Rusia, mientras que otros actores claves de la geopolítica mundial han mantenido conveniente silencio u optado por asumir una mediación.

China, por ejemplo, en una postura calificada por muchos como ambivalente y tibia, no ha condenado la invasión a Ucrania, pero se ha manifestado a favor de la soberanía e integridad territorial de los países. Simultáneamente, tal cual lo expresó recientemente el presidente Xi Jinping, asumió el ‘rol estratégico’ de buscar caminos para restablecer la paz, al igual que lo han hecho Turquía, acompañando las conversaciones telemáticas, e inesperadamente Israel.

La amistad ruso-china es “sólida como una roca” según han señalado sus portavoces y de allí que inclusive en la prolongada conversación de esta semana entre Xi y el presidente estadounidense, Joe Biden, insistiera en que “la guerra no beneficia a nadie”, recordándole de paso que “Estados Unidos y China comparten responsabilidades internacionales” como “trabajar por la tranquilidad y la estabilidad mundial”.

Por su parte, según la Casa Blanca, Biden advirtió a China de las “consecuencias que tendría si decide ayudar a Rusia en la guerra o a evadir las sanciones que se le han impuesto”.

Otro actor clave de la región es India, que ha optado por un prudente o “conveniente” silencio.

Si bien es arriesgado y prematuro determinar si estamos en la antesala de un nuevo orden mundial, la sólida alianza entre China y Rusia, al igual que el activo rol de Turquía develan un poderoso eje geopolítico regional.



5. Impacto de sanciones

A casi un mes de ser objeto de drásticas sanciones, especialmente financieras, el impacto de las mismas comienza a sentirse en las cuentas del Kremlin y en el día al día de los rusos, pero también en la economía mundial.

La guerra ha disparado las cotizaciones del petróleo, el gas, la mayoría de los minerales, varios cereales y los agroinsumos entre otros, al tiempo que amenaza con afectar la seguridad alimentaria global.

La moneda local rusa, el rublo, ha sufrido una depreciación del 40% desde el inicio de la guerra, pero la contrasanción anunciada esta semana, de que no recibirá pagos en dólares o euros por el gas que les vende ha contribuido a "desdolarizar" el mercado de los hidrocarburos e hizo retroceder la cotización de ambas divisas.

Al ser excluida del sistema financiero internacional, SFWIT, ha bloqueado gran parte de su intercambio comercial y, a nivel ciudadano, las tarjetas de crédito bajo franquicias como Visa y Mastercard y muchas Apps de servicios como ApplePay o Netflix han dejado de funcionar.

También comienzan a escasear productos básicos como el azúcar y en cuanto a conectividad los rusos ya no tienen redes sociales como tampoco la posibilidad de viajar fuera del país ante el cierre de operaciones de aerolíneas internacionales.

A nivel global, los países occidentales comienzan a tomar medidas para encarar el riesgo de escasez alimentaria mundial debido a que tanto Rusia como Ucrania son los dos mayores exportadores de trigo en el mundo.

El gobierno ruso aseguró que sus reservas de oro, las que respaldan el valor de su moneda, se encuentran a buen resguardo en su país, lo que le da margen de acción frente a las fuertes sanciones.

Los llamados oligarcas, actores de peso en el sistema ruso, que continúan siendo blanco de las sanciones y se especula que si la guerra se prolonga provoquen “un quiebre del sistema del poder en el Kremlin”.

En tal sentido, el Instituto Francés de Relaciones Internacionales (Ifri) señala que podría darse el caso que ciertos de estos multimillonarios y jefes de los servicios de seguridad se vean “tentados a frenar a Putin o a derrocarlo”, pero que por ahora no se ve señal alguna, en tal sentido, de esa élite rusa.