Guatemala: el rastro de la barbarie | El Nuevo Siglo
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Domingo, 28 de Junio de 2020
Giovanni Reyes

En especial en esta época del Gran Confinamiento, la necesidad se va afincando en tener esperanzas, en escribir y comentar sobre noticias alentadoras. Hechos y eventos que nos convenzan que por más atrofia mental que se presente como mayoría en algunos países, hay motivos de expectativas positivas para la humanidad.  Es allí en donde se enraizaría la terquedad del sueño porque salgamos de la pandemia como mejores seres humanos. Eso sería lo deseable: la cooperación, la solidaridad, el apoyo mutuo, el respeto por la naturaleza. 

Sin embargo, los hechos se imponen. Hechos trágicos que son de mencionar y alertar para quizá poder detenerlos. Siempre se piensa que eso es posible. Poder contener al menos, esa ola de barbarie que acecha, que parece desbordarse, en particular en tiempos de esta pandemia tan inesperada como devastadora.  Son hechos para dar a conocer, tan barbáricos como intolerantes, ¿Quién lo diría? Con la vivencia actual del Siglo XXI.

Los sucesos ocurrieron no hace mucho, el sábado 6 de junio de este año, en el municipio de San Luis, Petén, Guatemala.  Se trata de la zona norte de este pequeño país centroamericano de cerca de 16 millones de habitantes y 108,000 kilómetros cuadrados. 

Esta región norte corresponde al ecosistema húmedo tropical, con lluvias abundantes, suelo arable delgado y frágil -tipo kárstico como el que corresponde a amplias zonas de la Amazonía- calores cotidianos por donde discurre la vida.  En general, los indígenas que lo habitan son los kekchíes, uno de los cuatro grupos derivados de los mayas que son mayoritarios en Guatemala -los otros son los mames, los quichés y los cackquiqueles.

Respondía al nombre de Domingo Choc. Indígena experto en la cultura de sus ancestros, considerado un sabio Maya-Kekchí, con reconocido dominio en botánica, en la utilización de vegetales para curación. Trabajaba como investigador en proyectos científicos del University College de Londres en el Reino Unido, de la Universidad de Zurich en Suiza y de la Universidad del Valle de Guatemala. Era un indígena con prestigio en su comunidad y que pertenecía además, al Consejo de Guías Espirituales Relebaal Saqe, con sede en la cercana ciudad de Poptún, en el Petén guatemalteco.

La tragedia ocurrió cuando Domingo Choc fue secuestrado por personas de la aldea Chimay, del municipio de San Luis. Se reporta que los secuestradores lo estuvieron torturando y martirizando durante varias horas. Se le llevó al campo de pelota de la referida aldea y en “presencia de un amplio grupo de gente, fue rociado con gasolina y quemado vivo”.  Se señala que fueron cinco los autores directos del crimen, pero de conformidad con el video que ha circulado -mientras Domingo Choc se revolcaba en el suelo, agonizante- hubo muchas personas que presenciaron los hechos sin intervenir. 

Se señala que el autor intelectual habría sido Ovidio Ramírez Chub, además de indígenas kekchíes pertenecientes a una de las tantas iglesias del “cristianismo neo-pentecostal” que han proliferado en Guatemala.  Se dijo que el crimen se basaba en que Domingo Choc, mediante brujería, habría provocado la muerte del padre de Ovidio Ramírez.

El contraste entre victimario y víctima es sobresaliente, así lo señalaron medios locales, como Noti7, en la televisión de Guatemala. Por una parte el conocimiento ancestral de los mayas y por la otra el fanatismo de grupos que al amparo del neopentecostalismo hacen estragos en muchos países en donde operan.  Como marginal ilustración de esto, véase el Brasil de Bolsonaro en las condiciones actuales de lucha contra el Covid-19.

Estos son productos de los violentos, de quienes con su lúcido ejemplo de atrofia mental tratan de imponerse en especial en sociedades débiles, en países que bordean la condición de Estados fallidos. En Latinoamérica allí están los casos desafortunados de Haití, Nicaragua, Venezuela, Guatemala, Honduras, Guyana y hasta cierto punto Bolivia y Brasil.

Desde luego, la tragedia no es ajena a los guatemaltecos. Se trata de un torturado país, dueño de una sinuosa historia desde la llegada de los españoles, situándose la muerte del Héroe Nacional, Tecún Umán, jefe del ejército quiché, el 20 de febrero de 1524.  Como se sabe, y tiende a ser común en Latinoamérica, los iberos en general, se repartieron tanto las tierras como la mano de obra indígena. Claro que para ello hubo leyes, normativas, estamentos y por supuesto abogados, magistrados y jueces. Todo legalísimamente legal.

En la urdimbre de la historia cercana de Guatemala, es de destacar que de marzo de 1982 a agosto de 1983, en ese país centroamericano, bajo el mandato no constitucional del general Efraín Ríos Mont, él mismo un pastor neopentecostal, se vivió con la “impartición de justicia” por parte de tribunales secretos. Nadie sabía ni de jueces ni de procesos.

Ríos Mont, con posterioridad, ya en el Siglo XXI, fue condenado por genocidio. Su régimen fue producto del golpe de estado del 23 de marzo de 1982 y terminó con otro golpe de estado: el que perpetró otro general, Oscar Humberto Mejía Víctores, el 8 de agosto de 1983. En Europa se reconocerá con estupor el “carrusel de dictadores en Centroamérica”.

Durante el régimen de Ríos Mont se reporta que sus fuerzas de combate, enfrentando dispositivos de la guerrilla, habrían llegado a desaparecer cientos de aldeas.  En algunos casos se citan a cerca de 400 de ellas -véase “Memoria del Silencio” (1999). Se llegó a tener unos 42.000 guatemaltecos refugiados tan sólo en la zona sur de México. El conflicto armado incluiría unos 250,000 desaparecidos.  La última novela de Mario Vargas Llosa “Tiempos Recios” (octubre de 2019) es narrativa histórica que aborda la política en Guatemala, durante el período 1944-1954 y de la posterior intervención estadounidense.

En pleno Siglo XXI, ¿es mucho pedir respeto a los Derechos Humanos? Hoy de nuevo la tragedia se abate, en medio de esta tempestad luctuosa. Fanatismos cegados por creencias religiosas se abalanzan, una vez más, contra la esperanza. Es de verlo para creerlo: todo un país convertido en cementerio clandestino. Ahora fue quemado vivo Domingo Choc. Ciertamente y a pesar de todo, los violentos no prevalecerán.  Aunque mañana, reconociendo todas estas realidades, tendremos que hincarnos ante el contexto de Guatemala: nuestra madre mártir.