Fragilidad amazónica | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 2 de Noviembre de 2019
Giovanni Reyes

AUNQUE no se tienen aún evidencias y conclusiones definitivas, nuevas investigaciones van desmadejando lo que parece ser un entramado de intereses particulares que han desembocado en los ya conocidos incendios del Amazonas. 

Al parecer, más allá de lo que se conoce, hay una urdimbre de mayor calado en la que se mezclan expectativas de corto plazo, con el pragmatismo del mandatario Jair Bolsonaro desde Brasilia.  En ello influyen, como es posible deducirlo, los nexos y beneficios conjuntos que el actual poder Ejecutivo tiene con los influyentes sectores de agro-negocios en Brasil.   

En medio de esta dinámica de acontecimientos, es preciso reconocer que inicialmente la información había sido publicada por el diario Folha do Progresso. Se ha reiterado como muy probable, que el 10 de agosto pasado haya sido declarado como “Día del Fuego” en la Amazonía.  Fue a partir de esa fecha que los devastadores incendios se fortalecieron, tal y como consta en reportes de la policía y fiscalía federales de Brasil. Se nutren de ello las especulaciones alrededor de la intencionalidad que se habría tenido con los desastres.

Se ha reportado que uno de los planteamientos más difundidos por parte de los líderes rurales consiste en puntualizar que “necesitamos mostrar al presidente que queremos trabajar y la única forma es derribando selva.  Es con fuego que se limpian nuestros pastizales”.  Se ha llegado a especular que la acción coordinada habría sido difundida mediante grupos de whatsapp entre agricultores, comerciantes y los violentos “grileiros” -personas que acaparan tierras por métodos ilegales-.

En este punto es necesario recordar que el problema de la inestabilidad de la Amazonía consiste, entre otras consideraciones y en lo fundamental, en la fragilidad del sistema de suelos. En efecto, los mismos son muy poco profundos, de manera que no son capaces de retener nutrientes para las plantas. 

Esos nutrientes en general se encuentran en la biomasa, en los tallos, troncos, ramas y hojas de las especies que dinámicamente se asientan en la región, que es -aunque no lo acepte el mandatario actual desde Brasilia- uno de los pulmones del mundo.  Algo que tienen en común también los grandes bosques de África ecuatorial -en la zona del Congo- y los bosques de las regiones de Indonesia, Borneo y Malasia, en el Sudeste Asiático.

Al no tener mayor capacidad esos suelos de retener nutrientes, dado su escaso grosor, los procesos de tumba y quema de la selva lo que hacen es posibilitar por muy pocos años, el sostenimiento de cultivos temporales, incluyendo la soya.  Un poco más pueden sostener los pastizales, pero luego de cierto tiempo, los suelos tienden a perderse, a hacerse improductivos.  Exponen la capa rocosa -kárstica en muchos casos- que se encuentra muy cerca de la superficie.

De allí que para poder utilizar los bosques de la Amazonía se deben respetar las que se denominan “poblaciones clímax”, es decir las poblaciones vegetales y de fauna que ahora se tienen luego de miles de años de evolución en la región. Quienes más saben de esta convivencia son los grupos indígenas que durante mucho tiempo han sido capaces de existir en armonía con estos indispensables sistemas y recursos naturales de carácter renovable.

Procesos particulares de invasión y de explotación de la Amazonía, se basan en lo que la investigadora Claudia Azevedo-Ramos denomina “estrategia especulativa”.  Según Azevedo, la forma tradicional de “conseguir los derechos sobre la tierra es ocuparla económicamente, es decir, transformarla para pastizales de ganado o cultivos.  Es quemar el bosque, poner ahí ganado y luego vender esas propiedades”.

Con base en ese sistema de estrategia especulativa, agentes económicos con notable poder adquisitivo, les compran los terrenos a pequeños propietarios aumentando así las extensiones y la concentración de propiedades. Es de estas condiciones en donde surgen grandes explotaciones que de forma conjunta -a manera de agrupación gremial- se han constituido en un formidable grupo de presión. Se sostiene que Bolsonaro pertenecería a estas agrupaciones y de allí la mayor fortaleza con la cual el estado brasileño les favorece.

Se trata de una política de ocupación y explotación de la Amazonía que fue formulada y puesta en práctica desde la dictadura militar, la que se originó con el golpe de estado contra el presidente constitucional Joao Goulart (1918-1976).  Los militares tomaron el poder el 1 de abril de 1964 y lo entregaron en 1985.  Se sospecha que nunca dejaron de seguir y finalmente asesinaron a Goulart en su exilio en Argentina el 6 de diciembre de 1976.

La dictadura militar, con el fin de aprovechar la Amazonía, trasladó migrantes de distintos estados de Brasil a los márgenes de la carretera que atraviesa la Amazonía. Se otorgaron incentivos fiscales para los agro-negocios. Estos asentamientos se calcula que son responsables de un 13 por ciento de la deforestación “legal” de la región amazónica.

Todos estos antecedentes, rasgos y vericuetos, sin embargo, están muy lejos del entendimiento y del “mundo” de los agro-negocios que tanto le gustan a Bolsonaro. No se trata de impedir el fortalecimiento de las empresas.  Obvio que no.  Pero se trata de que las mismas puedan contribuir a un desarrollo eficiente en lo económico y productivo, que sea equitativo en lo social y ante todo -en el caso de la Amazonía- sustentable y sostenible en lo ecológico. 

La lógica en la vida es inexorable.  Desgraciadamente, aún hay personas, que no se percatan que la historia, que el tiempo, que las consecuencias inapelables de nuestro despilfarro de recursos, crecientemente nos están pasando cuenta de cobro. Quiérase ver o no, lo que está en juego son las bases esenciales de nuestra sobrevivencia humana.  

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario

(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna)