Nunca como antes estaba dado el escenario político para impedir un nuevo mandato del Presidente. Sin embargo la oportunidad parece será desaprovechada por la fragmentada oposición
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VOTO ÚTIL o voto castigo. Esa es la estrategia que en esta semana y a escasos ocho días de las elecciones presidenciales en Bolivia ha emprendido una oposición fragmentada para impedir que el presidente Evo Morales logre una nueva reelección, la tercera en línea.
Con el desgaste propio de 13 años en el poder y con una economía en declive, otrora fuerte de sus campañas, el mandatario indígena enfrenta, por primera vez, la posibilidad de perder la Presidencia. Así coinciden en señalarlo todos los sondeos, que aunque lo marcan en punta (36%), su diferencia con su rival más inmediato, el opositor Carlos Mesa (26.9%), es de tan solo unos pocos puntos porcentuales y lo que lograría no sería suficiente para ganar en una sola vuelta. Y, de lograrlo, no lograría la mayoría en el Congreso bicameral que es vital para imponer su política.
El escenario para que una de las figuras de la revolución socialista del siglo XXI deje el sillón presidencial está dado pero, sin embargo, la oposición se encuentra fragmentada en ocho candidaturas y ninguno de ellos pareciera, a una semana de la cita en las urnas, dar su brazo a torcer.
De allí que en los recientes cabildos populares realizados en Santa Cruz, la Paz y Cochabamba, las regiones más pobladas y desarrolladas del país, se fraguaran estas nuevas estrategias contra Evo Morales. Aún más, muchas comunidades indígenas, en el pasado bastión electoral del mandatario, han adherido a los intentos de la oposición por un cambio en el gobierno.
La campaña del "voto útil" pide concentrar el sufragio en el expresidente Carlos Mesa, único candidato, según todos los sondeos, que puede hacer frente a Morales. Mientras, la del “voto castigo” se centran en criticar, con énfasis y estadísticas, 13 años de despilfarro y corrupción.
Un cabildo realizado en La Paz el jueves fue más allá ya que no sólo rechazó la postulación de Morales, sino que resolvió desconocer un eventual triunfo del gobernante "activando los mecanismos de desobediencia civil democrática".
"Todo lo democrático no asusta, sino enseña a valorar en su justa dimensión qué está hablando la gente (...), eso para nosotros es una enseñanza, es una cátedra política", reaccionó el vicepresidente Álvaro García, que también busca su reelección.
El expresidente Mesa ha multiplicado, en vano por lo pronto, sus esfuerzos para que los otros candidatos cierren filas tras de sí, porque es el único chance que tienen de derrotar a Evo Morales. Así, realizó desde llamadas telefónicas hasta la publicación de un anuncio televisivo en el que señaló que “a pesar de nuestras diferencias Óscar Ortiz (tercero) y yo compartimos ideas. Hoy hay solo dos candidatos que pueden ganar: el candidato ilegal y yo. Por eso te pido tu voto porque aún estamos a tiempo de unirnos los que no queremos cinco años más de Morales”.
Pero esa estrategia no le funcionó y casi que de inmediato, Ortiz, candidato del colectivo Bolivia Dice No (BDN, derecha), que se ubica en tercer lugar en las encuestas con 7.8%, replicó en Twitter: "El señor @carlosdmesag dice que son más las cosas que nos unen, que las que nos separan. Yo lo digo muy claro; hay una línea roja que nos separa: la corrupción".
Y a renglón seguido le pidió a Mesa explicar "porqué quemó los descargos de los gastos reservados" de su gobierno entre 2003 y 2005. "Rinda cuentas y devuelva el dinero".
Mesa se ha declarado víctima de una "guerra sucia" por parte de sus oponentes, especialmente de Mauricio Balcázar, yerno del expresidente Gonzalo 'Goni' Sánchez de Lozada, quien le acusa de haber recibido 800.000 dólares para aceptar la candidatura a la vicepresidencia en las elecciones de 2002.
La fórmula presidencial de Ortiz intervino esta semana en la campaña, tras renunciar a esa dignidad, al pedirle a Ortiz que abandone la carrera presidencial y se sume a Mesa porque es la única opción que el país tiene de gestar el cambio de mando.
Sin embargo, un alto dirigente del partido de Ortiz, Ernesto Suárez, afirmó que "el culpable de que no haya unidad en el país es Carlos Mesa", a pesar de que a fines del año pasado ambos candidatos se acercaron para tantear una fórmula única.
"Don Carlos Mesa nos jodió el país en 2005 (con su renuncia a su mandato a causa de desbordes sociales) porque él entregó al presidente Morales el gobierno y en 2019 nos va a volver a joder el país, porque no quiso la unidad", protestó el senador de derechas Arturo Murillo.
Ante esas diferencias que parecen insalvables, producto para muchos de un ego personal, algunos segmentos civiles comenzaron a plantear la unidad ciudadana desde las bases, en el sufragio.
Un spot financiado por el empresario Samuel Doria Medina, aliado de Mesa, plantea, a través de la imagen de una joven, la siguiente reflexión: "si como ciudadanos nos unimos y votamos por el candidato que tiene posibilidades de ganar al Gobierno, demostramos que la mayoría queremos un cambio".
La politóloga Ximena Costa, diputada de la oposición, advirtió que "cuando se parte un pedacito (del voto) a un tercero (Ortiz), eso le resta no solamente al segundo (Mesa) sino que le favorece, con más curules (parlamentarios) al primero (Morales)".
En carrera contra el reloj y ante la incertidumbre de si el presidente Morales podrá imponerse en primera vuelta o irá al balotaje, donde todas las recientes mediciones aseguran que ganaría Mesa porque capitalizaría todo el descontento de la oposición, se multiplican los esfuerzos de los líderes políticos para concentrar el voto de los 7.8 millones de bolivianos que acudirán el próximo domingo a las urnas para elegir presidente, vicepresidente, 36 senadores y 130 diputados, para el período 2020-2025.
Balance agridulce
Evo Morales, el presidente en funciones más antiguo de América del Sur, quiere otros cinco años en el poder, es decir gobernar hasta el 2025. Sin embargo sus tres períodos consecutivos le han pasado cuenta de cobro en la popularidad por los hechos de corrupción en su entorno y una economía venida a menos desde hace meses.
Pastor de llamas en su niñez, el primer presidente indígena de Bolivia, que apenas acabó la primaria, encabeza todas las encuestas y salvo cambio de último minuto en el comportamiento electoral, todo apunta a que se disputará su cuarto mandato con el centrista Carlos Mesa.
Las mismas mediciones de medios locales señalan que Morales, de 59 años, no podrá alcanzar en la primera vuelta del 20 de octubre el 40% de los votos y una ventaja de diez puntos sobre Mesa, para encumbrarse a un nuevo mandato, sino que necesariamente tendrá que ir a balotaje, donde probablemente pierda.
"Algunos periódicos mentirosos dicen que seguramente no vamos a ganar en la primera vuelta. Hermanos y hermanas, de lejos vamos a ganar en la primera vuelta", afirmó molesto el gobernante hace unos días tras conocerse esos datos.
Morales, un exlíder cocalero, llegó al gobierno en enero de 2006 con el 54% de los votos y revalidó el cargo con 64% para el periodo 2010-2015 y con 61% para la gestión 2015-2020, lo que le ha permitido dominar el Congreso en sus dos últimas gestiones, generándole un amplio poder político.
En los trece años de gobierno, Morales ha catapultado a su país a un auge económico y a una estabilidad política y social inédita, con algunas medidas duramente criticadas, entre ellas la nacionalización de hidrocarburos, clave en su gestión.
A raíz de esa medida, que afectó a Repsol de España, a Total de Francia y a Petrobras de Brasil, que siguen operando en el país tras renegociar contratos, la renta petrolera subió de 674 millones de dólares en 2005 a 2.281 millones en 2018, a pesar de la reciente depresión de los precios internacionales del crudo.
Cuando el petróleo estaba en alza, Bolivia obtuvo 5.530 millones en 2014, y las reservas internacionales netas llegaron a 15.000 millones de dólares, una cifra nunca vista en el país.
Además, Morales redistribuyó la riqueza en bonos para ancianos, niños y madres solteras, colectivos históricamente desamparados.
Bolivia "tiene buenos indicadores sociales, aumentó la esperanza de vida de la gente (a 70,7 años), en fin, todos los indicadores son algo impresionante (...), para que la gente pueda estar segura de que estamos avanzando por buen camino", se enorgulleció el ministro de Economía, Luis Arce.
A pesar de la caída del precio del crudo, la economía creció el año pasado en 4,2%, uno de los índices más altos de la región.
Además, para 2025 el país proyecta estar fuerte en el negocio del litio, que comenzó a gestarse hace poco con la producción primaria de baterías de ion litio.
Los lunares
Pero para la oposición, en estos 13 años con precios espectaculares de materias primas Bolivia tuvo "una inmensa oportunidad perdida", según resume el candidato de derechas, Óscar Ortiz.
Sin embargo, son las acusaciones de corrupción de su administración las que han puesto al gobernante en el ojo de la tormenta.
Las sospechas de que usó sus influencias en favor de su excompañera sentimental Gabriela Zapata, cuya compañía china había firmado contratos con el Estado boliviano, le hicieron perder un referendo en 2016 que buscaba la reelección.
A pesar de su derrota, Morales logró que el Tribunal Constitucional lo habilitara para una cuarta candidatura.
Según Waldo Albarracín, líder de la plataforma opositora Conade (Consejo de Defensa de la Democracia), "Bolivia vive en dictadura, porque todo está controlado por el gobierno: el Órgano Judicial, el Tribunal Constitucional, la Asamblea Legislativa y hasta el Defensor del Pueblo".
Este opositor apuesta a que Morales será castigado en las urnas "por los hechos escandalosos de corrupción", como un millonario desfalco a un fondo de proyectos indígenas o un sonado caso de defraudación en la estatal petrolera.
Seguidor del "socialismo del siglo XXI", del extinto Hugo Chávez, Morales es también criticado estos días por unas normas que, según los ambientalistas, han desatado un incendio forestal gigantesco con la pérdida de flora y fauna en más de 5 millones de hectáreas en la Amazonia boliviana. Ello motivo una gran marcha indígena de protesta hacia Santa Cruz.
Hoy el panorama electoral de Bolivia es tan incierto como lo es si la oposición logra, in extremis, una unidad hasta ahora impensable. De lo contrario, todos los caminos parecen conducir a un cuarto mandato de Evo Morales. El domingo próximo, el pueblo tendrá la palabra en las urnas y decidirá entre cinco años más de lo mismo o un giro de 180 grados hacia la derecha.