EL pasado 19 de noviembre, los ministros de finanzas de Francia y Alemania dieron a conocer una iniciativa conjunta, en cuanto a presentar reformas a los componentes operativos de la Unión Europea. Entre las medidas que plantearon, se encuentra el reforzamiento de una Política de Seguridad Común en Europa, a la vez que la formación de un ejército europeo. Estas declaraciones fueron reforzadas por el Presidente Macron de Francia y con ellas coincidió la canciller alemana Ángela Merkel.
La idea de establecer una política de seguridad común y del ejército europeo no es nueva, pero ahora precisamente parece cobrar mayores vuelos, debido a la convergencia de dos factores.
Por una parte la esperada viabilidad del "brexit". Efectivamente, el rompimiento entre el Reino Unido y el continente, se relaciona con hacer factible la idea de un ejército común en Europa, con base en que fue Londres quien se opuso a tener una "convergencia estructural y operativa" en materia de seguridad europea. Ahora, a pesar de contratiempos y de grandes repercusiones negativas para los ingleses, la presencia británica se desvanece.
Con el fin de concretar esa oposición, el Reino Unido utilizó su poder, prácticamente de veto, en la Unión Europea. Como se sabe, Londres se encuentra en esto, más bien en el seguimiento y operativización de la idea de hacer coincidir sus intereses con los de Estados Unidos, reforzando para ello, los nexos de cooperación en seguridad mediante el fortalecimiento de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Por otro lado, está la posición de Trump. El mandatario estadounidense siendo fiel a su antojadizo estilo, ha hecho insistentes llamados respecto a que Europa debe "pagar lo que le corresponde" en materia de seguridad con la OTAN y no dejar el peso "exclusivamente" a Estados Unidos. Estos señalamientos desde la Casa Blanca crean inestabilidad en los aliados occidentales y dan base para replantear las relaciones en materia militar, toda vez que esos ecos desestabilizan lo que hasta ahora ha sido un clima de cooperación y de convergencia de intereses en materia de las fuerzas armadas, luego de la Segunda Guerra Mundial.
En las condiciones actuales, es de reconocer que Europa se ha visto beneficiada durante muchos años. Para puntualizar sólo un indicador: se ha contado ya hace más de 70 años, con relaciones de cooperación entre potencias, en particular entre Alemania y Francia.
Es de recordar que las disputas entre estas naciones dieron paso en especial, a la Segunda Guerra Mundial, con su cauda de cerca de 50 millones de personas. Previamente, aunque de manera un poco menos directa, un enfrentamiento entre esos países también se relacionó con la Primera Guerra Mundial. Como se recuerda, este conflicto tuvo su punto de inflexión inicial, el 28 de junio de 1914 en Sarajevo, dejando una cauda de aproximadamente 17 millones de muertos, entre militares y civiles.
Uno de los éxitos no siempre reconocidos de la actual Unión Europea y su planteamiento más sólido, basado en el Tratado de Maastricht, del 7 de febrero de 1992, ha sido evitar una nueva confrontación armada. Ha sido un total éxito el no dar paso a que por tercera ocasión, Europa fuese el campo de batalla donde se decide el destino de la humanidad. Esto parece ser fácilmente olvidable en estos tiempos de conexiones y entretenimiento global vertiginoso y permanente, pero es algo que debe puntualizarse.
Estados Unidos, ahora con Trump a la cabeza, puede quejarse de que los costos están desbalanceados en cuanto a los pagos por seguridad y efectivos militares. Pero no es de olvidar que fue prácticamente el hecho de que la potencia del norte se involucrara en la Segunda Guerra Mundial, lo que la llevó a superar plenamente los efectos de la Gran Depresión de fines de los años veinte. Para ello, la economía estadounidense se embarcó en gasto de guerra, en lo que se ha denominado la implementación del "keynesianismo militar".
Volviendo al caso más directo de la política de seguridad común europea y del ejército conjunto, uno de los mayores riesgos que se tienen es que con esto se incrementarían las cifras más que significativas, del gasto militar en el planeta. Tómese en consideración este dato: tan solo Estados Unidos tiene un presupuesto militar de 587,000 millones de dólares al año. Lo que se traduce en casi 1.1 millones de dólares de gasto en armamentismo por minuto. A eso se le deben sumar los montos de casi 300,000 millones de dólares anuales de China y los cerca de 200,000 millones de dólares al año por parte de Rusia.
Esto muestra donde está, hacia donde se dirige, la voluntad política de los estados. Para esto hay suficiente dinero, y los productores de armas celebran permanentemente, este tipo de iniciativas. Sin embargo, para efectos de desarrollo, los recursos casi no existen.
Claro que se habla de los Objetivos del Desarrollo Sostenible para el año 2030. Ahora, al cierre de la segunda década del Siglo XXI, este tema abunda en los discursos. Pero no se tienen mayores compromisos ni acciones pertinentes. ¿Cuánto cuesta anualmente dar educación y salud primaria a los niños del Tercer Mundo, África, Asia y América Latina? Ese costo sería de unos 150,000 millones de dólares anuales, casi un 15 por ciento de lo que es el monto del gasto militar en los países de mayor desarrollo.
No obstante, una de las explicaciones más evidentes en cuanto a la constitución de un ejército europeo, con todo el gasto armamentista que esto implica, consistiría en que el Viejo Continente tiende a emerger o resguardar su posición en un mundo multipolar. La Europa de la Ilustración no desea quedar atrás, de la presencia y la influencia estratégica, que ejercen tanto Estados Unidos, además de China y Rusia.
* Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario. El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.