El covid-19 y el cambio climático, el primero un preocupante virus que azota el mundo y el segundo un fenómeno que se teme puede ser mucho más devastador, han traído una nueva urgencia a la cooperación internacional y a revitalizar los mecanismos multilaterales para dar trámite a los desafíos que se esperan.
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Si bien las primeras inyecciones de vacunas contra el coronavirus han traído la esperanza de que la pandemia pueda ser derrotada pronto, el mundo aún está lejos de encontrarse fuera de peligro y las Naciones Unidas deben prepararse para asumir un papel de liderazgo más audaz en la solución conjunta de la crisis generada por el virus.
Por otro lado, la reciente elección de Joe Biden como futuro presidente de los Estados Unidos, augura un resurgimiento de diversos organismos de integración, entre ellos la crucial cumbre climática de la ONU que tendrá lugar el próximo noviembre en Glasgow.
Así las cosas el 2021 se perfila como un prometedor año para el multilateralismo y posiblemente el más importante del que se tenga memoria.
Como se recordará durante las reuniones de la Asamblea General de la ONU de septiembre pasado, y en las que se celebró el 75 aniversario de la organización, los estados miembros adoptaron una declaración política que entregó al secretario general Antonio Guterres un mandato para presentar “recomendaciones para avanzar en nuestra agenda común y responder a las actuales y desafíos futuros “para septiembre de 2021. La “agenda común” presentó 12 temas amplios, siete temáticos y cinco sobre la mejora del trabajo de la ONU, en los que se hacía especial énfasis en la recuperación de la pandemia, la respuesta a una emergencia climática creciente y la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para el 2030.
Sobre la base de pronunciamientos recientes, se puede esperar que Guterres interprete este mandato de manera audaz y amplia, utilizándolo para trazar una visión del multilateralismo que responda a este momento histórico, en lugar de manipular los límites institucionales y burocráticos. Sus recomendaciones complementarán la respuesta al covid-19 y el papel vital y creciente de Guterres como principal luchador climático, presionando al conjunto internacional hacia los objetivos del Acuerdo climático de París.
Países desarrollados
Analistas consideran que estos dos objetivos constituirían una plataforma perfecta para asegurar el segundo mandato de Guterres como secretario general del organismo a partir de enero de 2022. Asimismo aseguran que “suponiendo que la reelección se materialice y no hay razón para pensar que no lo hará, el organismo podrá continuar con su agenda de manera más activa y bajo una estrellas mucho más favorable.
Si bien es cierto que la nueva agenda común fue impulsada principalmente por grupos de la sociedad civil, que hicieron una serie de propuestas el año pasado, es de esperar que el entusiasmo expresado por los estados miembros en la Asamblea General, bajo los efectos de la pandemia se concrete en más y mejores alianzas para fortalecer el multilateralismo, hacia compromisos concretos y más ambiciosos.
No cabe duda de que el alcance de las alianzas también dependerá, en gran medida, del nivel de compromiso multilateral que los Estados Unidos esté dispuesto a aportar, así como a la de sus compañeros miembros permanentes del Consejo de Seguridad, como China y Rusia, estén en capacidad de ofrecer.
Los grandes desafíos están a la vista y se hace evidente, para superarlos, la necesidad de un multilateralismo cada vez más interconectado y eficiente; que sea ampliamente inclusivo, justo y sostenible. Es de vital importancia que la integración responda al desafío global de la crisis climática y que los países en desarrollo, aun recuperándose del profundo daño que les produjo la pandemia se comprometan con las políticas de desarrollo sostenible de las naciones menos favorecidas.
Desafíos
Si bien el desarrollo de vacunas contra el nuevo coronavirus es muy alentador, será necesaria una estrecha cooperación para garantizar una producción adecuada y una distribución generalizada. Existe una gran diferencia entre los primeros 500 millones de personas que reciben vacunas y los últimos 500 millones. Además, la propagación del virus ha puesto al descubierto marcadas desigualdades sociales dentro y entre países que probablemente se agravarán aún más por las disparidades en la disponibilidad de vacunas e incluso si ésta se administra con éxito en todos los rincones del mundo, las secuelas de la pandemia podrían persistir en el futuro al punto de que una investigación preliminar realizada por el Fondo Monetario Internacional, que abarca 133 países durante las últimas dos décadas asegura que la actual crisis económica sigue siendo la peor desde la Gran Depresión y está lejos de terminar.
Según las perspectivas de la economía mundial de octubre de 2020 del FMI, la recuperación será larga, desigual y muy incierta. El empleo sigue estando muy por debajo de los niveles anteriores a la pandemia, y los trabajadores de bajos ingresos, los jóvenes y las mujeres son los más afectados.
En ese sentido vale mencionar que el presidente electo de los Estados Unidos ya está proponiendo nuevas políticas y es probable que dé pasos simbólicos iniciales en la ONU una vez que asuma el cargo, sin embargo traducir sus pronunciamientos en hechos llevará tiempo, especialmente con un Congreso dividido y una agenda considerable de problemas urgentes.
Los primeros nombramientos de Biden sugieren un retorno a la diplomacia más tradicional en la esfera multilateral y el significativo retorno del tema del cambio climático podría suponer un renovado compromiso para reducir las emisiones de carbono en virtud del Acuerdo de París.
Habrá que demostrar que un modelo de gobernanza climática basado en la cooperación realmente puede funcionar y que enfrentar el cambio climático de manera seria puede acompasarse con una recuperación económica global.
Mucho dependerá de cómo esos objetivos a largo plazo se traduzcan en políticas para la próxima década. Una investigación reciente del Instituto de Recursos Mundiales encontró que si el mundo va a limitar el calentamiento global al umbral crítico de 1,5 grados centígrados, necesita aumentar la adopción de energías renovables seis veces más rápido que la tasa actual, eliminar la energía del carbón cinco veces más rápido y detener urgentemente el empeoramiento de la deforestación.
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Este nuevo año será crítico para todos los gobiernos pertenecientes a la ONU y para el multilateralismo en general, pues determinará gran parte del desarrollo de la próxima década en temas como de qué forma salir y recuperarse de la pandemia, cómo lograr un progreso decisivo en la ventana crítica 2020-2030 en la lucha contra el cambio climático, revitalizar las acciones tendientes al desarrollo de los ODS y en otras áreas como el comercio y los derechos humanos. Será un período con consecuencias históricas en gran medida dependerán de cómo los gobiernos respondan al llamado urgente por la integración.