Esta es la estructura de empresas en Latinoamérica | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Domingo, 3 de Julio de 2022
Giovanni Reyes

En general, las empresas en los mercados latinoamericanos muestran un nivel importante de vulnerabilidad.  Esto se debe, tal y como aquí se argumenta, a la escasa base de capitales fijos, a depender mayoritariamente de un manejo por demás dinámico de los inventarios. Enfrentan entre sí, mercados muy competitivos, sin que puedan influir en los precios.

En América Latina, la inmensa mayor parte de las empresas, cerca del 95% son micro, pequeñas y medianas. De ellas, se estima que al menos un 95 por ciento no sobrevivirían más allá de los 7 años de vida en el mercado. Se trata pues de un indicador que nos muestra el sentido de emprendimiento -–muy importante- en la región, pero también la gran vulnerabilidad y “mortandad” a que están expuestos estos emprendimientos.

Esa vulnerabilidad actúa con mayor énfasis en las empresas en la medida que las mismas son pequeñas, debido a que, en lugar de depender del capital fijo, de las inversiones que dan solvencia, las empresas chicas dependen de la rotación de los inventarios para mantenerse a flote en los circuitos de competitividad y de nichos de mercado específicos.

Es indudable que el sentido de perdurabilidad es uno de los componentes que se encuentran en la médula del desarrollo que todos deseamos. Un desarrollo sustentable tanto en lo económico como en lo ecológico, a la vez que equitativo en lo social. Un desarrollo que sea un eficaz medio para lograr sociedades en donde los beneficios -más allá de los buenos desempeños macroeconómicos- de manera creciente, puedan llegar a todos los estratos poblacionales.

En efecto, el empleo que se generan en las empresas es uno de los tres enlaces clave entre el crecimiento económico y el desarrollo humano.  Los otros dos vínculos serían: (i) la presencia de una efectiva y eficaz red de protección y de seguridad social, y (ii) la asistencia y funcionamiento de las instituciones.  Esto último orientado fundamentalmente a generar una mejor distribución de educación, capacitación y oportunidades laborales en todos los sectores sociales, además de promover la productividad y las inversiones en la economía real.

Como parte de un rasgo estructural, las pequeñas empresas, dado su poca capacidad de producción y su presencia en el mercado, son “tomadoras de precios”, no pueden tener posiciones hegemónicas o dominantes en los diferentes sistemas económicos.  De allí que las empresas pequeñas se encuentren más vulnerables, más a merced de las condiciones del entorno.



En América Latina el escenario general consiste en que las pequeñas empresas que son, como se ha referido, en términos abrumadores, la mayor parte de las unidades de producción en la región, enfrentan tres grandes desafíos para su desempeño, tal y como lo han señalado estudios que incluyen los realizados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) el Banco Mundial (BM) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Estos tres grandes obstáculos se concentran en: (i) poco acceso a créditos productivos; (ii) condicionantes fiscales que restringen la demanda agregada interna de los mercados; y (iii) en algunos países más que en otros, tipos de cambio apreciados o sobrevaluados; aunque últimamente las monedas de algunas naciones han tendido a la depreciación.

Primer aspecto, en cuanto al no acceso fluido a créditos, es evidente que, en particular a partir de la reducción de funciones y actividades de los gobiernos, se ha restringido mucho la actividad de los bancos de desarrollo.  Existen algunas excepciones, tales como Costa Rica, Uruguay y hasta cierto punto Panamá –en donde influye el factor de constituir un centro financiero mundial. 

En Venezuela, los créditos populares pueden abundar, según la versión oficial, pero allí el problema es la sostenibilidad del modelo y, no menos importante, en determinar si esos créditos están efectivamente impulsando la producción o si se insertan más bien en la lógica de una economía extractiva, de consumo, mono-productora que se encuentra inmersa en el rentismo petrolero. 

 Aparte de la condición al borde de crisis humanitaria que se tiene, Venezuela se ha ido convirtiendo, de manera sostenida, en una “economía de puerto”, es decir que se especializa en una producción o servicio mientras importa el resto de bienes. No tener acceso a créditos blandos coloca en mayor condición de insostenibilidad a las pequeñas empresas.  De esa cuenta, este tipo de unidades de producción se ven forzadas a utilizar fondos generados por tarjetas de crédito en donde las tasas de interés son significativamente más altas.  Se compromete así la permanencia de los negocios.

Segundo componente, en relación con las condiciones fiscales, se trata de uno de los nudos de política económica más importantes.  Por lo general los sistemas impositivos no son eficaces en el cobro, ni tan transparentes en el gasto, ni –y esto es vital para la demanda de las sociedades- progresivo en su estructura. Influye en ello la presencia dominante de impuestos regresivos como el IVA. Ese es uno de los factores para que no existan mercados internos muy desarrollados. 

El tercer factor, el de las fluctuaciones de tipo de cambio de las monedas se refiere a que cuando existen condiciones de “monedas fuertes”, realmente constituyen monedas débiles para exportar.  Y, por el contrario, con devaluaciones, se tiene el riesgo de que se “importe inflación”.  Lo que constituye una correa de transmisión entre condiciones cambiarias y elevación generalizada de precios. Se trata de un complejo manejo del tipo de cambio evitando riesgos en ambos extremos.

En conclusión, no superar obstáculos, fundamentalmente de acceso a crédito, a ampliación de mercados internos y de fluctuación de las monedas, hará que la dinámica económica de los países comprometa la perdurabilidad de las pequeñas y medianas empresas latinoamericanas.

Con ello los países permanecen en círculos que se retroalimentan a sí mismos en el subdesarrollo, el empleo no se amplía y se promueve con eficacia que grandes conglomerados sociales continúen en la pobreza y la indigencia, subsistiendo, “a como Dios ayude” en las precarias condiciones de los mercados marginales, informales, o de “economía subterránea”.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Universidad del Rosario.

(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna)