Los negociadores europeos viajaron ayer a Londres para reanudar las estancadas conversaciones posbrexit tras rebajar la tensión que amenazaba con echar a pique el acuerdo de libre comercio con que ambas partes esperan evitar una ruptura brutal en dos meses.
El equipo encabezado por el francés Michel Barnier llegó por la tarde para emprender reuniones diarias con los británicos, que se prolongarán hasta el domingo y más allá si es necesario.
Tocarán todos los temas en paralelo y trabajarán directamente sobre textos legales, como quería Londres, en un intento de finalizar un tratado contrarreloj.
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Antes de partir de Bruselas, Barnier informó a los eurodiputados sobre la negociación.
"Las probabilidad de un acuerdo están aumentando", aseguró el luxemburgués Christophe Hansen, del Partido Popular Europeo, que participó en la reunión.
Sin embargo, ambas partes dejaron claro que "nada está acordado... hasta que se llegue a un acuerdo global definitivo", especialmente tras el choque de espadas de la semana pasada, que un miembro del gobierno británico consideró inevitable en este estadio.
"Las negociaciones a menudo implican un poco de temperamento, y tensiones, y dar portazos e irse", es normal "que estas cosas se vuelven tensas particularmente hacia el final cuando se enfrenta un plazo", dijo el secretario de Estado de seguridad pública, Kit Malthouse.
El Reino Unido abandonó la Unión Europea el 31 de enero y actualmente se encuentra en un periodo de transición, hasta finales de año, destinado a negociar con Bruselas su futura relación al término de casi cinco décadas de complicado matrimonio.
Pero para que un eventual tratado comercial pueda ser ratificado a tiempo y entre en vigor el 1 de enero se necesita un compromiso a principios de noviembre.
"Ambos partes reconocen que el tiempo es extremadamente corto", afirmó el portavoz del primer ministro Boris Johnson.
En un momento crítico de la negociación, europeos y británicos quisieron la semana pasada mostrar su firmeza, dando pie a una explosión de tensión.
Johnson denunció entonces que los 27 renunciaban a alcanzar un tratado de libre comercio y dio las negociaciones por "acabadas" a menos que cambiasen su postura de forma "fundamental".
Pero las consecuencias de una ruptura brutal el 31 de diciembre serían dramáticas para todas las economías europeas.
Así que Barnier y su homólogo británico David Frost hablaron cada día de esta semana y finalmente el francés abrió una salida de emergencia: ante el Parlamento Europeo reconoció que ambos debían hacer concesiones y se debía negociar respetando la recién recobrada soberanía británica.
Los británicos "fueron muy claros en que necesitaban oír este tipo de lenguaje de la UE", explicó una fuente europea, reconociendo que ahora se llevarán a cabo "negociaciones abiertas".