Siria busca transición con escenario político y armado fragmentado | El Nuevo Siglo
DENTRO y fuera de Siria se celebró la caída del régimen de Bashar Al Assad. En varios países de Europa y vecinos se refugiaron por los años de guerra miles de ciudadanos sirios. Aquí un festejo en Turquía. /AFP
Domingo, 8 de Diciembre de 2024
Redacción internacional con Europa Press

EL final ayer de la familia Al Assad, tras más de medio siglo gobernando Siria con puño de hierro, representa la eliminación de un instrumento de cohesión concebido a golpe de atrocidad contra el pueblo y la apertura de una nueva era marcada especialmente por la guerra civil precedente, así como por la existencia numerosos grupos políticos y armados diseminados por el país, condicionados muchos de ellos por potencias extranjeras como Estados Unidos, Rusia o Turquía.

El presidente sirio, Bashar al Assad, dejó el poder por la fuerza, incapaz de contener el avance imparable de un heterogéneo colectivo de fuerzas de oposición que comprende a yihadistas, milicias kurdas cargadas de reivindicaciones históricas, grupos armados rebeldes asistidos por Turquía y un conglomerado de facciones locales del sur del país.

Su régimen cayó después de una rápida ofensiva de estos grupos de oposición desde varios frentes, principalmente desde el noroeste y el sur del país, más el empuje adicional de los grupos kurdos en el noreste sirio. Todo ello en menos de 15 días.

Las primeras horas de la Siria sin los Al Assad estuvieron marcadas por llamamientos internacionales a evitar la "balcanización" de un país donde ahora mismo coexisten una administración kurda establecida en el noreste (la Rojava), un bastión yihadista en la provincia de Idlib y un vacío político en una capital que durante el día vio los primeros esfuerzos para comenzar un diálogo de transición, de resultado todavía incierto, en especial después de 15 años de guerra civil que ha costado más de 350.000 vidas y una crisis humanitaria catastrófica.

Cayó el régimen de Asad, pero el conflicto no ha terminado: Turquía sigue emprendiendo su campaña militar contra los grupos kurdos a lo largo de su frontera con el norte de Siria, los mismos que han recibido el apoyo de Estados Unidos para combatir a las células itinerantes de la organización yihadista Estado Islámico que todavía pululan por el país, y tienen a miles de familiares e hijos retenidos en condiciones infrahumanas en las cárceles kurdas como la de Al Hol.

Y para evitar la reconstitución del Estado Islámico, el Mando Central del Ejército de Estados Unidos (Centcom) efectuó 75 ataques aéreos contra objetivos de esa organización yihadista en el centro de Siria. Los describió como una ofensiva contra “líderes, operativos y campamentos de EI"

Minutos antes de ese anuncio, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, avanzó en una comparecencia pública el comienzo de los mismos como primera medida de reacción norteamericana a la caída de Al Assad.

"Tenemos claro que Estado Islámico intentará aprovechar cualquier vacío para restablecer sus capacidades y crear un refugio seguro. No permitiremos que eso suceda…Seguiremos vigilantes", dijo el mandatario norteamericano y confirmó que los militares estadounidenses desplegados en Siria -se encuentran en el este del país- seguirán en sus puestos.

A todo esto, hay que añadir un escenario regional también marcado por la transformación constante a través del conflicto, próximo o más lejano.

La erosión causada por guerra en Ucrania llevó a Rusia a reducir el respaldo imprescindible que concedía a Al Assad para sujetar a los grupos de oposición. Israel, por su parte, declaró roto el histórico acuerdo de separación con Siria por lo que entró en la zona desmilitarizada del Golán y según reportó el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (Osdh) bombardeó varios lugares en el este de Siria.

"Israel lanzó bombardeos aéreos contra depósitos de armas y posiciones pertenecientes al régimen derrocado y a grupos apoyados por Irán en la provincia de Deir Ezor", aseguró Rami Abdel Rahman, director de la Osdh.

Estados Unidos, por su parte, aborda esta nueva era en plena transición al retorno de Donald Trump, quien este sábado se mostró dispuesto a desvincularse de todo este asunto, un deseo que quizá no pueda ver cumplido en un país deshilachado.

Fin de una era

Lo ocurrido este domingo representa el final de Bashar Hafez Al Assad y del legado de su padre, Hafez, un oficial de la fuerza aérea que ayudó a liderar la toma del gobierno por parte del Partido socialista Baaz en 1963 antes de asumir él mismo el poder mediante un golpe militar incruento en 1970.

Su hijo asumió el poder en el año 2000 bajo promesas de un camino de reformas, liberalización económica y cierto aperturismo democrático que cayeron en saco roto al año de llegar al cargo, cuando empezó a sofocar todo amago de oposición política.

Cuando en 2005, los grupos de oposición se unieron para emitir una declaración en la que exigían elecciones parlamentarias libres, Al Assad respondió encarcelando a sus principales firmantes, marcando el patrón que seguiría durante el lustro siguiente hasta el estallido en 2011 de la Primavera Árabe en el país, el comienzo de la guerra civil siria.

AFP
Bashar Al Assad dejó Siria y con su familia se trasladó a Moscú./AFP

Dos años después, Estados Unidos ya estaba acusando a Al Assad de la comisión de atrocidades al declararle responsable de un ataque químico con gas sarín que dejó 1.400 muertos cerca de Damasco.

En 2015, la guerra se convirtió en un punto de inflexión con la incorporación definitiva de Rusia en una campaña militar con apoyo técnico de Irán que logró paralizar las operaciones rebeldes y yihadistas, confinados hasta hace solo doce días a menos de la mitad del país en medio de una relativa calma.

Siria, sin embargo, estaba cogida con pinzas, como demostró la fulgurante ofensiva que puso fin a un régimen a esas alturas deslegitimado por completo por Estados Unidos y sus aliados, que se negaron a reconocer al mandatario como ganador de las últimas elecciones de 2021. Al Assad tampoco se libró en los últimos años del escepticismo de países árabes que apuntaban a Siria como centro de producción del narcotráfico -la anfetamina Captagon- para financiar las operaciones militares contra la oposición.

El derrocado mandatario se encuentra ahora en Moscú, lejos ya de un país que comienza a partir de ahora una transición muy difícil. El peor escenario que contemplan los analistas es un "modelo libio", caracterizado por la desaparición de un líder autocrático (Gadafi), fragmentado entre autoridades paralelas y una ausencia de Estado de Derecho rellenada por grupos armados de toda índole, y donde los civiles acabarían siendo una vez más la primera víctima del caos.

Ayer, los órganos políticos de la oposición comenzaron a trazar las líneas maestras de un futuro político con intenciones más o menos coincidentes a pesar de la rivalidad que les separa.

Las dos entidades más destacadas son la Coalición Nacional Siria (CNS), una alianza de grupos de oposición formada en el exilio tras el levantamiento de 2011 contra Al Assad, y el Gobierno de Salvación Nacional, considerado a todos los efectos el brazo político del grupo yihadista Hayat Tahrir al Sham, rival de la CNS.

El presidente de la CNS, Hadi al Bahra, propuso un período de transición de 18 meses, incluidos seis de ellos para redactar una nueva Constitución. También recomendó la "ampliación de la coalición que dirige" para recabar apoyos dentro de Siria, teniendo en cuenta que la CNS está reconocida por EEUU y sus aliados, pero su respaldo dentro del país es muy limitado (sobre todo en la comunidad kurda, que considera a la coalición un instrumento de Turquía, su enemigo declarado).

En cualquier caso, Al Bahra aseguró a la cadena CNBC Arabia que su intención es la de restaurar el Estado de Derecho, y de aplicar, en el momento en que arranque el proceso de transición en concordia con los países vecinos, "un programa de justicia transicional y reconciliación nacional, incluidos mecanismos de rendición de cuentas bajo un poder judicial imparcial e independiente.

El llamado Gobierno de Salvación, la extensión política de los yihadistas de Hayat Tahrir al Sham, fue casi igual. Prometió que "la nueva Siria será un Estado de Derecho que garantice dignidad, justicia e instituciones que reflejen las aspiraciones del pueblo sirio".

El líder del HTS, Abú Mohamed al Golani, abundó en estas ideas durante su paseo triunfal por Damasco -y su discurso-, que culminó en la gran mezquita de los Omeyas, considerado el cuarto sitio más importante para el islamismo.

El líder yihadista, objeto de las suspicacias internacionales dada la proximidad de la organización, en sus orígenes, a la red terrorista Al Qaeda, aprovechó para acusar a Al Assad de haber convertido a Siria en "una finca para las ambiciones iraníes" -el HTS es un grupo suní, rival de la república islámica chií, aliada estratégica de Al Assad- y de propagar "el sectarismo y la corrupción”.