A un año de los comicios en Brasil, el expresidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva aparece como favorito ante el derechista presidente Jair Bolsonaro, pero los analistas no excluyen un camino con sobresaltos e incluso un tenso desenlace, como se produjo este año en Estados Unidos.
El presidente-candidato que ha visto caer su popularidad por el duro impacto de la pandemia y por su abierto enfrentamiento contra el consejo electoral, obtendría el 26% de los sufragios en la primera vuelta del 2 de octubre de 2022, frente al 44% para Lula, según el sondeo del Instituto Datafolha, del 17 de septiembre.
Otro realizado a comienzos de dicho mes por la empresa Quest daba un claro favoritismo a Lula da Silva con 69% frente a 26% de Bolsonaro, pero la misma se realizó con un alto universo de indagados en la región del noroeste del país donde precisamente el hoy expresidente centró durante sus dos administraciones la mayoría de programas sociales.
Esa misma indicaba que otros políticos como Ciro Gomes y Joao Doria obtendrían el 9 y el 6 por ciento de los apoyos, respectivamente.
Es bajo esa óptica que se puede dilucidar que la contienda presidencial será entre estos dos pesos pesados de la política. Como la política es cambiante y falta un año para la cita de las urnas, también se contempla en el escenario una tercera vía que podía estar en cabeza del juez anticorrupción Sergio Moro, lo que de plano descarta el líder izquierdista.
Pero, ¿qué factores están en juego en el tablero electoral de la mayor economía de América Latina?
Bolsonaro, decidido
Bolsonaro, de 66 años, tiene un balance que obviamente ha sido caballito de batalla de sus detractores y especialmente de Lula da Silva, básicamente por su gestión al covid-19 y un deterioro económico a la par con una inflación de casi dos dígitos, producto de la pandemia.
Es precisamente por ello, porque el impacto se siente en el bolsillo de los brasileños, que su popularidad cayó a 22% el mes pasado, su nivel más bajo desde su llegada al poder en 2019, y en su contra tiene varios pedidos de "impeachment" y algunas investigaciones presuntamente por prevaricación al no denunciar un intento de corrupción en su gobierno en la compra de vacunas, así como por sus reiteradas denuncias de posible fraude con el voto electrónico, lo que le ha llevado a un duro y abierto enfrentamiento con el poder electoral.
Pero este excapitán del ejército, aliado de los sectores más conservadores, como el agronegocio, no está hundido, según Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas (FGV).
"Quien está en el poder tiene una serie de ventajas estratégicas: sobre todo la posibilidad de aumentar el gasto público", afirma.
"Pero el tiempo que le queda para revertir este escenario es cada vez menor", argumenta.
Sin embargo, Bolsonaro tiene un fuerte apoyo de los evangélicos y sobre todo del empresariado. En las bases también conserva gran respaldo, tal cual se evidenció en las manifestaciones que convocó el pasado 7 de septiembre, que masivamente se tomaron las principales avenidas de Sao Paulo, Río y Brasilia. Sus opositores consideraban tal llamado a las marchas como un ‘test’ definitivo sobre su impopularidad, pero se evidenció lo contrario.
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El presidente fue enfático en asegurar que existen "cero chances de un golpe" de Estado en Brasil y que no hará nada para "entorpecer la elección" presidencial de 2022, como insistentemente ha señalado la izquierda.
"Por mi parte, existen cero chances de un golpe", declaró el jefe de Estado ultraderechista en una entrevista realizada el jueves.
"Pero del otro lado (la oposición), siempre existe esa posibilidad", agregó, citando los "más de 100 pedidos de impeachment" presentados ante la Cámara de Diputados, muchos apuntando a su gestión de la pandemia de coronavirus que ya dejó casi 600.000 muertos en el país.
La estrategia Lula
Aunque todavía no oficializó su candidatura, Lula, que cuenta con un fuerte respaldo de las clases populares, se ha afianzado como favorito desde que en marzo la justicia anuló sus condenas por corrupción pasiva y lavado de dinero.
Pero el expresidente, de 75 años, que pasó 18 meses en prisión y aspiraría a un tercer mandato con el Partido de los Trabajadores (PT), mantiene por ahora un perfil bajo según los analistas, aunque ello se desvirtúa con las concentraciones públicas que ha realizado en sus considerados bastiones y en las que ha aprovechado para irse lanza en ristre contra el mandatario.
"Lula es consciente de que no puede exponerse mucho porque será muy atacado", afirma el politólogo André César, de la consultora Hold. "El antipetismo es un partido fuerte", que abarca sectores clave y conservadores como el empresariado, apunta.
Para Stuenkel, el expresidente prepara una estrategia conciliadora, "similar a la de (Joe) Biden, que buscó proyectarse como centrista, aglutinando todo el campo democrático, y no ser solo un líder de izquierda" frente a Donald Trump.
Prueba de ello fue la gira que realizó semanas atrás por el empobrecido nordeste brasileño donde soplaron con fuerza los aires de precampaña, en un acto con movimientos de la comunidad negra y en la que, obviamente, arremetió contra el gobierno de Jair Bolsonaro.
En el mismo, el líder del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) rechazó que haya una polarización que requiera una tercera alternativa, como reseñamos anteriormente y señalan algunos expertos.
"No hay polarización. Está la candidatura del PT, que siempre fue democrático, y la candidatura de un fascista genocida que es Bolsonaro", indicó el exmandatario (2003-2010).
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Para Creomar De Souza, de la consultora Dharma, Lula comenzó esta precampaña por donde "parecía más obvio", donde Bolsonaro cosechó la menor cantidad de votos en 2018: "Fue el lugar más impactado por sus dos administraciones, no solo con el programa (de transferencias monetarias) Bolsa Familia, sino también con otros programas sociales".
"Hay todo un simbolismo" en el inicio de este diálogo por parte del expresidente en una región de gran tracción electoral. Y eso coincide con un momento en que "el gobierno de Bolsonaro parece preso en la idea de destruir puentes y encerrarse", señala De Souza.
De 75 años, Lula recuperó hace meses sus derechos políticos gracias a la anulación de las condenas por corrupción dictadas en su contra, una de las cuales lo llevó a la cárcel durante casi 18 meses, entre 2018 y 2019.
Ante dirigentes de la comunidad negra, denunció la difusión de noticias falsas en su contra por parte del entorno del mandatario.
"Los bolsonaristas están haciendo una verdadera guerra contra mí en internet. Dicen que estoy relacionado con el demonio (...) Todo el mundo sabe que soy católico, pero cuando sea candidato, todas las religiones serán tratadas con la máxima decencia", dijo el patriarca de la izquierda brasileña.
"Lo advierto: de nada sirve hacer noticias falsas en mi contra, Bolsonaro".
Además, responsabilizó a su gobierno por el preocupante avance de los precios, que en julio impulsó al índice un 8,9% en 12 meses, y de la desigualdad.
Tras los ‘ni-ni’
En paralelo, una panoplia de candidatos menores, como el gobernador de Sao Paulo, Joao Doria (centroderecha) o el exjuez anticorrupción Sergio Moro, buscan representar una "tercera vía", que aglutine a quienes no quieren ni a uno ni otro.
"No es realista. Los 'ni Creo mar' ocupan un espacio ideológico gigante, de izquierda a derecha", por lo que sería inviable consensuar un candidato, sostiene Stuenkel.
César estima no obstante que la tercera vía podría concretarse en caso de que la impopularidad o los problemas legales de Bolsonaro le apartaran de la carrera, una opción por ahora muy incierta.
Tampoco Bolsonaro o Lula anhelan otro contrincante, según los analistas.
El exsindicalista permite a Bolsonaro mantener vivo el enemigo de la izquierda, a la que asocia con la corrupción y el "comunismo".
Para Lula, es "más seguro" apoyarse en el "desgaste" del ultraderechista que enfrentar a un candidato que aglutine a bolsonaristas y antipetistas, según Michael Freitas, profesor de derecho de la FGV.